miércoles, 16 de octubre de 2013

Mujeres (De Verdad) En El Cine


Las mujeres son mágicas, decía François Truffaut, admirado por aquellas a la que amaba, por aquellas a las que su cámara retrataba.
El cine está lleno de mujeres, como las calles, las familias, las vidas. Se pueden encontrar toda clase de individuos de sexo femenino en las imágenes cinematográficas, mirados desde distintos ángulos, entendidos bajo diferentes perspectivas. 
Y, al final del día, resta la verdad de que, en toda mirada a la mujer en el cine, siempre ha habido un espejo empañado, un halo de condescendencia y, durante muchos años, una guadaña de moralidad sobre sus actos.
Como decíamos la semana pasada, el cine es machista como la sociedad que lo produce y, desde que se hizo rentable, la mujeres creadoras quedaron en segundo término para dar paso a las mujeres eróticas del primer plano.
La belleza femenina ha sido uno de los recursos de fascinación del séptimo arte, tanto porque instiga la represión de los espectadores como por el simple hecho de que la mayoría de películas están firmadas por hombres heterosexuales, que entienden a las mujeres como sus musas, sus objetos de deseo, sus figuras de desvelo.
El sexismo de las plateas se contagiaba a las imágenes, y podemos atender a esta foto promocional de "High Noon" para comprobarlo.

Gary Cooper y Grace Kelly en "High Noon"

Olvidemos la calidad de la película y centrémonos en la escenificación. 
Gary Cooper protege a Grace Kelly, que queda abrazada en su segundo término, casi desaparecida en los brazos del macho. Ese macho que porta la pistola, y con ella, defiende a la mujer, la pone detrás. La emplaza en casa, mientras él sale a pelear.
Él mentiría si dijera que sólo tiene cuarenta y cinco años. Grace tiene poco más de veinte. El hombre mayor, la florecilla indefensa. Él es duradero, ella, reemplazable. A Gary Cooper, como a todos los galanes de antaño, se le colocaban todas las starlets y la cosa no chirriaba.
En las fórmulas habituales de glamourización cinematográfica, ella es joven, voluptuosa, con un toque de virgen, con un ramalazo de puta. 
Así, el cine permitía conocer a mujeres de extraordinaria, sobrecogedora hermosura, cuya carrera quedó asegurada por el simple hecho de que estaban muy buenas. Eran las mujeres de bandera, que recibían silbidos de los espectadores en los pases de sus películas. Es el factor paja que tiene el cine.

Sophia Loren

Detrás de esa historia de erotismo femenino, resta la explotación.
La puerta de atrás del cine está recorrida por las verdades oscuras de la tortuosa llegada de muchas mujeres al panteón del estrellato, y también de la historia de sus caídas. Marilyn Monroe es sólo una de tantas, que sufrieron el machismo sobre sus imágenes serializadas, sus cuerpos, sus reputaciones, sus ingenuidades.
El machismo cinematográfico distinguía así mismo estas sex-symbols de los modelos ejemplares.
Mujeres-niñas como Judy Garland, vecinas de al lado como Donna Reed o señoras nobles como Greer Garson. Los modelos de mujeres impolutas, que no discuten ni hacen dramas. Sólo son frescas, inocentes y laboriosas en esa cocina a la que están atadas de por vida.
Si eras una mujer de verdad, podías desconsolarte por no ser tan hermosa como Sophia Loren, mientras entendías que habías de comportarte en tu casa como June Allyson. 
Es la opinión coercitiva del cine sobre el sexo femenino. La obligación de tener que ser algo concreto y ya te vale que sea bueno.

"The Best Of Everything"

¿Qué iguala a las sex-symbols y a las mujeres perfectas del cine? Que todas dan la imagen de disponibles. Para bajarse el sujetador, para reírte el chiste o para traerte un cafecito. Esa es la clave de la distorsión. La mujer como cosa conseguible, apresable.
La posibilidad de retratar a una mujer sin maniqueísmos se encontraría con este obstáculo normativo a lo largo de mil imágenes y argumentos. 
¿Hay mujeres de verdad en el cine? Es nuestra pregunta de hoy.
Siempre han existido notables esfuerzos de sinceridad al respecto, mujeres que han podido corresponderse a la realidad y algunas películas dirigidas por hombres que han dado en el clavo sobre los temas básicos de la mujer en el mundo.
Entre ellos, precisamente ser víctimas del machismo.

Anna Karina en "Vivir Su Vida"

¿Dónde encontramos películas de mujeres? 
Atención a esta, dirigida por George Cukor, llamada "Mujeres". 
El director preferido de las actrices del Hollywood clásico firmaba un festival de féminas de tal alcance que, de hecho, no aparece en escena ni un solo hombre.
"Hay un nombre para definiros, damas. Pero no se usa en la alta sociedad. Ni fuera de la perrera", dice Joan Crawford para asentar el tono de esta farsa.
Como farsa, funciona a las mil maravillas. Como retrato de mujeres, es una visión artificial, beneficiada de temas y ambientes femeninos, pero observados desde fuera. 
Se sabe que las mujeres actúan en sociedad y películas como esta se quedan con esa actuación.

