domingo, 27 de octubre de 2013

Imitación Al Tiempo


Queridos lectores.

El blog "Imitación A La Vida" cierra sus puertas por tiempo indefinido.
Tengo una enfermedad, nada grave, pero sí requiere período de convalecencia y una fase de pruebas para comprobar daños, así que necesito el mayor grado de paz posible. Y tiempo, todo el tiempo del mundo.
Ya sabes que seguimos en contacto en Facebook, con noticias, novedades y diversión mil.
Hasta entonces,

JM

martes, 22 de octubre de 2013

Recaída A La Vida


Esta mañana me he levantado de nuevo con malestar y hasta un poco de fiebre, así que me temo que he de regresar a la cama y volver por aquí cuando esté del todo recuperado.
Pongamos el próximo lunes como la fecha del reencuentro. Espero que, por entonces, la salud sea completa y no interrumpa más.
Un beso enorme y gracias por seguir por ahí.

JM

lunes, 21 de octubre de 2013

Russell Crowe


He sido injusto con Russell Crowe durante mucho tiempo.
Creo que los medios de comunicación, también. Es decir, antes se veían las interpretaciones, luego se conocía a los actores. Ahora es al revés. La prensa cuenta que Crowe es un salvaje y equivocas la imagen concedida con el talento que está ahí, en las películas, lo que importa, lo que perdurará.
Supongo que en una época donde la noticia es tan inmediata como la imagen, un hombre tan barroco como Russell ha tenido las de perder. Bien se ha sabido que Russell Crowe es inabarcable en físico y carácter. 
Y somos frívolos, porque lo vemos gordo y entendemos que ha decaído. Nos llegan noticias de que es testarudo y difícil, y caemos en la trampa de aborrecerlo.
Exigimos ideales, sin ver con claridad, sin conocerlo en absoluto. Deseamos que sea un dechado de educación y saber estar, cuando no tiene porqué. Queremos que sea maromo siempre y obviamos que su nada ortodoxa fisonomía es lo que lo hace tan especial, tan cinematográfico, tan gran actor.



Leía un titular de cierta revista que aseguraba que Russell Crowe era el mejor actor del mundo. Yo también soy fan de las hipérboles y, aunque no me atreva a darle el primer puesto, - quizá el mejor actor del mundo sea otro, menos conocido y noticiable -, hoy sentencio que este hombre es oro puro.


Rastreando algunas de sus interpretaciones, más allá de su evidente atractivo como hombre, es cuando me he dado cuenta del desfase en valoraciones. 
Siempre que hablaba de él, citaba mi relación amor-odio con Russell, pero muy poco sobre su extraordinaria ductilidad y su asombrosa técnica interpretativa, que se encaramaba por encima de la irregular calidad de las películas donde ha intervenido.


Sé que hablar de estas cosas no está muy de moda, pero no está de más recordar que Russell es una joya que vamos a perder en primeras líneas, al ritmo que Hollywood lo está relegando o, más bien, relativizando.
Crowe tiene cuarenta y nueve años y no dará nunca más la imagen atlética blockbuster para seguir corriendo detrás de los malos o clamar por la gloria de Roma. Ahora toca hacer del segundo de a bordo, de antagonista, de padre. 
Será un placer, en todo caso, porque lo hace bien. Y librarse de las exigencias de los leading men significa hacerle un favor.


Quedarían papeles y sueños por abordar, esos que debería protagonizar Russell, que, como hemos dicho, merecería gloriosas películas como tuvieron otros actores enormes de pesada respiración y perfecta intuición, estilo Marlon Brando o Rod Steiger. 
Pero ya sabemos que el cine comercial estadounidense está apúntandose el tanto de llenarse de basura con tal de arrasar el fin de semana y propiciar secuela.
Valga el ejemplo de cómo coloca a Crowe en la abominable "Man Of Steel" a pronunciar unas líneas de diálogo que podrían venir escritas en el más barato de los rollos de papel higiénico. Él lo ha hecho porque hereda el papel de Brando y, de paso, no pierde comba en las retinas del público. 


Pese a la mala prensa que ha llevado encima en ocasiones, el público apuesta por Russell y todavía arranca los suspiros que suscitó, años ha, en "L.A. Confidential".
Ha sido un largo camino y, tras su decepcionante "Robin Hood", estuvo dos años sin estrenar proyecto, para regresar con buen pie en 2012 y prometer segunda parte de casi todo.
Será actor de carácter en el high-profile, sí, aunque también habrá oportunidad de verlo a la cabeza de desafíos. Ahí será Noé para Darren Aronofsky, así que espérate cualquier cosa.


