lunes, 21 de octubre de 2013

Russell Crowe


He sido injusto con Russell Crowe durante mucho tiempo.
Creo que los medios de comunicación, también. Es decir, antes se veían las interpretaciones, luego se conocía a los actores. Ahora es al revés. La prensa cuenta que Crowe es un salvaje y equivocas la imagen concedida con el talento que está ahí, en las películas, lo que importa, lo que perdurará.
Supongo que en una época donde la noticia es tan inmediata como la imagen, un hombre tan barroco como Russell ha tenido las de perder. Bien se ha sabido que Russell Crowe es inabarcable en físico y carácter. 
Y somos frívolos, porque lo vemos gordo y entendemos que ha decaído. Nos llegan noticias de que es testarudo y difícil, y caemos en la trampa de aborrecerlo.
Exigimos ideales, sin ver con claridad, sin conocerlo en absoluto. Deseamos que sea un dechado de educación y saber estar, cuando no tiene porqué. Queremos que sea maromo siempre y obviamos que su nada ortodoxa fisonomía es lo que lo hace tan especial, tan cinematográfico, tan gran actor.



Leía un titular de cierta revista que aseguraba que Russell Crowe era el mejor actor del mundo. Yo también soy fan de las hipérboles y, aunque no me atreva a darle el primer puesto, - quizá el mejor actor del mundo sea otro, menos conocido y noticiable -, hoy sentencio que este hombre es oro puro.


Rastreando algunas de sus interpretaciones, más allá de su evidente atractivo como hombre, es cuando me he dado cuenta del desfase en valoraciones. 
Siempre que hablaba de él, citaba mi relación amor-odio con Russell, pero muy poco sobre su extraordinaria ductilidad y su asombrosa técnica interpretativa, que se encaramaba por encima de la irregular calidad de las películas donde ha intervenido.


Sé que hablar de estas cosas no está muy de moda, pero no está de más recordar que Russell es una joya que vamos a perder en primeras líneas, al ritmo que Hollywood lo está relegando o, más bien, relativizando.
Crowe tiene cuarenta y nueve años y no dará nunca más la imagen atlética blockbuster para seguir corriendo detrás de los malos o clamar por la gloria de Roma. Ahora toca hacer del segundo de a bordo, de antagonista, de padre. 
Será un placer, en todo caso, porque lo hace bien. Y librarse de las exigencias de los leading men significa hacerle un favor.


Quedarían papeles y sueños por abordar, esos que debería protagonizar Russell, que, como hemos dicho, merecería gloriosas películas como tuvieron otros actores enormes de pesada respiración y perfecta intuición, estilo Marlon Brando o Rod Steiger. 
Pero ya sabemos que el cine comercial estadounidense está apúntandose el tanto de llenarse de basura con tal de arrasar el fin de semana y propiciar secuela.
Valga el ejemplo de cómo coloca a Crowe en la abominable "Man Of Steel" a pronunciar unas líneas de diálogo que podrían venir escritas en el más barato de los rollos de papel higiénico. Él lo ha hecho porque hereda el papel de Brando y, de paso, no pierde comba en las retinas del público. 


Pese a la mala prensa que ha llevado encima en ocasiones, el público apuesta por Russell y todavía arranca los suspiros que suscitó, años ha, en "L.A. Confidential".
Ha sido un largo camino y, tras su decepcionante "Robin Hood", estuvo dos años sin estrenar proyecto, para regresar con buen pie en 2012 y prometer segunda parte de casi todo.
Será actor de carácter en el high-profile, sí, aunque también habrá oportunidad de verlo a la cabeza de desafíos. Ahí será Noé para Darren Aronofsky, así que espérate cualquier cosa.


Russell es adicto a las sorpresas y hoy podríamos hablar de que lleva un año separado de Danielle Spencer o comentar que el incidente del teléfono móvil ha sido devastador para su estatus en la industria - un fracaso en toda regla de aquello llamado relaciones públicas -, pero también hablaremos de su increíble fuerza escénica, de lo mucho que se divierte - tiene un grupo de música, es copropietario de un equipo de rugby - y también, cómo no, de que el macho pervive.


Lo mejor de Russell Crowe como maromo fílmico es precisamente que nunca ha sido un chico de anuncio. Debe ser la clave de porqué gusta tanto, incluso cuando se ha pasado con la dieta cervecera. Da una poderosa sensación de naturalidad - que no de normalidad - que se contagia también a su minucioso estilo de abordar personajes y dramas.
Y, como gran actor y hermoso elemento, los ojos y la mirada se dicen la clave, mientras la sonrisa de bonachón corona el encanto, proverbialmente osuno, ahora con revestimiento maduro para mayor efecto. Está muy bueno, sí.


Puedes quedarte con su desaliño, con las noticias de sus broncas o con las fotos en la playa donde parece una señora de tan dejado, pero hoy rompo todas las lanzas en favor del virtuosismo que se esconde detrás de las imágenes y de la calidad intrínseca que debería prevalecer sobre las estrategias del marketing hollywoodiense.
Puedes decir "qué cara de bobo" cuando llegó sorprendido a recoger su Oscar o puedes afinar el oído y escuchar uno de los discursos de aceptación más bonitos de la historia de la Academia.
"Si creces en los suburbios de cualquier lugar, un sueño como este parece vagamente rídiculo o completamente inasequible. Pero este momento está directamente conectado con esas fantasías. Y cualquiera que viva en el lado desfavorecido y que sólo tenga coraje, debe saber que es posible".


No te pierdas de vista, magnífico.

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