lunes, 7 de octubre de 2013

Ben Cohen


Me divirtió el otro día descubrir que algunos de mis seguidores creían que Ben Cohen era un actor porno gay. Pues ni actor, ni porno, ni gay, queridos míos. Ya nos gustaría.
Supongo que esa imagen de macho explosivo, colmo de tantas fantasías, lleva al equívoco. Parece construido y dedicado enteramente para nosotros. 
Él, que lo sabe desde hace rato, suelta su preciosa sonrisa, se quita la camiseta y me hace concluir que, si hay clonación humana en la agenda científica internacional, Ben Cohen ha de ser forzosamente el modelo número uno.


Para quien todavía no sepa quién es exactamente Ben, recordaré que, hasta hace dos años, era jugador de rugby en la liga profesional británica. 
En el deporte rompehuesos, se requieren grandullones como él y desde que comenzó a ser conocido y querido, el estatus de pin-up gay fue indudable.


Lo refrescante fue su respuesta. No sólo lo adoró, sino que lo potenció. 
Y su relaciones públicas - una jabata llamada Jill - lo preparó a conciencia para popularizarlo en calendarios, reportajes fotográficos y demás poses de infarto.
Hace unos años, todos nos enamórabamos de Ben. Era el "Ciudadano Kane" del furor bear. Es decir, la obra maestra, el ideal revolucionario.


Yo, que he sido un yonqui de Cohen desde entonces, no puedo pasar diciembre sin comprar su calendario anual, donde se luce con esa carita de bonachón y ese pecho peludo que mata a todos los pechos peludos.


Ahora, para no ser menos y para aspirar a más, ha sacado el calendario de 2014 sin un músculo menos y con el mismo entusiasmo que vive detrás de su magnífica obsesión.
Porque, además de ser uno de los tíos más buenos de la Historia, Ben Cohen es bueno también por dentro.
Tanto que parece salido de una película de Frank Capra.

¡Fuego, fuego!

Tras abandonar el rugby hace dos años, se enfrascó en la creación y desarrollo de su propia fundación, a la búsqueda e instigación de acabar con la homofobia y el acoso en el deporte y las escuelas. 
Su "Stand Up Foundation" viste camisetas, se pasea por los Gay Prides, visita platós y va hasta la raíz del asunto. Ben se sube a las plateas de los institutos y habla de terminar con la discriminación, la violencia machista y otros males que se cuecen desde la adolescencia.
Él sabe de las consecuencias trágicas de situaciones así. Su propio padre murió defendiendo a la víctima de una pelea.
Es esa tragedia el auténtico motor de las decisiones, opiniones y corazones de Ben Cohen.


Ben Cohen, nuestro maravilloso aliado, sin duda. 
No para por inquieto, pero siempre encuentra momento para volver a casa, donde le espera su mujer - la envidiada Abby Cohen - y sus dos gemelitas. Vida familiar de este Jimmy Stewart, versión siglo XXI, progresista y maromial.


Su interés por el media y su evidente ansia de foco lo han llevado hasta el inevitable programa de celebridades danzando. Ahí se encuentra en estos momentos. 
La cosa se llama "Strictly Come Dancing" y Ben demuestra que hasta con el vestuario más hortera del mundo no pierde una micra de sex-appeal


Ha quedado claro que mover las caderas no es lo suyo y el jurado no está contento con sus pasos de baile, aunque, qué quieren que les diga, señores, sólo con esa sonrisa ya se debería haber terminado la competición hace rato, con un claro ganador proclamado.
Aumentaba el grado de adorabilidad cuando anunciaba que no le importaría que su pareja de baile fuese un hombre.
Hubo aplausos, mientras yo pensaba "qué listo es" y pasaba la hoja de su calendario hasta octubre.


Pasar los meses se hace fácil con él, sí.
Porque, ¿quién se atreve a decir que está todo perdido? Con tipos como Ben, el futuro está a salvo.
Por mi parte, no pienso zafarme de su cálido brazo protector en todo el camino.

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