Russell es adicto a las sorpresas y hoy podríamos hablar de que lleva un año separado de Danielle Spencer o comentar que el incidente del teléfono móvil ha sido devastador para su estatus en la industria - un fracaso en toda regla de aquello llamado relaciones públicas -, pero también hablaremos de su increíble fuerza escénica, de lo mucho que se divierte - tiene un grupo de música, es copropietario de un equipo de rugby - y también, cómo no, de que el macho pervive.


Lo mejor de Russell Crowe como maromo fílmico es precisamente que nunca ha sido un chico de anuncio. Debe ser la clave de porqué gusta tanto, incluso cuando se ha pasado con la dieta cervecera. Da una poderosa sensación de naturalidad - que no de normalidad - que se contagia también a su minucioso estilo de abordar personajes y dramas.
Y, como gran actor y hermoso elemento, los ojos y la mirada se dicen la clave, mientras la sonrisa de bonachón corona el encanto, proverbialmente osuno, ahora con revestimiento maduro para mayor efecto. Está muy bueno, sí.


Puedes quedarte con su desaliño, con las noticias de sus broncas o con las fotos en la playa donde parece una señora de tan dejado, pero hoy rompo todas las lanzas en favor del virtuosismo que se esconde detrás de las imágenes y de la calidad intrínseca que debería prevalecer sobre las estrategias del marketing hollywoodiense.
Puedes decir "qué cara de bobo" cuando llegó sorprendido a recoger su Oscar o puedes afinar el oído y escuchar uno de los discursos de aceptación más bonitos de la historia de la Academia.
"Si creces en los suburbios de cualquier lugar, un sueño como este parece vagamente rídiculo o completamente inasequible. Pero este momento está directamente conectado con esas fantasías. Y cualquiera que viva en el lado desfavorecido y que sólo tenga coraje, debe saber que es posible".


No te pierdas de vista, magnífico.

jueves, 17 de octubre de 2013

Imitación Al Día


Estoy enfermo, queridos, sin gravedad aparente, pero suficiente para que hoy no me vea capaz de escribir ningún post. Será la llegada del frío, será que mi garganta tenía ganas de rebelarse contra mí.
Así que dejamos este jueves con Bette Davis en cama y yo haré lo propio.
Volvemos el lunes, un beso para todos.

JM.

miércoles, 16 de octubre de 2013

Mujeres (De Verdad) En El Cine


Las mujeres son mágicas, decía François Truffaut, admirado por aquellas a la que amaba, por aquellas a las que su cámara retrataba.
El cine está lleno de mujeres, como las calles, las familias, las vidas. Se pueden encontrar toda clase de individuos de sexo femenino en las imágenes cinematográficas, mirados desde distintos ángulos, entendidos bajo diferentes perspectivas. 
Y, al final del día, resta la verdad de que, en toda mirada a la mujer en el cine, siempre ha habido un espejo empañado, un halo de condescendencia y, durante muchos años, una guadaña de moralidad sobre sus actos.
Como decíamos la semana pasada, el cine es machista como la sociedad que lo produce y, desde que se hizo rentable, la mujeres creadoras quedaron en segundo término para dar paso a las mujeres eróticas del primer plano.
La belleza femenina ha sido uno de los recursos de fascinación del séptimo arte, tanto porque instiga la represión de los espectadores como por el simple hecho de que la mayoría de películas están firmadas por hombres heterosexuales, que entienden a las mujeres como sus musas, sus objetos de deseo, sus figuras de desvelo.
El sexismo de las plateas se contagiaba a las imágenes, y podemos atender a esta foto promocional de "High Noon" para comprobarlo.

Gary Cooper y Grace Kelly en "High Noon"

Olvidemos la calidad de la película y centrémonos en la escenificación. 
Gary Cooper protege a Grace Kelly, que queda abrazada en su segundo término, casi desaparecida en los brazos del macho. Ese macho que porta la pistola, y con ella, defiende a la mujer, la pone detrás. La emplaza en casa, mientras él sale a pelear.
Él mentiría si dijera que sólo tiene cuarenta y cinco años. Grace tiene poco más de veinte. El hombre mayor, la florecilla indefensa. Él es duradero, ella, reemplazable. A Gary Cooper, como a todos los galanes de antaño, se le colocaban todas las starlets y la cosa no chirriaba.
En las fórmulas habituales de glamourización cinematográfica, ella es joven, voluptuosa, con un toque de virgen, con un ramalazo de puta. 
Así, el cine permitía conocer a mujeres de extraordinaria, sobrecogedora hermosura, cuya carrera quedó asegurada por el simple hecho de que estaban muy buenas. Eran las mujeres de bandera, que recibían silbidos de los espectadores en los pases de sus películas. Es el factor paja que tiene el cine.

