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viernes, 24 de agosto de 2012

"Annie Hall"


Con "Annie Hall", Woody Allen protagonizó, como cineasta, su propia historia de idilio y ruptura.
Por un lado, rompió con el estilo de sus películas inmediatamente anteriores.
Y, por otro, inició una duradera historia de amor con su público natural que, a partir de entonces, preferiría mirarse en el generoso espejo de su obra.


Tras ofrecer un puñado de divertídisimas farsas, Allen estrenó "Annie Hall" en 1977, donde el sentido del humor era ahora un ingrediente más, dentro de la ulterior intención de desplegar una fábula contemporánea. 
En ella, la columna vertebral era una historia de amor, pero también se plantearon todas las obsesiones allenianas; de ser esbozos perdidos en chistes, los grandes temas del cine de Woody Allen aparecían explícitos, diáfanos, por primera vez.
La identidad, la memoria, la visión pesimista de la vida, su relación con las mujeres, la cultura popular, la filosofía, el psicoanálisis, el cine.


Aunque Woody renegara de que "Annie Hall" fuera una película autobiográfica, es indudable que se cuenta a sí mismo desde la primera secuencia, bajo la licencia de la ficción, tras el cristal del alter-ego.
Alvy Singer, celebrado humorista y peculiar héroe de su propia historia, expresa sus angustias vitales, tamizadas con un innato sentido del humor, mientras los recuerdos hacen acto de presencia. 
De manera desordenada, sentimental, como solemos rememorar las cosas.


En el relato de Alvy, pronto se impone la figura de Annie.
Es la chica solitaria, esa que se acercó a él y, como sucede en las mejores y más desusadas relaciones, se hizo imposible de olvidar.


En "Annie Hall", la relación amorosa aparece como un capítulo crucial de la historia de nuestra existencia y también como la espina que quizá pueda quitarse gracias al relato. 
Irrumpe la intimidad, que se cuenta a través de los defectos de cada uno; esos que, paradójicamente, los hacen enamorarse con más intensidad. 
Como todo lo bueno e inesperado, la caducidad de la relación será inevitable. Volver a encontrarse, también.


El retrato del amor conflictivo pero inescapable que Allen practica en "Annie Hall" estaba obviamente inspirado en la bergmaniana "Secretos de un Matrimonio", pero también se observan gotas de las parejas contadas por Scott Fitzgerald y ciertas deudas con "Tal Como Éramos", de Sydney Pollack.
La vertiente tragicómica ofrecida por Allen es el sello de distinción.

Memorable Christopher Walken como el hermano de Annie

La exuberante composición narrativa de "Annie Hall" se concreta en una estructura que va ofreciendo sus bazas como cartas al espectador.
Se rompe la cuarta pared, se parte la pantalla en dos y se juega con lo previsto y lo imprevisto, fundándose así el prototípico juego que Allen mantendrá con las expectativas del público.


Vista hoy, "Annie Hall" no resulta ni la mitad de impactante que en 1977. 
Quizá, porque ha sido imitada hasta la fatiga. Tal vez, porque Woody ha tenido mucho celuloide desde entonces para superarse a sí mismo sobradamente.

"¡Brooklyn no se expande!"

Sin embargo, "Annie Hall" tiene la dulzura y el encanto de ser la primera película clásicamente alleniana, donde el humor del genio estrenaba el vestido del lirismo. Fue donde apareció como autor propiamente dicho; desnudo, ególatra, ambicioso, con todas sus virtudes y defectos. 
Al año siguiente, la Academia de Hollywood daba la sorpresa y llenaba su "Annie Hall" de premios. 
Fue la primera y última ocasión que una obra de Woody Allen reinaría en una noche de Oscars; sin duda, los académicos no debieron escuchar bien lo que el director opinaba sobre Los Angeles en la propia película.


Como cápsula de su tiempo, "Annie Hall" es testimonio del triunfo de la televisión, de la revolución sexual y del nacimiento de esa sociedad que tiene una opinión para todo, pero sabe muy pocas cosas en general. 

Ouch!
Woody, siempre rara avis, - mirando con ese aire de superioridad que sólo se le perdona a los genios -, se erigió en "Annie Hall" como la necesaria respuesta a la aculturación progresiva de la clase media. 
Es una de las claves del porqué su cine tendría tanto calado a partir de entonces. Su público se sentiría recordado de sus obligaciones intelectuales gracias a sus películas.
Lo que tenían que ver, lo que debían de leer, lo que no pensaban lo suficiente.

Alvy, entre un pedante y Marshall McLuhan

Y "Annie Hall" es, por supuesto, Diane Keaton. 
Muchos ojos curiosos estuvieron atentos a esta película en su momento, porque la vieron como la iluminación cinematográfica de la relación que Woody y Diane habían mantenido años atrás. 
Ellos lo desmintieron una y otra vez.


En cualquier caso, "Annie Hall" es una oda a la belleza de Diane Keaton - de verdadero apellido Hall -, que canta, se ríe, llora y, como colofón, se llevó un Oscar; el único que ha ganado desde entonces.
La revolución estuvo, sin embargo, en su andrógino vestuario, que hizo auténtico furor en 1977.


"Para mí, la vida oscila entre lo horrible y lo miserable", nos dice Alvy Singer.
La personalidad neurótica, maniática, extremadamente pesimista de Alvy lo hace incapaz de disfrutar la vida, pero "Annie Hall" nos cuenta que, a pesar de todo, los sentimientos son irrenunciables para el ser humano, sea cual sea su opinión sobre el universo.

"Pero, doctor, es que necesito los huevos..."

Aunque sean efímeros y produzcan sufrimiento, nadie se libra de buscar y encontrar a su particular Annie Hall.