Joan Crawford, Rosalind Russell, Norma Shearer y Joan Fontaine en "Mujeres"

Cukor, que era gay, observa a las mujeres como animales fabulosos, seres de mitología, que se visten, desvisten, se dan puñaladas, se roban los maridos y todo, todo, todo, al final es por amor o desamor.
La noble sufridora, la perra destrozahogares, la bruja cotilla, la fresca ingenua. Son las mujeres vistas por un admirador de lo femenino. Por eso, "Mujeres" debería titularse con más corrección "Mariquitas Asaltando el Armario de sus Mamás".
Entender a las mujeres con ese tono de fiesta, donde se les perdona ser bestias y sentimentales al mismo tiempo, suele ser bastante recurrente en muchos cineastas homosexuales que las abordan, desde Pedro Almodóvar hasta los televisivos Marc Cherry o Ryan Murphy.
Debemos seguir buscando mujeres de verdad en el cine. 
Aunque nunca fueron la mayor atracción, desde los primeros tiempos despuntaron los géneros femeninos, entendidos como las películas de llorar. 
El melodrama quedó asociado a la identidad de muchas actrices de raza, mujeres del calibre de Bette Davis o Barbara Stanwyck.
Esas llamadas "women's pictures" hablan de dolores propios del sexo femenino dentro de historias heredadas de la tradición decimonónica: el amor, la decepción, la maternidad, la renuncia, el sacrificio. 
Todas con una brújula de moralidad y conformismo, donde se señalan con el dedo los errores cometidos, donde se castiga la soberbia y donde se cuentan los sentimientos irracionales para luego contraponerlos a sus trágicas consecuencias.


Las "women's pictures" pueden ser femeninas, porque ilustraban muchos problemas de las mujeres de entonces y les daban voz por primera vez, pero eran bizarramente antifeministas. 
Parece que van a decir en todo momento: "perderás en la vida por tener ese útero tan veleidoso, criatura".
Siempre he creído que mujeres como la Davis y la Stanwyck eran muchísimo mejores que las películas que hacían. 
Y, pese a todo, desde sus inusuales físicos hasta su ejemplar - aunque caótica - supervivencia en el medio fueron un ejemplo de fuerza en una época escasa de ellos.
Porque si se quiere encontrar una estrella feminista en aquellos años, sólo hay una, verdadera y contundente. Es decir, Katharine Hepburn.
Es la mujer que viene en este momento y no tiene ninguna intención de despertar tu simpatía a base de escote, sólo trae la necesidad de formular una opinión propia. 
Katharine Hepburn seduce no por sus argucias de tocador, sino por su honestidad, su inteligencia, su valía. Ella se ponía pantalones, la llamaban antipática y no cambió nunca. Como un ser humano, se arrogó al derecho a no doblarse ante las exigencias de los demás.

Katharine Hepburn

Sus heroínas, todas inusuales, algunas excepcionales, se abren paso en el mundo desde que entran por la puerta. No pretenden nada, no son muñecas, no agachan la cabeza. Pueden llorar, pueden renunciar, pero, ante Katharine Hepburn, siempre resta la misma sensación: "Yo conozco a esta mujer".
Fue una mujer de verdad en un cine que las desoía.
¿Dónde encontramos más? ¿Todos los hombres directores ignoraban a las mujeres? No. 
Hay un genio que tiene una de las mejores películas sobre el dolor femenino, que significa una anti-women's picture en toda regla.
Hablo de "Persona", de Ingmar Bergman, que nos cuenta a una mujer desdoblada, traumada, violenta, iniciática, en unas imágenes imborrables. 
Un momento es esplendoroso por insólito: Bibi Andersson cuenta, con pelos y señales, un polvo que echó en la playa con dos desconocidos. 
Lo relata con risas, con culpa, con excitación, dando a entender que se lo pasó en grande, que no lo olvidará nunca, que eso es precisamente lo aterrador del asunto.
Las mujeres de Bergman, sexualizadas de una manera distinta a la habitual en las películas, aparecen de carne y hueso. Por ello, dan miedo, mucho miedo.

