Este último fin de semana, esperaba con ansia los datos de recaudación de "El Gran Gatsby" durante su estreno estadounidense.
Tengo verdadera expectación, la mayor que siento por una película en años, ante esa combinación entre Baz Luhrmann y Scott Fitzgerald, que se entiende explosiva para quien esto escribe desde que se anunció el proyecto hace unos cuantos telediarios.
El escepticismo general ha dado paso a una admiración por los buenos números cosechados y, entre los titulares al respecto, me ha sorprendido leer que "El Gran Gatsby" se considera una "película orientada al público femenino".
Es decir, las agendas económicas hollywoodienses la etiquetan bajo aquello de female oriented movies. O, en su forma vulgar y/o popular, una chick flick.
Había olvidado que el cine se viste con el mismo traje sexista que la sociedad que lo consume.
Las ironías y contradicciones son miles, pero, echando un vistazo a la historia del cine comercial, desde sus principios quedó bien señalado que hay géneros que podrían llamarse masculinos y otros, femeninos.
Fue herencia directa del consumo literario: de la manera que ellos preferían folletines sobre el Viejo Oeste, ellas lloraban a moco tendido con cuentos de amor galante.
En el cine, el western, el policiaco, la aventura y el bélico se entendieron y diseñaron para ellos, mientras los melodramas, las comedias románticas, los musicales y los dramas de época se confeccionaron para ellas.
John Wayne en "Fort Apache" |
Las estrellas masculinas, más duraderas, se esculpían con físicos privilegiados y atributos de virilidad, destinados a montar a caballo y desenfundar pistolas.
Las actrices debían tener un buen par de ojos para llorar; las más distinguidas abrieron toda una línea propia de producciones, que serían denominadas women's pictures.
De especial relevancia entre los años cuarenta y cincuenta, se encomendaban a señoras como Bette Davis, Joan Crawford, Susan Hayward o Lana Turner.
Bette Davis en "Now, Voyager" |
El hombre de acción y la mujer del pañuelo es ese par de imágenes sexistas que provee el cine comercial.
Como todo sexismo, una valiente mierda que se nos aplica desde nuestra educación.
A ellos, el coche, la velocidad, el Futurismo. A ellas, el rosa, el sacrificio, el Romanticismo.
Quien quiera lo contrario, debe ser homosexual o un tanto caprichoso.
En una chick flick noventera, "Sleepless in Seattle", se escenifica esa
discusión entre cuáles son las emociones que mueven a los hombres y
cuáles a las mujeres en una pantalla de cine.
Ellas hablan de "An Affair
to Remember", mientras
ellos se conmueven sólo con recordar "Doce del
Patíbulo".
La guerra les puede, el amor las conquista. Las
telenovelas para las madres, el fútbol para los padres. Para ellas, las
lágrimas, para ellos, la trepidancia.
La asignación genérica de sensaciones también expresa la distinción sexista de cómo entender la vida, de cómo asumirla.
Los hombres son educados para la victoria, para conquistarlo todo. Se considera lógico que prefieran contemplar el valeroso ataque a un fortín o la exhibición de automóviles súper potentes.
Ellas, las dolientes, sufrientes y sacrificadas, se reflejarán en la pantalla con esas historias tristísimas de amores imposibles, donde los personajes se tocan, se besan con exquisitez y no necesitan ni follar para recordarse siempre.
En las películas de ellos, John Wayne gana. En las películas de ellas, Leonardo DiCaprio se muere.
Leonardo DiCaprio y Kate Winslet en "Titanic" |
La vertebración sexista de los productos considera que los hombres no soportan la cursilería, mientras las mujeres no entienden otro modo de relacionarse con el mundo. Curioso, no obstante, la cantidad de contradicciones e irregularidades en entender al público de esa manera.
Tengo muchas amigas que se sienten más cercanas a Sam Peckinpah que a Douglas Sirk, o disfrutan tanto de géneros aventureros como de narraciones novelescas de mucho llorar.
Y, sin ir más lejos, las dos películas más vistas de la Historia
son dos chick flicks de cabo a rabo: "Lo Que el Viento se Llevó" y
"Titanic".
Dudo que el público de ambas se haya compuesto sólo de
mujeres. Dudo que únicamente las mujeres se emocionen.
Otra cosa bien distinta es que muchos hombres demuestren el lagrimeo del mismo modo. O que lo confiesen. Siempre les queda el comodín de "esto es un guilty pleasure", que es muy socorrido.
Ante las cifras ostentosas de una chick flick, los sondeadores tienden a cambiar la opinión y etiquetarla pues como una date movie.
Es lo que ha sucedido con "El Gran Gatsby", que ha pasado de ser considerada una película para mujeres a ser una película para parejas.
Se dicen que ellas van por el amor imposible y por Leonardo, y ellos, porque leyeron la novela en el instituto y, además, cumplen el fin de semana con su Daisy Buchanan particular.
No sé quién debería sentirse más insultado en esa asignación genérica de sentimientos. Si ellas, por considerarlas unas flojas, o ellos, por ser entendidos como los capullos de "Entourage".
"Entourage" |
Bien es cierto que la sexación de los productos es tan extremada en ocasiones que se entiende el espanto de unos u otras hacia el asunto en cuestión.