Sophia Loren

Detrás de esa historia de erotismo femenino, resta la explotación.
La puerta de atrás del cine está recorrida por las verdades oscuras de la tortuosa llegada de muchas mujeres al panteón del estrellato, y también de la historia de sus caídas. Marilyn Monroe es sólo una de tantas, que sufrieron el machismo sobre sus imágenes serializadas, sus cuerpos, sus reputaciones, sus ingenuidades.
El machismo cinematográfico distinguía así mismo estas sex-symbols de los modelos ejemplares.
Mujeres-niñas como Judy Garland, vecinas de al lado como Donna Reed o señoras nobles como Greer Garson. Los modelos de mujeres impolutas, que no discuten ni hacen dramas. Sólo son frescas, inocentes y laboriosas en esa cocina a la que están atadas de por vida.
Si eras una mujer de verdad, podías desconsolarte por no ser tan hermosa como Sophia Loren, mientras entendías que habías de comportarte en tu casa como June Allyson. 
Es la opinión coercitiva del cine sobre el sexo femenino. La obligación de tener que ser algo concreto y ya te vale que sea bueno.

"The Best Of Everything"

¿Qué iguala a las sex-symbols y a las mujeres perfectas del cine? Que todas dan la imagen de disponibles. Para bajarse el sujetador, para reírte el chiste o para traerte un cafecito. Esa es la clave de la distorsión. La mujer como cosa conseguible, apresable.
La posibilidad de retratar a una mujer sin maniqueísmos se encontraría con este obstáculo normativo a lo largo de mil imágenes y argumentos. 
¿Hay mujeres de verdad en el cine? Es nuestra pregunta de hoy.
Siempre han existido notables esfuerzos de sinceridad al respecto, mujeres que han podido corresponderse a la realidad y algunas películas dirigidas por hombres que han dado en el clavo sobre los temas básicos de la mujer en el mundo.
Entre ellos, precisamente ser víctimas del machismo.

Anna Karina en "Vivir Su Vida"

¿Dónde encontramos películas de mujeres? 
Atención a esta, dirigida por George Cukor, llamada "Mujeres". 
El director preferido de las actrices del Hollywood clásico firmaba un festival de féminas de tal alcance que, de hecho, no aparece en escena ni un solo hombre.
"Hay un nombre para definiros, damas. Pero no se usa en la alta sociedad. Ni fuera de la perrera", dice Joan Crawford para asentar el tono de esta farsa.
Como farsa, funciona a las mil maravillas. Como retrato de mujeres, es una visión artificial, beneficiada de temas y ambientes femeninos, pero observados desde fuera. 
Se sabe que las mujeres actúan en sociedad y películas como esta se quedan con esa actuación.

Joan Crawford, Rosalind Russell, Norma Shearer y Joan Fontaine en "Mujeres"

Cukor, que era gay, observa a las mujeres como animales fabulosos, seres de mitología, que se visten, desvisten, se dan puñaladas, se roban los maridos y todo, todo, todo, al final es por amor o desamor.
La noble sufridora, la perra destrozahogares, la bruja cotilla, la fresca ingenua. Son las mujeres vistas por un admirador de lo femenino. Por eso, "Mujeres" debería titularse con más corrección "Mariquitas Asaltando el Armario de sus Mamás".
Entender a las mujeres con ese tono de fiesta, donde se les perdona ser bestias y sentimentales al mismo tiempo, suele ser bastante recurrente en muchos cineastas homosexuales que las abordan, desde Pedro Almodóvar hasta los televisivos Marc Cherry o Ryan Murphy.
Debemos seguir buscando mujeres de verdad en el cine. 
Aunque nunca fueron la mayor atracción, desde los primeros tiempos despuntaron los géneros femeninos, entendidos como las películas de llorar. 
El melodrama quedó asociado a la identidad de muchas actrices de raza, mujeres del calibre de Bette Davis o Barbara Stanwyck.
Esas llamadas "women's pictures" hablan de dolores propios del sexo femenino dentro de historias heredadas de la tradición decimonónica: el amor, la decepción, la maternidad, la renuncia, el sacrificio. 
Todas con una brújula de moralidad y conformismo, donde se señalan con el dedo los errores cometidos, donde se castiga la soberbia y donde se cuentan los sentimientos irracionales para luego contraponerlos a sus trágicas consecuencias.


