viernes, 11 de enero de 2013

"La Gata Sobre El Tejado de Zinc"

 

Irónico fue el triunfo de Tennessee Williams en los años cincuenta, una época especialmente reprimida y conservadora que, no obstante, parecía tener sed de ese espejo de calor y sordidez que el dramaturgo proyectó a través de sus inconfundibles obras.
Su traslación a la gran pantalla se veía tan traumática como necesaria y uno de los más aclamados esfuerzos fue "La Gata Sobre el Tejado de Zinc", dirigida por Richard Brooks.


Es, ante todo, una hollywoodización de la obra original, enfrentada desde su planteamiento al Production Code vigente en aquel 1959. 
Sin embargo, las historias de Williams son más que esa cobertura de erotismo, perversión y escándalo, que levantó ampollas, abrió aguas y ponía nerviosos a los censores de Hollywood.
Las obras de Tennessee también se erigen como estudios incisivos y poderosos sobre la naturaleza humana y, en las mejores aventuras cinematográficas que lo adaptaron, el impacto dramático y el espíritu esencial siguen ahí. 
"La Gata Sobre el Tejado de Zinc" es una adaptación aligerada, pero curiosamente impecable, poseída de una puesta en escena exquisita y unas interpretaciones memorables.

Paul Newman como Brick Pollitt

"La Gata Sobre el Tejado de Zinc" nos cuenta los calurosos días de un matrimonio joven, pero sin sexo, desde un dormitorio, dentro de la finca de un patriarca moribundo. 
Maggie derrama sus angustias económicas y su optimismo en recuperar el amor sobre su marido: el antiguo atleta Brick, que bebe como un cosaco y calla sus auténticas razones.
El escenario dramático se intensifica a lo largo del día, al pairo de las revelaciones y los enfrentamientos entre padres, hijos, cónyuges, hermanos y cuñadas. "La Gata Sobre el Tejado de Zinc" es un panorama de disfunción familiar y también un retrato de pasiones.
La cama cobra protagonismo, ese anhelo y condena de Maggie, lo que más desea y su tabla de salvación. Las discusiones más acaloradas se basan en la necesidad machista de la procreación para que las mujeres sobrevivan. 
Al final, la materialista Maggie es sólo heroína y víctima, un personaje simpático desde su complejidad y sus contradicciones. 
El dinero y las posesiones terminan por constituir la pasión definitiva, lo que hace perder la calma a los seres de esta historia, lo que los excita.

Elizabeth Taylor como Maggie, la Gata

Brick, al otro lado del vaso, es el personaje más devastado en la adaptación cinematográfica.
En la obra teatral, representaba otro gran tema de la historia - la relación entre la confusión sexual y la homofobia social -, amparado en el recuerdo de un misterioso amigo y compañero de juegos llamado Skipper. 
Sin embargo, se conserva la esencia de Brick: el temor a la pérdida de la juventud y los días de gloria, el reto de sobrevivir y la imposibilidad de afrontar esa madurez insípida. 
Es decir, esa cara nunca contada del "sueño americano".


Brick clama ante su padre aquello de la "mendacidad", o de cómo la hipocresía se ha dosificado en el sistema por el que se gestionan los seres humanos. 
Aparece el tema esencial de "La Gata Sobre el Tejado de Zinc", recurrente en todo Williams: la dicotomía entre la verdad y la mentira, cómo huimos de aquella y cómo sufrimos por esta.
En "La Gata Sobre el Tejado de Zinc", todos los personajes piden la verdad, pero nadie está preparado para ella.

Paul Newman y Burl Ives

Bajo ese engranaje dramático y simbólico, Richard Brooks dinamiza el escenario, a través de las habitaciones, siguiendo a los personajes, integrando la acción teatral en un lenguaje cinematográfico.
Elizabeth Taylor aparece fastuosa en su primer papel de ambición, mientras Paul Newman lanzaba un órdago de belleza y desazón, en la película que terminó por encontrarlo como estrella, actorazo y tío bueno del siglo.
El resto del reparto, comandado por el impagable Burl Ives, cumple con creces y acentos sureños.

Madeleine Sherwood, Elizabeth Taylor y Jack Carson

La película no es tan violenta ni sórdida como la obra original y el mismo Williams abucheó públicamente el resultado. 
En cambio, sí conserva la atmósfera agobiante, de puertas que no se pueden cerrar y discusiones interrumpidas, con esos "monstruos cuellicortos" que aparecen y disparan pistolas de fogueo.
Podría decirse que "La Gata Sobre El Tejado de Zinc" es una película altamente fifties.
Por un lado, se atrevía con un texto polémico, donde los personajes eran infelices, hablaban de "hacer el amor" y faltaban al cuarto mandamiento, mientras el affiche publicitario ilustraba a una voluptuosa Liz en la cama y ligerita de ropa. 
Por otro, esquivaba muchas verdades con la prototípica elegancia reprimida del Hollywood de entonces, pese a que la carga subversiva siga presente detrás de las palabras, dentro de los silencios, después de los dobles sentidos.
Es la ironía final: la película que versa sobre la relación humana con la verdad también la evitaba o, por lo menos, la dejaba debajo de la mesa. Como sus personajes, el público de 1959 todavía no estaba preparado.


En la operación de aligeramiento, también se impuso un final optimista, como sucedió en muchas otras traslaciones fílmicas de los textos de Williams. 
Es también muy propio del cine de los cincuenta: contar una pesadilla y, en el último momento, despertar. Pero, como dijimos a propósito de "Bigger Than Life", despertar no invalida la pesadilla.
Y "La Gata Sobre el Tejado de Zinc", con su taquillazo, su Liz en la cama y su Paul en bata, se convertiría en un clásico para la imaginación colectiva, esa película más sentida que entendida, donde sólo la intención ya suponía una rebelión en el cine norteamericano.


Hoy todavía aparece esplendorosa en colores, rebosante de sensualidad, empapada de neurosis y arrebatada del atormentado e irresistible romanticismo del maestro Tennessee Williams. 
De cuando las películas se atrevieron a enseñar unas garras decididamente felinas.

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