Muchas películas y series se escriben y confeccionan con tal sensación de venganza, que se elevan como fiestas privadas donde el sexo opuesto no está invitado.
Son fantasías sexistas que rebuscan en la incomunicación intergenérica y se inmiscuyen entre la cultura de ser muy mujer y la cultura de ser muy hombre.
Vin Diesel y Paul Walker en "Fast And Furious" |
Son esas series y películas que nos presentan a chicas soñando con los pasillos de la revista Vogue o, bien, a chicos anhelando con traspasar las puertas de la mansión Playboy.
Tienen ese lado de ser una auténtica paja, un ajuste de cuentas que explota e incide en las diferencias, las problemáticas y hasta la enemistad entre hombres y mujeres.
"Sex And The City" |
Como decía, no sé quién debe sentirse más insultado.
A propósito de lo contado, acabo de mirarme debajo del calzoncillo y sospecho que soy un hombre, pero tengo claro que iré a ver "El Gran Gatsby", pero nunca "Fast and Furious 6".
¿Podría decirse que soy público de chick flicks? ¿Un hombre con alma rosita?
Dirán los consultores hollywoodienses: "Claro, porque eres gay, ¿te gustó "Magic Mike"?".
No, no me gustó, consultores. ¿He dicho ya lo mucho que odio que me den por sentado?
En realidad, tender hacia sensaciones culturalmente asignadas a uno u otro género se nutre de los prejuicios del espectador, de sus reservas propias, de sus complejos.
Y, como todo en esta vida, se pueden superar. Combinar, transmigrar entre géneros, descubrir que gusta y hasta encanta aquello que no era predilecto; esa es la riqueza.
Muchos y muchas ya lo hacen. Otros, no tanto.
"The Wild Bunch" |
Cuando cierto amigo mío etiqueta de "aburridos" los melodramas y de "neuróticas" a sus protagonistas, está dilucidando su incapacidad de soltarse como espectador, su represión ante el exceso, su asqueo ante el afeminamiento, su incomodidad ante las emociones expresadas.
Cuestión cultural y generalizada.
Lo femenino y llorica se considera débil, menos serio, mientras lo vigoroso y viril se entiende como valorable. Es más respetable el relato de cómo esos hombres de pelo en pecho escaparon de los nazis antes que esta historia de cortinas y mujeres que se hacen ricas.
Menos mariconadas, dirá el espectador prejuicioso y machista.
Clark Gable y Vivien Leigh en "Lo Que El Viento Se Llevó" |
En cambio, el consumidor de lo entendido como femenino - historias de amor, melodramas, musicales - se entenderá como aquella frágil palomita a la que mimar con masoquismo sentimental, actrices emocionales y torsos desnudos.
Así, la industria cinematográfica prevee, sexa y atribuye a los espectadores tal y como hace la sociedad: dependiendo del sexo con el que nació, la orientación sexual a la que despertó, lo machote que quiera ser o lo nenita que sea.
Es ofensivo, decadente e inexacto.
Es ofensivo, decadente e inexacto.
Steve McQueen en "La Gran Evasión" |
Porque se impone el sonido del verdadero éxito de la empresa audiovisual por encima de cualquier estratagema sexista. Es decir, esto es imprescindible, es bueno, es entretenido o es una puta mierda.
Yo, que podría considerarme carne de female oriented movies, nunca pagaría por una comedia de Jennifer Aniston y, en cambio, me desvivo por un buen western a la sobremesa.
Yo, que podría considerarme carne de female oriented movies, nunca pagaría por una comedia de Jennifer Aniston y, en cambio, me desvivo por un buen western a la sobremesa.
Las películas "campo de nabos", al estilo de "La Gran Evasión", me motivan tanto como el último carnaval de Baz Luhrmann.
No iré a ver "Fast And Furious 6" simplemente porque es mala, mientras jamás olvidaré la miniserie bélica "The Pacific".
Al final y al principio, no es la virilidad ni la femeneidad la clave de la atracción que suscitan las películas hacia el público, sino que lo narrado sea bueno, poderoso y brillante.
Que tenga emoción, cuente la guerra, la aventura de tres compadres, aquella historia de amor que fue tan sublime o el último paseo por una tienda de zapatos.
Detrás del éxito, la coordenada sexista se verá como sondeo de mercado; aquello que explotar, según estímulos para despertar a unos y otras, esos erotismos básicos, ya sea en forma de escotes pronunciados, insensatos bólidos, vestidos de época o promesas de estilo.
El etiquetado sexista es también tomar al público como una manada de gilipollas, avivar que lo sean, que lo sigan siendo o que lo vuelvan a ser.
Películas de chicas, películas de chicos. Oh, por favor, dame las buenas.
¡Bravo, bravo! ¡Aplausos, ovación cerrada!
ResponderEliminarTotalmente de acuerdo. Mis alumnos cuando se emocionan con Titanic (escenas "básicas") muestran sensibilidad, no tendencia sexual. Los que se atreven a verbalizala muestran que el problema es meramente de lado cerebral (suponiendo la teoría correspondinte sobre hemisferios y demás). En fin, no es el momento paar entrar en el eterno debate de que ADN le "dió" la madre naturaleza a la portadora de fetos, pero nada que ver con el sexismo típico desta sexista sociedad..
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