Las "women's pictures" pueden ser femeninas, porque ilustraban muchos problemas de las mujeres de entonces y les daban voz por primera vez, pero eran bizarramente antifeministas. 
Parece que van a decir en todo momento: "perderás en la vida por tener ese útero tan veleidoso, criatura".
Siempre he creído que mujeres como la Davis y la Stanwyck eran muchísimo mejores que las películas que hacían. 
Y, pese a todo, desde sus inusuales físicos hasta su ejemplar - aunque caótica - supervivencia en el medio fueron un ejemplo de fuerza en una época escasa de ellos.
Porque si se quiere encontrar una estrella feminista en aquellos años, sólo hay una, verdadera y contundente. Es decir, Katharine Hepburn.
Es la mujer que viene en este momento y no tiene ninguna intención de despertar tu simpatía a base de escote, sólo trae la necesidad de formular una opinión propia. 
Katharine Hepburn seduce no por sus argucias de tocador, sino por su honestidad, su inteligencia, su valía. Ella se ponía pantalones, la llamaban antipática y no cambió nunca. Como un ser humano, se arrogó al derecho a no doblarse ante las exigencias de los demás.

Katharine Hepburn

Sus heroínas, todas inusuales, algunas excepcionales, se abren paso en el mundo desde que entran por la puerta. No pretenden nada, no son muñecas, no agachan la cabeza. Pueden llorar, pueden renunciar, pero, ante Katharine Hepburn, siempre resta la misma sensación: "Yo conozco a esta mujer".
Fue una mujer de verdad en un cine que las desoía.
¿Dónde encontramos más? ¿Todos los hombres directores ignoraban a las mujeres? No. 
Hay un genio que tiene una de las mejores películas sobre el dolor femenino, que significa una anti-women's picture en toda regla.
Hablo de "Persona", de Ingmar Bergman, que nos cuenta a una mujer desdoblada, traumada, violenta, iniciática, en unas imágenes imborrables. 
Un momento es esplendoroso por insólito: Bibi Andersson cuenta, con pelos y señales, un polvo que echó en la playa con dos desconocidos. 
Lo relata con risas, con culpa, con excitación, dando a entender que se lo pasó en grande, que no lo olvidará nunca, que eso es precisamente lo aterrador del asunto.
Las mujeres de Bergman, sexualizadas de una manera distinta a la habitual en las películas, aparecen de carne y hueso. Por ello, dan miedo, mucho miedo.

Bibi Andersson y Liv Ullmann en "Persona"

Si hablamos de mujeres en el cine, deberíamos hablar forzosamente de lo que vive detrás de las cámaras.
Es decir, las mujeres en la profesión. Al principio, guionistas y directoras se movían con relativa comodidad por los orígenes del invento, pero cuando este se hizo poderoso, las apartaron.
Eran mujeres que rubricaban casi todo, no sólo melodramas. Bien podías ver a la gran guionista Frances Marion acreditada en la historia pugilística "The Champ" o en el drama de ambiente carcelario "The Big House".
A continuación, se las apartó. De la dirección, para siempre. Del guión, quedaron derivadas a géneros entendidos como propios: musicales, comedias románticas, melodramas.
Una actriz, la gran Ida Lupino, fue una de las pocas en saltar a la dirección durante los años cincuenta, aunque su carrera transcurrió en márgenes modestos.
Tiene películas muy curiosas; una de ellas, "Outrage", aborda el drama de una joven víctima de una violación.

Ida Lupino

Club masculino también era la opinión cinematográfica. Las mujeres podían hablar de cine, siempre que se refirieran a cotilleos, vestimentas y bellezas de las estrellas. Firmar fuertes opiniones sobre películas, directores, corrientes, ¿de qué hablas, nena?
Contra viento y marea, apareció Pauline Kael, la primera mujer célebre dedicada a la crítica. Se da la realidad de que es el mejor individuo de cualquier sexo, edad o región que se ha dedicado a la opinión cinematográfica.
Kael, minuciosa, personalísima, nunca vendida a nada ni nadie, no era femenina en el sentido convencional. De hecho, repudiaba el amaneramiento y fue de las primeras voces en desmantelar el kitsch que Hollywood vendía por arte. 
Sí se topó con quienes la atacaban por ser mujer y tener una opinión. 

Pauline Kael

Como Katharine Hepburn, Pauline Kael es la clásica señora que no agrada a todos y, por ello, recibe el nombre de "perra" y otros coloridos aderezos como "tú lo que necesitas es un pollazo". Especialmente, cuando lleva la contraria.
Ella se mantuvo en sus trece, porque menuda era. La despidieron por meterse con "The Sound of Music" y perdió un novio cuando éste leyó lo que opinaba de "West Side Story".
Su maestría en la crítica pervive. 
Pauline Kael también coincidió con la explosión del feminismo en los años sesenta y setenta, que tuvo su correspondencia cinematográfica. 
Si hablamos de mujeres de verdad en aquellos años, podemos admirar las mejores interpretaciones de Jane Fonda, Vanessa Redgrave o esa actriz tan alérgica a etiquetas como Glenda Jackson.

