martes, 15 de julio de 2014

La Furia de Spencer Tracy


Actor extraordinario, de estilo tan consumado que se deslizaba imperceptible, Spencer Tracy fue chico dorado de Hollywood contra pronóstico, rara ocasión donde crítica y público estuvieron de acuerdo.
Era fácil amar a Spencer. Devoraba la escena con naturalidad y sus personajes, hasta los más villanos, desprendían honestidad; todos se equivocaban, aprendían valiosas lecciones por el camino y se defendían con fuerza.
De labios secos, voz raspada, sonrisa abierta, mirada seria o pícara, siempre expresiva, pequeño Spencer, de rostro a veces ladeado por un sombrero, Tracy era símbolo del norteamericano considerado y considerable, que rehuye la falsedad y encuentra la vida en el sentido común, lo que explicó su potencia como estrella. 
Pero su figura trascendería ese ideal y se reveló también como inescapable bastión de la ética en sus mejores películas. Spencer sabía pronunciar un discurso como nadie, porque no aburría. 
Jamás lo hizo y gustó de la versatilidad, moviéndose como pocos entre las estreches de los estudios clásicos y los géneros arquetípicos.


Spencer Tracy, considerado por muchos como el mejor actor de cine, creó escuela y sensación sin haberlo pretendido. "El arte de interpretar es... ¡aprenderse los diálogos!", solía decir.
Según aseguraba, se movía por intuición, odiaba los ensayos, se preparaba a conciencia, salía a pelear.


El envés fue una vida complicada, llena de angustias inexplicables y un atroz alcoholismo, que daría al traste con la posibilidad de la tranquilidad, con innumerables proyectos y, finalmente, con su salud. 
Pudo hacer mucho más, y aún así, Spencer Tracy permanece como uno de los artistas más generosos de su tiempo. 
Su grandeza vivía en la furia de los que aspiran a contar la verdad.


Nacido en Milwaukee en una familia de clase media, Spencer Bonaventure Tracy recibió una educación católica, según su paterna ascendencia irlandesa. Entre colegios de monjas y jesuitas, se intentó aplacar su hiperactivo carácter, incapaz de concentrarse, siempre hablando más de cuenta, ya tan Spencer Tracy.
Cuando llegó a la Universidad, la familia de Tracy cumplía su deseo de tener un hijo con una educación superior. Spencer destacó desde el principio como un alumno popular y su habilidad para la elocuencia irrumpiría por primera vez en la tradición del debate. 


Los intereses artísticos fueron tempranos y, poco a poco, se adueñaron de su interés, si bien fue una apuesta que nunca llegó a tomarse en serio. Se prometió que, si fracasaba, simplemente volvería a casa.
Y fracasó en numerosas ocasiones, subido a sus primeras representaciones de Broadway. Por entonces, se definió la primera etapa de su carrera: grandes elogios de todo el mundo, mala suerte comercial. La Gran Depresión no ayudaría a atraer público para conocer la nueva sensación.
Su voz lo quería ideal para el incipiente cine sonoro y John Ford demandó expresamente a Spencer para el drama carcelario "Up The River", que también significara el debut de Humphrey Bogart.

Con Bogart en "Up The River"

Tracy, de nuevo, apostó alto y se mudó a Los Angeles, sin saber que no regresaría al teatro en décadas, contrato con la Fox mediante.
En la Fox se repitieron los tropezones vividos en el teatro. Tracy convencía como el gángster que termina en presidio en "20.000 Años en Sing Sing" y, aún más, como el entrañable buscavidas de "Man's Castle", donde coincidiría con Loretta Young.
Pero la taquilla y la popularidad se resistían. 

