El último verano, desde las imágenes del enésimo blockbuster, Tom Hardy bramaba:
- Let the games begin!
Que los juegos empiecen, insistía, todo villanesco, alzando los brazos. Rey de la función, de nuevo, incluso cuando sus inconfundibles labios debieron ocultarse bajo la caracterización de Bane. .
Tom debió ser lo único realmente memorable de "The Dark Knight Rises", porque es lo único que realmente recuerdo.
Quedaba claro, una vez más, que Tom Hardy es un actor que se lanza sin red, que se ha aprendido de memoria todas las interpretaciones de Marlon Brando y que, además, está más bueno que comer con los dedos.
Aunque Bane fue lo más noticiado, 2012 le daba mejores oportunidades de oro y lucimiento.
La más distinguida fue ese gran melodrama pugilístico llamado "Warrior", al que se entregaba más Brando que nunca, brindando fiereza y vulnerabilidad al mismo tiempo en retrato de perdedores que se permiten ganar por última vez.
Las horas del gimnasio fueron cumplidas y, frente a Joel Edgerton, conformaba una pareja de hermanos en el ring, tan conmovedores como maromísticamente titilantes.
Es la especialidad de Tom Hardy: hacer titilar al personal.
Es un macho compacto por pequeño, imprevisible de su extraña naturalidad, dotado de un magnetismo sucio, con espantosos tatuajes de macarra, para luego rematarse de esos labios enormes, carnosos, rosáceos, incongruentemente femeninos, con los que suelta sus frases bajo acento de la mismísima London City.
Tom Hardy es un callejero con quien tomar el té.
La combinación, como todas las buenas combinaciones, se dice explosiva para público, opinadores y devotos del maromismo.
Él se reza a todos los camaleones y espera lo mejor de Hollywood, que lo tiene en marcado rápido.
Empezó en 2001, pero arrancó cuando robó la función en "Inception". Desde entonces, se escribió su nombre en candentes películas y mil días del maromo.
Tom Hardy será el próximo Mad Max, se dice y repite. Incendiará carreteras y, profesionalmente, será su prueba de fuego.
Para calmar la ardiente espera, no hay nada mejor que verlo en el primer episodio de "Driven to Extremes", documental seriado con actores en desafíos de riesgo.
Allí aparece barbudo, al borde, loco, pasándoselo bien, sin complejos, pechipeludo y llevando gorros extraños en la cabeza.
Tom es el glamour venido de la total falta de glamour, es el atractivo a fuerza de contradecirlo.
Y si Tom me dice que nos vamos mañana al Himalaya, yo no duermo esta noche con los preparativos.
Para 2014, sus desafíos personales son cinco películas previstas de estreno - entre ellas, la cacareada Mad Max -, y las cinco lo abordarán en todos sus registros e intereses, con el denominador común de su entrega a la acción.
Tom Hardy camina hacia adelante, con esa tranquilidad embobada, buscando el calor, mirando a los lados, furtivamente, entre la desconfianza y la fe.
Porque Tom debe tener el corazón de uno de esos perros a los que adora abrazar.
Oh, las fotos de Tom Hardy achuchando chuchos. No hay belleza mayor.
Tom Hardy, sonriente o circunspecto, barbadísimo o bien afeitado, cabreado o dormidísimo, taquillero o indie, protagonista o antagonista. Todos nos encantan, todos son el mismo Tom Hardy.
Tom no para ni parará, porque ya lo anunciaba el verano pasado: Let the games begin!
amo, muito, que belo texto! parabéns!!!
ResponderEliminares bello, realmente bello, hacia falta un chico malo en el cine MALO Y BELLO!! (EXCELENTES CARACTERIZACIONES)
ResponderEliminarExcelente descripción. Te leo varios años después, pero Tom sigue siendo así, es así, como lo describes.
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