Glenda Jackson

Británica de modestos orígenes, Glenda fue una de las más talentosas de su generación y llevaba esa distinción de no tener ningún interés en caerte bien. Lo conseguía, a pesar de todo, quizá por su dureza felina. 
Camaleónica, de una técnica diestra, Glenda Jackson odiaba tanto el glamour de la profesión, que acabó por abandonarla y dedicarse a la política.
En esa buena época, donde se habló del papel de la mujer más que nunca, donde el anticonceptivo la liberaba, donde se quemaban los sujetadores, donde los derechos y el trabajo estaban allí para obtenerlos, también irrumpieron sus sombras.
Aparecen en "Looking For Mr. Goodbar", donde una actriz feminista como Diane Keaton es el rostro de un relato sórdido sobre la doblez de la liberación sexual, cuando es entendida como ese martirio culposo de noches de desvelo y hombres desconocidos. 
Los cuerpos se habían liberado, las mentes, todavía no.

Diane Keaton en "Looking For Mr. Goodbar"

¿Quién entiende a las mujeres?, se preguntaban los ochenta, cuando se abrían los ascensores y allí aparecían para el mundo, hombreras, lacas y puestos de poder.
Grandes actrices dieron vida a mujeres de todo tipo, superación de clichés, a la busca del siempre esquivo papel que las desafíe. 
Lo tuvieron difícil, lo tienen todavía, pero no habría que menospreciar la luz que brindaron en ese sentido mujeres de verdad como Debra Winger, Susan Sarandon o la eterna Meryl Streep.
Barbra Streisand saltaba a la dirección con "Yentl", precisamente sobre una mujer que se hace pasar por un un hombre.
La llamaron egocéntrica y no la nominaron al Oscar. Parece que la Academia no tenía tantas reservas cuando el egocéntrico oscarizable se llamaba Kevin Costner, Warren Beatty o Mel Gibson.

Barbra Streisand

Para rupturas icónicas, ¡yo acuso! Sigourney Weaver. ¿Hay películas más feministas, casi sin pretenderlo, que la saga "Alien"?
En la primera entrega, quien grita, quien es violado por el monstruo, quien se queda preñado, ¡es un hombre!
Vemos a esa teniente Ripley que hace un trabajo generalmente masculino, sin querer convertirlo en femenino. Sólo es una mujer. Deseable porque está en bragas, no porque se las haya quitado en pleno strip-tease. Es la aparición de una mujer natural.
En la segunda parte, va más allá, porque el tema es la maternidad. Y Ripley demuestra lo madre que es con los medios a su alcance, destruyendo el universo si es preciso. Es una madre que se decodifica por sus actos, no por sus gestos. Tira de la niña hacia arriba con un alarido de fuerza, en lugar de quedarse en un rincón, agarrada al collar de perlas y la aflicción.
Cuando se rapó para la tercera de "Alien", Weaver era ya la Katharine de final de siglo, en cuestión de iconoclastia hollywoodiense. En vez de pantalones, fuera melena. 

Sigourney Weaver en "Alien"

De manera invariable, todas las conquistas del siglo se contrapusieron con retrocesos. El feminismo y el papel de las mujeres se topa con todas las contradicciones posibles, y nada en el cine de los noventa habla mejor de ese asunto que el éxito de "Pretty Woman".
Es un producto bien hecho, pero moralmente repugnante. Viene a vender que tu orgullo no te sacará de la prostitución; lo hará un cliente bienintencionado, lo hará el amor.
Vuelta atrás con todas las de la ley, bajo el sello de la comedia romántica, que auguraba el nacimiento de las chick flicks. Son las películas que instigan los sentimientos femeninos de pertenencia y quietud, y todas acaban en boda.
Pueden incorporar nuevas mujeres, pero, al final, se comportan como las antiguas. Aquellas que sólo se significan en la vida cuando están referidas a un macho. Las nupciales, las perfectas.
Supongo que tienen un lado de placer culpable, de pornografía para deseos internos que quedan saciados con finales felices y risas abiertas. 
En ese sentido, habría que colocarlo como entretenimiento y no darle importancia. Hasta que alguien se lo crea, claro.

Richard Gere y Julia Roberts en "Pretty Woman"

Con todo, los años noventa fueron una buena época para el feminismo y las mujeres de verdad en el cine. Películas de otros países nos hablaban de la mísera condición femenina que subsiste en muchos lugares del mundo, donde deben agacharse, ser mulas de carga, humillarse, venderse y no abrir el pico ni para decir "ay".

Gong Li en "La Linterna Roja"

Las Antípodas nos ofrecían dos deslumbrantes películas: "Criaturas Celestiales" y "El Piano".
"Criaturas Celestiales" sumergía en el privado mundo de dos adolescentes, cuya fuerte amistad las llevará a todo, incluso al crimen. 
La inmersión en un universo verdaderamente femenino, por privado, secreto e ilusorio, es tan pavorosa y fascinante como la vivida en "Persona". 
He aquí una gran película de mujeres dirigida por un inspiradísimo Peter Jackson.