Con Loretta Young en "Man's Castle"

Tracy y Loretta vivirían un veleidoso romance durante aquellos años y fue la primera vez que una infidelidad de Spencer trascendía.
Casado con Louise Treadwell, a quien había conocido en una compañía teatral, el matrimonio se dijo herido de muerte cuando descubrieron que su primer hijo, John, era sordo.
Tracy fue incapaz de asimilarlo jamás y entendió que la sordera de su hijo era un castigo a sus excesos e infidelidades. Comenzó el distanciamiento de su familia, que sería progresivo, imparable, nunca terminado.
Spencer nunca se divorciaría de Louise, aunque abandonó el hogar familiar desde 1933.

Con su familia

Por entonces, el alcoholismo ya entraba en juego. Loretta Young contaría que Spencer era terrible cuando bebía y sus juergas podían acabar en problemas y detenciones.
Entre la dudosa reputación y el encadenado de decepciones en taquilla que había supuesto su paso por la Fox, Spencer Tracy no parecía el más adecuado fichaje para la Metro que, sin embargo, hizo lo posible por consagrarlo como estrella. Y lo consiguió.
Sus primeros papeles de alcance serían muy distintos y ambos expresaban la excitación por Tracy.
Por un lado, era el procesado que, tras huir de un linchamiento, decide cobrarse venganza. La película se llamaba "Furia" y las plateas vibraron.

"Furia"

También vibraron con la recreación del terremoto de "San Francisco", plato combinado de la Metro, con Clark Gable y Jeannette MacDonald, que llegó y arrasó.
Tracy era el sacerdote buenazo que se erige como la conciencia de los protagonistas. No sólo encantó el alzacuellos, sino la buena química con el macho Clark Gable, con quien coincidirían en un par de ocasiones.

Con Clark Gable en "San Francisco"

"Furia" y "San Francisco" fueron el punto de no retorno, que inauguraría los más provechosos años de Spencer Tracy, quien se las arregló para acaparar los mejores papeles de la Metro.
Aunque odió el pelo rizado, su marinero Manuel de "Capitanes Intrépidos" hizo llorar como pocos personajes en la Historia del Cine y la Academia, secándose las lágrimas, le concedería su primer Oscar.

Con Freddie Bartholomew en "Capitanes Intrépidos"

Al año siguiente, vestía de nuevo de hábitos, para incorporar al Padre Flanagan, quien fundara "La Ciudad de los Muchachos" para chavales conflictivos.
Tracy se dedicó de lleno y, cuando recibía su segunda estatuilla, al año de conseguir la primera, se movió con humildad y se la envió de inmediato al verdadero Padre Flanagan.

"La Ciudad de los Muchachos"

Como muchos astros de la época, Spencer Tracy hacía más por el guión que al contrario y ahí entraba en la década de los cuarenta, volviendo a reventar la taquilla con Clark Gable y la petrolera saga "Boom Town". 
Sus ambiciones de actor todopoderoso lo llevaron a retos de actor señorón, como incorporar a Thomas Alva Edison o contestar a su único y posible rival - Fredric March - con una nueva adaptación de "Doctor Jekyll y Mr. Hyde".

Con Ingrid Bergman en "Dr. Jekyll y Mr. Hyde"

Cuando entró en el set de rodaje de "La Mujer del Año", Katharine Hepburn ya había confesado a todos que adoraba a Spencer Tracy, "el mejor actor que jamás ha existido". 
El buen encuentro se tradujo en el inicio de una de las parejas más queridas del celuloide norteamericano, que navegara entre buenos dramas y superiores comedias durante el resto de su vida. 

Con Katharine Hepburn en "La Mujer del Año"

Nueve películas juntos y, detrás de la cámara, el inicio y eclosión de una relación sentimental, celosamente guardada por Hollywood, conocida y callada por todos.
Spencer se resistió nuevamente al divorcio. Katharine no lo pidió, mientras Louise parecía satisfecha con el acuerdo.


"La Mujer del Año" se decía un éxito, pero aún más resonantes fueron sus películas patriobélicas, realizadas al son del conflicto, como "A Guy Named Joe", que le venía como anillo al dedo, y confirmaba su indisputable condición en la estela masculina cinematográfica.

