martes, 26 de noviembre de 2013

Encuentro Con Myrna Loy


Gran favorita de los años treinta, Myrna Loy luce hoy tal como fue: una criatura imposiblemente exquisita, mirada en ojos almendrados, naricita respingona y clase sin afectación.
Como personalidad y luz, es una de las mejores definiciones del glamour fílmico al viejo estilo, si bien ella restaría importancia a la hipnosis que propiciaba. Aseguró que todo fue cosa de los directores de fotografía, mientras nunca le habían quitado el sueño ni la riqueza ni los vestidos ni la ostentación.


Myrna, rebautizada "reina de Hollywood" en un tiempo, "esposa perfecta" en otro, comparaba su vivencia de la fama con la de Joan Crawford. 
Si Joan era estrella desde que entraba en la limusina para acudir al estudio, Loy nunca perdió cierta modestia, que se traducía públicamente en una profunda preocupación por lo que sucedía en el mundo.
Su inquietud por la política, el activismo y las buenas causas sería tan importante como su carrera artística, esa que, pese a asegurar su nombre en el Olimpo hollywoodiense, dio menos frutos destacables de los que mereciera una mujer de su categoría.


Sofisticada, urbana, ingeniosa, alérgica a la pretensión, el público amaba a Myrna Loy en imágenes porque no había otro sentimiento posible ante ella. 
Pero los espectadores perdieron la oportunidad de descubrir la doblez de esos personajes, la nunca contada complejidad que, como bien sabemos, no solían encontrar muchos seres femeninos en las películas norteamericanas.
Sin embargo, aunque la calidad de películas y personajes no estaba siempre asegurada, la diversión, sí. 
Y Myrna, con su mirada inteligente y sus delgados labios que esbozaban la justa sonrisa, era llamar a toda la fiesta posible.


Myrna Williams fue bautizada cuando nació en un rancho de Montana, allá por los principios del siglo pasado. Su madre soñaba con mudarse a Los Ángeles e instó a la bella Myrna a tomar clases de danza e interpretación desde muy joven.
La mudanza se cumplió a un precio; el padre murió de gripe española y fue cuando la familia tuvo la oportunidad de moverse hacia la tierra de las promesas.
Para ayudar a su familia económicamente, Myrna comenzó a trabajar en su adolescencia y sus rasgos y figura la hicieron muy demandadas por fotógrafos y artistas. 
Una fuente de California llamada "Inspiration" aún recoge una escultura modelada según la joven Myrna.


En pequeñas representaciones y vivida en fotografías, Myrna llegó hasta los ojos del mismísimo Rodolfo Valentino, quien la introdujera en las películas, a razón de pequeños papeles.
El camino fue largo y tortuoso para Myrna Loy, que empezó pronto, si bien no encontraría película a medida hasta mucho tiempo después. 
Sus rasgos exóticos, poco americanos, la hicieron vampiresa y/o malvada oriental en las demandas de casting hasta el punto del encasillamiento.


Aún con la llegada del sonoro, Myrna Loy era encontrable, ante todo, como la hija de Fu-Manchú o interpretando sexualizadas liantas en musicales y comedias.
La Metro Goldwyn Mayer le firmaba un contrato y, en un salto de fe, depositaba a Myrna en su año de gloria: 1934.
En "Manhattan Melodrama", se las veía por primera vez con Clark Gable y William Powell, incorporando a una mujer dividida entre un gángster y un político. 
La película, saga thirties donde las haya, fue un éxito, mientras el nombre de Myrna se hacía popular gracias a un suceso criminal.
El atracador de bancos John Dillinger era abatido a tiros por la policía al salir de un pase de "Manhattan Melodrama" y contaron los periódicos que, para Dillinger, Myrna Loy había sido su actriz favorita.
La Loy odió esa clase de publicidad, aunque, en retrospectiva, la hizo santo y seña de semejante época de furia.
Sin embargo, la verdadera ecuación dorada estaba en William Powell, "un auténtico caballero", como lo definiría la propia Myrna.

Con William Powell

El director W.S. Van Dyke buscaba a la actriz perfecta para interpretar a Nora Charles y, en una fiesta de Hollywood, decidió tirar a Myrna Loy a la piscina. 
El aplomo con el que la actriz reaccionó fue lo que Van Dyke buscaba para Nora y así, Myrna cayó en la película que la hizo estrella: "The Thin Man".
"Fue la que finalmente me consagró... después de más de ochenta películas", diagnosticaría ella misma.
La aleación se dijo química con William Powell y juntos fueron el matrimonio detectivesco, demasiado cool para este mundo, que resolvía asesinatos entre copichuelas, sonrisas y veladas con el perrito Asta.
Myrna y William iniciarían toda una saga de Nick y Nora, además de coincidir en otras películas, como la oscarizada "El Gran Ziegfeld".