Kate Winslet y Melanie Lynskey en "Criaturas Celestiales"

Jane Campion, interesante mujer directora, firmaba su película más popular: "El Piano", donde una mujer no es juzgada, sino celebrada en sus trangresiones. 
Es una obra muy refrescante, aunque, como pieza narrativa, está demasiado programada. Se ve la intención de contestar a las viejas "women's pictures" en cada momento; parece que cualquier decisión de la protagonista va acompañada de un forzoso aplauso.
Algo que se vivía, aún más puerilmente, en "Thelma & Louise".

Holly Hunter y Anna Paquin en "El Piano"

El indie y los márgenes posibles de la industria han sido irregulares en interés, pero es cierto que han dado espacio y voz a mujeres creadoras que han dado lo que se espera: una opinión particular, sin mordazas.
Y sin temas entendidos como propios. 
Ahí está ese huracán llamado Kathryn Bigelow, la primera mujer ganadora del Oscar a la mejor dirección, que, como las pioneras del cine, no elige los temas por su femeneidad. Los elige porque le interesan. 
Y va a donde nunca iban las mujeres: a la guerra, a las salas de tortura, a los centros de más alta decisión estratégica.
Dicen que no se nota que es una mujer cuando dirige. Bueno, lo es. La ruptura está en lo que hace, no cómo lo hace.

Kathryn Bigelow

¿Llegamos al final del camino? Como toda oscuridad, todavía hay muchas mujeres que deben salir de las sombras del machismo, del sexismo, de los complejos, de las trampas.
¿Qué quieren las mujeres?, se preguntará usted. No sé, ¡yo no soy una mujer! ¡Nadie es perfecto!
Pero tengo la sensación de que detrás de nuestros sexos, nuestras opciones de dormitorio, nuestros países, nuestras familias, nuestras historias de amor, se cuecen los seres humanos. 
Las mujeres también lo son, me consta. Y, como todo ser humano, prefiere no ser previsto, ni perdonado porque sí, ni castigado porque no, ni malentendido, ni condenado. 

Tilda Swinton en "Orlando"

Tengo la sensación de que las mujeres, en el cine y fuera de él, prefieren contarse - a ellas mismas, a los demás, a la vida y al mundo en el que viven - como les sale del mismísimo coño.

martes, 15 de octubre de 2013

Belleza e Historia de Stephen Boyd


Los poderosos ojos azules y la encantadora barbilla partida lo hicieron inconfundible, mientras su vida se narraba entre las líneas de la fuerza personal y ese destino que se prestó frágil como cristal. 
Era macho y vulnerable, clásico y nada convencional, serio y sonriente. Sí, en mil contradicciones vivió el hermoso, desafortunado, ardiente Stephen Boyd.
Stephen, el mismo que el público recordara por un solo papel, el mismo que el cinéfilo debería rescatar con ganas, con pasión, con una sonrisa, con lo mismo que Boyd entregaba a todo lo que hacía.
Se sabe que son legión los que se fascinan con Messala, los que tienden a buscar al actor detrás del personaje en otras películas, a hacerse fan y a lamentar por las oportunidades perdidas.
Quien lo conoce se confiesa enamorado de él. Yo mismo me declaro stephenboydista, sin complejos, desde hace tiempo, agravado con los años. 


Cuando se le nombra, tiende a decirse que Stephen Boyd fue "la estrella que nunca lo fue". Quizá el error estuvo en el mismo cálculo. Él lo sabía:
"Intentaron convertirme en una estrella, en un actor protagonista. Pues no soy ninguna estrella ni siquiera cuando pensaron que lo parecía. Soy un actor de carácter".
Cáracter tenía, y de actor, más de lo que muchos contemporáneos supieron apreciar. Algunos críticos decían que era hiératico y esos críticos debían estar ciegos, porque Boyd era lo contrario: todo intensidad, todo boca, todos ojos enfervorecidos. Se sumergía en personajes oscuros y apostaba por sus luces. No siempre ganaba, pero era sincero, personal, brillante.
Stephen Boyd era un hombre de fe, de calor, de rudeza. 


Su carrera en Hollywood coincidió con la peor de las épocas conocidas hasta entonces, donde un modo de hacer cine se iba a la basura de una manera lenta, agónica e incapaz de creer por la propia maquinaria. Stephen encadenó fracasos y la edad no le sentó demasiado bien. Él mismo se resistió e intentó luchar con lo inexpugnable, aceptando papeles que le interesaban antes que aquellos que le convenían, perdido en coproducciones baratas, nunca olvidado, siempre pendiente de retorno.
Murió pronto e injustamente, para que todavía quede en el tintero de los biográfos la verdad sobre ese actor inusual y ese placer privado llamado Stephen Boyd.