"A Guy Named Joe"

Los problemas se acumulaban. Su desastroso retorno a Broadway en 1945 contaba de su falta de concentración y de los numerosos conflictos que acarreaba su personalidad.
Bebía, sí, pero no lo hacía todos los días. Podía incluso estar años sin beber. Pero cuando tocaba un vaso, se desataba el Infierno, durante días, semanas. Sencillamente, se perdía.
Si las películas eran un reto cada vez más doloroso y excepcional, los cincuenta lo cazarían aún para inmejorables ocasiones. 
Como patriarca, bien podía ser el dulce y encantador de "El Padre de la Novia", de la mano de Elizabeth Taylor.

Con Liz Taylor en "El Padre de la Novia"

O el autoritario látigo en mano del súper melowestern "Lanza Rota", donde demostraba por enésima vez que no había escenario que no temblara con su presencia.
El final de la década de los cincuenta lo descubría gordo, viejo y dolorido en el rodaje de "El Viejo y El Mar", punto de inflexión y toque de queda.
A partir de entonces, sólo trabajaría con Stanley Kramer.


Los problemas, las dificultades, las tristezas.
"¿Qué era?", se preguntaba Katharine Hepburn en sus memorias, "nunca estaba en paz... torturado por alguna clase de culpa. Alguna terrible desgracia". Spencer no era hombre de comunicar sus sentimientos, quizá tampoco de darles importancia y, en medio de sus terribles depresiones, se apagaba.
Katharine también sugirió que Spencer hubiese sido más feliz en otra profesión.

"El Último Hurra"

Vacilaciones, pero en pantalla seguía prendiendo fuego, fuera el abogado de "La Herencia del Viento" - cara a cara con Fredric March para duelo de lujo - o el juez de "Judgment At Nuremberg", cabeza visible de reparto all-star para drama de enjundia según Kramer.

Con Marlene Dietrich en "Judgment At Nuremberg"

Cuando la congestión pulmonar apenas lo mantenía en pie y un día de rodaje con Spencer Tracy se preciaba un lujo hasta para Katharine y Stanley Kramer, apareció en su última película: "Adivina Quién Viene A Cenar Esta Noche", comedia sobre conflictos generacionales y amores interraciales.
El discurso que pronunciaba el personaje de Spencer al final de la película emocionó a los compañeros de rodaje y más aún a todo el público, que lo vería cuando Tracy ya había fallecido. 


Semanas después del rodaje, Spencer preparaba una taza de café y un infarto se lo llevaba con 67 años. Katharine fue quien lo descubrió esa misma mañana. Por respeto a la familia - ese gran dolor de Spencer -, no acudió al funeral.
La despedida, como el primer encuentro, se reservó al cine.


"Es como un viejo roble, o como el verano, o como el viento. Pertenece a una era donde los hombres eran hombres", dijo la Hepburn para contar cómo era el amor de su vida.
Bello sin serlo, grande porque sí, exquisito por cercano, Spencer Tracy fue el lujo de encontrar la calma y la pasión en un mismo rostro, a la altura de la pantalla de cine. 
Y no, ya no quedan como él.

2 comentarios:

  1. Muy emocionante... Uno de los más grandes, sin duda. Gracias por dedicarle tus maravillosas palabras.

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  2. Comentaba Scotty Bowers en el libro "Servicio completo" que el hacer creer al público que la relación entre Hepburn y Tracy existía fue uno de los grandes éxitos de la compañía, ya que de un plumazo ocultaban la bisexualidad de Tracy y el fracaso de su matrimoio y la homosexualidad de Hepburn. Él lo cuenta sabiendo lo que dice, que pasó por la cama del primero y le proporcionó muchas mujeres a la segunda.

    El libro no es muy interesante. Tan sólo si eres fan de los cotilleos de la época es disfrutable, pero aporta poco cinematográficamente hablando. Y el tal Scotty este no se priva de contar nada, hasta las cosas más desagradables.

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