Con William Powell y Asta

Pero fue Nora Charles el personaje que haría de Myrna Loy el ideal femenino de la época, vestida en pieles, esculpida en ligereza.
La Metro se plegaba ante ella y le daba toda clase de aventuras, comedias y dramas, al lado de los actores más reconocibles de entonces.
En una famosa encuesta de una revista, los lectores eligieron a Myrna Loy como reina de Hollywood, mientras proclamaban rey a Clark Gable. No había duda de que los años treinta se conjugaban con naricita y orejotas.

Con Clark Gable

Con la llegada de la Segunda Guerra Mundial, Myrna aplazó su agenda cinematográfica, dedicando energías por completo a ayudar en el conflicto. Fue tal la determinación que llegaría a oídos de Hitler, quien no dudó en apuntar a Myrna Loy en su lista negra.
El público no volvería a verla en pantalla hasta terminada la guerra, cuando sería especialmente aplaudida en la película que contó la resaca bélica como ninguna otra: "Los Mejores Años de Nuestra Vida".
Quizá sea la mejor donde intervino Myrna; en ella, interpretaba a la paciente mujer de Fredric March. 
La aparición de personaje tan doméstico y confortable rebautizó a la actriz como "la esposa perfecta".

Con Fredric March en "Los Mejores Años de Nuestra Vida"

El encanto devino en furor y se fundaron clubs a lo largo del país, con el nombre de "Los hombres deben casarse con Myrnas". 
A ella no le gustó la idea. "Las etiquetas te limitan, porque limitan tus posibilidades. Así es como piensan en Hollywood", aseguró. 
Y basta ver la película para entender que, nuevamente, Myrna era una hermosa segunda de a bordo, con un personaje sin misterio insinuado, mientras ellos eran los que se lucían. 
Podría decirse que fue una tónica dentro de su carrera y, si bien tiene intervenciones memorables, Myrna Loy nunca consiguió un papel de envergadura ni jamás fue nominada a ningún premio. 
Siempre estuvo bien, con un timing perfecto para la comedia y un estilo de actuación de naturalidad impactante aún hoy en día, pero los tour-de-force y las fanfarrias de valía nunca aparecieron. Sucumbieron a la "esposa perfecta", rol que repetiría durante los años cuarenta y cincuenta.
"Qué perfecta esposa debo ser. Me he casado cuatro veces, no tengo hijos y no sé freír un huevo".


Papeles de mayor voltaje dramático irrumpieron a última hora  - "Lonelyhearts" o "Desde la Terraza" - donde se la vio más trágica que nunca, aunque sus actuaciones se dispersaban y enrarecían hasta el punto de la anécdota.
Los intereses políticos y su alergia al glamour pueden ser la respuesta. Demócrata convencida, Myrna Loy fue también la primera actriz en ocupar un puesto de consejera en la UNESCO, mientras habló pestes de lo que tramaba Ronald Reagan.
Pero Myrna no era mujer de hablar mal y bien lo sabían todos sus compañeros de profesión, que aseguraban adorarla. 
William Powell era su favorito, por supuesto, aunque tuvo buenas palabras para todos, incluyendo a Joan Crawford, a quien llamó "amiga de por vida", justo cuando la hija adoptiva la puso a caldo en la famosa biografía.
Por entonces, Myrna ya estaba retirada, concedía puntuales entrevistas y permanecía como ese baluarte de toda una época de cigarrillos bien fumados y atmósferas art-decó, aquel universo donde su naricilla parecía un desafío a tanta perfección.


Su falta de premios indignó a muchos, que conformaron una petición para que la Academia le concediera un Oscar honorífico. Sucedía finalmente en 1991. Myrna apareció desde su apartamento neoyorquino, vía satélite, y dio unas sinceras y breves gracias. 
Fue la última vez que se la vio. 
Tres años más tarde, moría en Nueva York durante una operación, marchándose de una vida bien vivida con ochenta y ocho años de edad. 
Sus restos descansaron en Montana, como si todo volviera a empezar otra vez.


Desde su aparición en "The Thin Man" hasta su agradecimiento en los Oscars, quedó en nuestra apreciación de Myrna esa generosa ración de incógnita que se guardaron para sí muchas estrellas del ayer.
Ese proverbial "quiénes eran en realidad", que, a veces, se responde con un simple "gente trabajadora y exitosa".
Así fue Myrna Loy, quien complementara su poderosa imagen con un esfuerzo de honestidad que permaneciera junto a ella hasta el último día.
Cierto que nunca hubo suficiente Myrna para saciar nuestra sed por esta mujer sexy, inesperada y cálida, aunque sólo un segundo con ella se contó siempre más delicioso que una vida entera con cualquier otra.

2 comentarios:

  1. Fan absoluta de Myrna junto a Powell, jamás vi química mayor. Parecían casados de verdad. Y cuánta clase tenían como los Charles.

    Gracias por redescubrirnos a esta gran mujer :)

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  2. Lo , no se pierda la serie "The Thin Man". Son divertidas y glamourosas

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