Nacido en una familia numerosa de Irlanda del Norte, William Millar se hizo mayor sin atreverse a entender la interpretación como una ocupación de vida. 
Durante muchísimos años, la compaginó con otros trabajos, tomando clases nocturnas, apareciendo en obras semiprofesionales, hasta aventurarse poco a poco en las rutas de interés de los escenarios británicos.


William Millar se convirtió en Stephen Boyd y se cuenta que estuvo a punto de morir de gripe en los primeros años cincuenta. La mala salud lo apartaba momentáneamente de las tablas, aunque volvió con más ganas que nunca. 
Sería Michael Redgrave quien lo descubriera en una representación. Por entonces, el joven Stephen trabajaba de portero y lo dejó todo para firmar un contrato cinematográfico con la Fox.
Su primer papel de relevancia cautivó. 
Era el espía irlandés que trabajaba para los nazis en "El Hombre Que Nunca Estuvo Allí", drama sobre un suceso real de la Segunda Guerra Mundial. 
En un papel secundario que devenía en centro de atención, Boyd, por primera vez, aparecía como el chico malo con aspecto de vivir en la casa de al lado e intenciones de lo más siniestras.
William Wyler se obsesionó con Stephen desde entonces.

Con Josephine Griffin en "El Hombre Que Nunca Estuvo Allí"

Sus ojos azules, su apostura rústica y su amplia sonrisa lo llevaron a Hollywood donde, desde el principio, lo colocaron para casi todo. Enamoraba a Joan Collins en "Una Isla Al Sol" para luego perseguirla a caballo en "The Bravados". 
Era un amor de galán alcohólico para Hope Lange en "The Best Of Everything", mientras seducía a Susan Hayward en el bosque canadiense de "Una Mujer Obsesionada".

Villano en "The Bravados"

Su querencia por los retos nunca lo apartó de Europa, donde interpretó por entonces a un seductor criminal español en "Los Joyeros del Claro de Luna".
Fue lo único aclamado dentro de una película hecha para gloria de Brigitte Bardot. Boyd y la Bardot eran belleza delante de las cámaras y se odiaron cordialmente detrás.

"Los Joyeros del Claro de Luna"

Se terminaban los cincuenta y llegaba la película más grande. Stephen Boyd era elegido por William Wyler como el tremendo villano en sandalias que fustigaba, literal y figuradamente, a Charlton Heston.
El asunto fue rocoso e hinchado para tal efecto y se llamó, por supuesto, "Ben-Hur".
En el multioscarizado espectáculo de tiempos cristianos, Boyd era Messala, pérfido romano que condenaba a su amigo del alma con la pagana voluntad de destruirlo.

Como Messala en "Ben-Hur"

Es la interpretación más popular de Stephen, aunque no sea ni la mejor ni donde más guapo aparece. 
Se puso lentillas para cubrir sus brillantes ojos azules y así parecer vecino del Lacio, aunque hay quien sugiere que Heston no quería competencia en cuanto al color de iris.
Aún así, Stephen se come a Charlton y sólo hay que ver la película para saberlo. Quizá, porque Boyd es el magnético malvado; tal vez, porque era todo lo actor que no era Heston. 
Ese vozarrón, esa fuerza y esa imperial mirada desde la cuádriga tuneada mereció un Globo de Oro, aunque, increíblemente, ni siquiera una nominación al Oscar. 
Soy de la opinión que el único premio de la Academia importante que merecía "Ben-Hur" era Stephen Boyd, porque es lo auténticamente novedoso e iniciático de esa película.

Con Charlton Heston en "Ben-Hur"

A continuación, se sembraba el camino para más días de Hollywood con Stephen, si bien el idilio se torció pronto, achacable a esa necesidad susodicha de devenirlo en actor de primera línea.
También sería el discreto resultado de muchos de los proyectos en los que se aventuró. Puede decirse que tuvo suerte cuando Elizabeth Taylor se puso enferma y él, que iba a ser Marco Antonio para su Cleopatra, saltó de ese ruinoso barco.
Pero en aquellos años sesenta, todos se montaban en ruinosos barcos como "Cleopatra". 
Stephen señalaría "La Caída del Imperio Romano" como la culpable de acabar con su carrera en el cine norteamericano.
En ella, interpretaba a Livio y lo tiñeron de rubio, no con demasiada fortuna estética.
Esta producción de Samuel Bronston es una joya dentro del cine épico y no merecía su terrorifico fracaso comercial, que condenaría a productor, director y actores a una oficiosa lista negra.