Bibi Andersson y Liv Ullmann en "Persona"

Si hablamos de mujeres en el cine, deberíamos hablar forzosamente de lo que vive detrás de las cámaras.
Es decir, las mujeres en la profesión. Al principio, guionistas y directoras se movían con relativa comodidad por los orígenes del invento, pero cuando este se hizo poderoso, las apartaron.
Eran mujeres que rubricaban casi todo, no sólo melodramas. Bien podías ver a la gran guionista Frances Marion acreditada en la historia pugilística "The Champ" o en el drama de ambiente carcelario "The Big House".
A continuación, se las apartó. De la dirección, para siempre. Del guión, quedaron derivadas a géneros entendidos como propios: musicales, comedias románticas, melodramas.
Una actriz, la gran Ida Lupino, fue una de las pocas en saltar a la dirección durante los años cincuenta, aunque su carrera transcurrió en márgenes modestos.
Tiene películas muy curiosas; una de ellas, "Outrage", aborda el drama de una joven víctima de una violación.

Ida Lupino

Club masculino también era la opinión cinematográfica. Las mujeres podían hablar de cine, siempre que se refirieran a cotilleos, vestimentas y bellezas de las estrellas. Firmar fuertes opiniones sobre películas, directores, corrientes, ¿de qué hablas, nena?
Contra viento y marea, apareció Pauline Kael, la primera mujer célebre dedicada a la crítica. Se da la realidad de que es el mejor individuo de cualquier sexo, edad o región que se ha dedicado a la opinión cinematográfica.
Kael, minuciosa, personalísima, nunca vendida a nada ni nadie, no era femenina en el sentido convencional. De hecho, repudiaba el amaneramiento y fue de las primeras voces en desmantelar el kitsch que Hollywood vendía por arte. 
Sí se topó con quienes la atacaban por ser mujer y tener una opinión. 

Pauline Kael

Como Katharine Hepburn, Pauline Kael es la clásica señora que no agrada a todos y, por ello, recibe el nombre de "perra" y otros coloridos aderezos como "tú lo que necesitas es un pollazo". Especialmente, cuando lleva la contraria.
Ella se mantuvo en sus trece, porque menuda era. La despidieron por meterse con "The Sound of Music" y perdió un novio cuando éste leyó lo que opinaba de "West Side Story".
Su maestría en la crítica pervive. 
Pauline Kael también coincidió con la explosión del feminismo en los años sesenta y setenta, que tuvo su correspondencia cinematográfica. 
Si hablamos de mujeres de verdad en aquellos años, podemos admirar las mejores interpretaciones de Jane Fonda, Vanessa Redgrave o esa actriz tan alérgica a etiquetas como Glenda Jackson.

Glenda Jackson

Británica de modestos orígenes, Glenda fue una de las más talentosas de su generación y llevaba esa distinción de no tener ningún interés en caerte bien. Lo conseguía, a pesar de todo, quizá por su dureza felina. 
Camaleónica, de una técnica diestra, Glenda Jackson odiaba tanto el glamour de la profesión, que acabó por abandonarla y dedicarse a la política.
En esa buena época, donde se habló del papel de la mujer más que nunca, donde el anticonceptivo la liberaba, donde se quemaban los sujetadores, donde los derechos y el trabajo estaban allí para obtenerlos, también irrumpieron sus sombras.
Aparecen en "Looking For Mr. Goodbar", donde una actriz feminista como Diane Keaton es el rostro de un relato sórdido sobre la doblez de la liberación sexual, cuando es entendida como ese martirio culposo de noches de desvelo y hombres desconocidos. 
Los cuerpos se habían liberado, las mentes, todavía no.

Diane Keaton en "Looking For Mr. Goodbar"

¿Quién entiende a las mujeres?, se preguntaban los ochenta, cuando se abrían los ascensores y allí aparecían para el mundo, hombreras, lacas y puestos de poder.
Grandes actrices dieron vida a mujeres de todo tipo, superación de clichés, a la busca del siempre esquivo papel que las desafíe. 
Lo tuvieron difícil, lo tienen todavía, pero no habría que menospreciar la luz que brindaron en ese sentido mujeres de verdad como Debra Winger, Susan Sarandon o la eterna Meryl Streep.
Barbra Streisand saltaba a la dirección con "Yentl", precisamente sobre una mujer que se hace pasar por un un hombre.
La llamaron egocéntrica y no la nominaron al Oscar. Parece que la Academia no tenía tantas reservas cuando el egocéntrico oscarizable se llamaba Kevin Costner, Warren Beatty o Mel Gibson.

Barbra Streisand

Para rupturas icónicas, ¡yo acuso! Sigourney Weaver. ¿Hay películas más feministas, casi sin pretenderlo, que la saga "Alien"?
En la primera entrega, quien grita, quien es violado por el monstruo, quien se queda preñado, ¡es un hombre!
Vemos a esa teniente Ripley que hace un trabajo generalmente masculino, sin querer convertirlo en femenino. Sólo es una mujer. Deseable porque está en bragas, no porque se las haya quitado en pleno strip-tease. Es la aparición de una mujer natural.
En la segunda parte, va más allá, porque el tema es la maternidad. Y Ripley demuestra lo madre que es con los medios a su alcance, destruyendo el universo si es preciso. Es una madre que se decodifica por sus actos, no por sus gestos. Tira de la niña hacia arriba con un alarido de fuerza, en lugar de quedarse en un rincón, agarrada al collar de perlas y la aflicción.
Cuando se rapó para la tercera de "Alien", Weaver era ya la Katharine de final de siglo, en cuestión de iconoclastia hollywoodiense. En vez de pantalones, fuera melena. 

Sigourney Weaver en "Alien"

De manera invariable, todas las conquistas del siglo se contrapusieron con retrocesos. El feminismo y el papel de las mujeres se topa con todas las contradicciones posibles, y nada en el cine de los noventa habla mejor de ese asunto que el éxito de "Pretty Woman".
Es un producto bien hecho, pero moralmente repugnante. Viene a vender que tu orgullo no te sacará de la prostitución; lo hará un cliente bienintencionado, lo hará el amor.
Vuelta atrás con todas las de la ley, bajo el sello de la comedia romántica, que auguraba el nacimiento de las chick flicks. Son las películas que instigan los sentimientos femeninos de pertenencia y quietud, y todas acaban en boda.
Pueden incorporar nuevas mujeres, pero, al final, se comportan como las antiguas. Aquellas que sólo se significan en la vida cuando están referidas a un macho. Las nupciales, las perfectas.
Supongo que tienen un lado de placer culpable, de pornografía para deseos internos que quedan saciados con finales felices y risas abiertas. 
En ese sentido, habría que colocarlo como entretenimiento y no darle importancia. Hasta que alguien se lo crea, claro.

Richard Gere y Julia Roberts en "Pretty Woman"

Con todo, los años noventa fueron una buena época para el feminismo y las mujeres de verdad en el cine. Películas de otros países nos hablaban de la mísera condición femenina que subsiste en muchos lugares del mundo, donde deben agacharse, ser mulas de carga, humillarse, venderse y no abrir el pico ni para decir "ay".

Gong Li en "La Linterna Roja"

Las Antípodas nos ofrecían dos deslumbrantes películas: "Criaturas Celestiales" y "El Piano".
"Criaturas Celestiales" sumergía en el privado mundo de dos adolescentes, cuya fuerte amistad las llevará a todo, incluso al crimen. 
La inmersión en un universo verdaderamente femenino, por privado, secreto e ilusorio, es tan pavorosa y fascinante como la vivida en "Persona". 
He aquí una gran película de mujeres dirigida por un inspiradísimo Peter Jackson.

Kate Winslet y Melanie Lynskey en "Criaturas Celestiales"

Jane Campion, interesante mujer directora, firmaba su película más popular: "El Piano", donde una mujer no es juzgada, sino celebrada en sus trangresiones. 
Es una obra muy refrescante, aunque, como pieza narrativa, está demasiado programada. Se ve la intención de contestar a las viejas "women's pictures" en cada momento; parece que cualquier decisión de la protagonista va acompañada de un forzoso aplauso.
Algo que se vivía, aún más puerilmente, en "Thelma & Louise".

Holly Hunter y Anna Paquin en "El Piano"

El indie y los márgenes posibles de la industria han sido irregulares en interés, pero es cierto que han dado espacio y voz a mujeres creadoras que han dado lo que se espera: una opinión particular, sin mordazas.
Y sin temas entendidos como propios. 
Ahí está ese huracán llamado Kathryn Bigelow, la primera mujer ganadora del Oscar a la mejor dirección, que, como las pioneras del cine, no elige los temas por su femeneidad. Los elige porque le interesan. 
Y va a donde nunca iban las mujeres: a la guerra, a las salas de tortura, a los centros de más alta decisión estratégica.
Dicen que no se nota que es una mujer cuando dirige. Bueno, lo es. La ruptura está en lo que hace, no cómo lo hace.

Kathryn Bigelow

¿Llegamos al final del camino? Como toda oscuridad, todavía hay muchas mujeres que deben salir de las sombras del machismo, del sexismo, de los complejos, de las trampas.
¿Qué quieren las mujeres?, se preguntará usted. No sé, ¡yo no soy una mujer! ¡Nadie es perfecto!
Pero tengo la sensación de que detrás de nuestros sexos, nuestras opciones de dormitorio, nuestros países, nuestras familias, nuestras historias de amor, se cuecen los seres humanos. 
Las mujeres también lo son, me consta. Y, como todo ser humano, prefiere no ser previsto, ni perdonado porque sí, ni castigado porque no, ni malentendido, ni condenado. 

Tilda Swinton en "Orlando"

Tengo la sensación de que las mujeres, en el cine y fuera de él, prefieren contarse - a ellas mismas, a los demás, a la vida y al mundo en el que viven - como les sale del mismísimo coño.

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