Con Sophia Loren en "La Caída del Imperio Romano"

El último éxito de Stephen en Hollywood fue la divertida aventura "Fantastic Voyage", donde era parte de la tripulación minimizada e introducida dentro de un cuerpo humano.
Pero el mismo año llegaba otro Waterloo de su carrera: "The Oscar".
En un reparto all-star, Hollywood todavía confiaba en Stephen Boyd para encabezar una sátira que pretendía desvelar el lado oscuro de la industria del cine.
El resultado es una de esas experiencias que hay que ver una vez en la vida: un reconcentrado de ineptitud y camp a todos los niveles que es imposible de creer.
Stephen, aún en su peor y más incontrolado registro, está hipnótico y delicioso en "The Oscar".

Como Frankie Faine en "The Oscar"

Quedaron muchas aventuras cinematográficas, pero su estela se disipaba en la bruma durante los años siguientes. 
Como muchos intérpretes de entonces, Europa y los subproductos terminaron por ser una manera de permanecer en activo, con el nombre por encima de títulos indignos.
Él nunca cejó en buscar calidad. Al menos, algún interés en lo que hacía, y muchos directores y compañeros lo recuerdan como un buen tipo en una profesión escasa de ellos.
A mediados de los setenta, se planeaba volver a Hollywood y hasta apareció en un episodio de la serie "Hawaii 5-0" para ratificarlo. 
Había envejecido rápido, aunque el hoyuelo, la mirada y la voz seguían zampando la atención. 


Y un día triste, jugando a golf, con sólo 45 años, le dio un infarto y adiós.
Sucedía en California en 1977.


Sobre su vida privada y sus verdades íntimas, restan interrogantes o, mejor dicho, todavía no se han buscado las respuestas de la manera que se ha hecho con otras personalidades. 
Corre el rumor de que fue uno de los primeros actores en interesarse por la Cienciología, cuando esta no era tan poderosa como ahora.
Y, pese a sus dos esposas, parece claro que Stephen era de los míos.

"The Third Secret"

Sus dos matrimonios fueron breves y de intenciones sospechosas. La primera vez, durante el rodaje de "Ben-Hur", duró menos de un año, con una productora italiana. Veinte años después y poco antes de morir, Stephen maridó con su secretaria.
Sería Gore Vidal quien aseguraría en uno de sus libros que Stephen Boyd era gay y llevaba una vida como tal.
Vidal lo ratificó cuando fue entrevistado a propósito de "Ben-Hur", donde fue guionista sin acreditar.
Aseguró que quiso entonces darle una razón congruente a la venganza de Messala y se permitió introducir una velada pista de que había tenido algo más que amistad con Judah. 
A Heston no se le dijo nada, vive Dios, pero Wyler y Boyd estaban enterados. 
Cuando se ve la escena del reencuentro, la insinuación es clara. Según Vidal, Stephen la interpretó con especial deleite.

Con Charlton Heston en el rodaje de "Ben-Hur"

La homosexualidad de Stephen Boyd se ha leído también en las líneas de la autobiografía de Raquel Welch. 
La bella aseguró que, cuando coincidieron en "Fantastic Voyage", estaba loca por ese hoyuelo y, una noche, le pidió a Stephen que subiera a su habitación a tomar una copa.
En el ascensor y ante los avances de la Welch, él dijo que nanay, asegurando que no estaba interesado en las mujeres. Raquel entendió que era la única del barrio que lo desconocía. 
Y, bueno, si le dices que no a Raquel Welch, especialmente en aquel mono que llevaba en "Fantastic Voyage", eres gay o eres ciego. O las dos cosas, porque yo no sé qué le contestaría, sinceramente.

Con Raquel Welch en "Fantastic Voyage"

Sé que a Stephen Boyd le diría que sí, mil veces y sin dudarlo. 
Como el caballero murió antes de que yo naciera, he de conformarme con las películas suyas que estoy recuperando, algunas muy curiosas, otras realmente grandiosas y apenas conocidas, como "The Third Secret", por ejemplo.
Se ha escrito y dicho tan poco sobre él, que cuando lo veo y calibro su valía, se diría que estoy ante el debut de Stephen Boyd, al principio de su importancia, paciente por su consagración.


El cine es inagotable. Cuando pareces haberlo devorado todo, cuando crees que sabes lo suficiente, siempre quedan mil maravillosas cosas por hallar..
Indescriptible goce cuando además vienen con barbilla partida, pelo ensortijado, ojazos brillantes, sonrisa de miedo, pantorrillas carnosas, perfecto trasero y toneladas de talento infravalorado.
Es un buen día para abrir la ventana y gritarlo:
- ¡Amo a Stephen Boyd, joder!