domingo, 31 de agosto de 2014

IAV


El único plan es que no hay plan.
Mientras el viejo armazón arde, crepita y parece tan hermoso antes de convertirse en cenizas, los ojos saben de la reconstrucción después del incendio. 
Hoy quemamos la casa para construir otra nueva.


Estoy cansado de dar explicaciones, de bloqueos creativos, de asistencias vitales, de opiniones de los demás, de corsés autoimpuestos, de esperar por mí. 
Al final, sólo existen dos guías para escribir bien, ese par de recetas para trascender: alcanzar la mayor concentración posible y obtener placer en el trabajo que implica. 
Es difícil, aunque cuenta la leyenda que la clave es el esfuerzo. Sin esfuerzo, nadie se levanta del sofá. Con él, hasta se olvida el deseo de volver a ese sofá cuanto antes.


Hoy declino caminar por la cuerda floja y hago el salto mortal desde el principio.
El blog se llama "IAV", para tener un nombre más breve, para tener un nombre propio, para que se inscriba en camisetas, en tarjetas de visita, con la pureza de una caligrafía sin abalorios, esa que dispara más que vende.


La dirección seguirá siendo la misma; el espíritu, los contenidos, el estilo, también. La manera de abordarlo cambia. Hoy tiro a la basura los corsés, abro las ventanas, respiro. El fuego, por fin, se apaga. 
El único plan es que no hay plan.


Abro las ventanas y digo que no hay secciones ni las habrá. No resta camino trazado más que escribir. Todos los días, de algo, de todo. 
Quiero escribir más de cuatro posts a la semana. Si puedo, hasta seis. Si un día no puedo, no lo haré. Si otro día no quiero, ese día, oh, ese día lo haré más que nunca. 


Hoy declino caminar por la cuerda floja, porque estoy cayendo al vacío. 
¿Qué se puede esperar de esta caída en la oscuridad, esa que nos llevará a la luz de la tercera temporada? Más posts, más personales, de tamaño variable. No quiero mirar ni una sola vez a Wikipedia, evitaré escribir más palabras de las necesarias y ya ansío sumergirme en los posts con la voluntad de la seducción, la mía despertada por ellos, la tuya buscada por mí.
Los posts se visten de lo acostumbrado: entretener, informar, hacer pensar, poner cachondo, enfurecer, satisfacer las románticas ansiedades de su autor y, sobre todo, aplacar nuestra infinita sed por comunicarnos, eso para lo que escribimos, eso para lo que leemos. 
Llámame "IAV", búscame en la dirección habitual. Hay una certeza: los lunes habrá maromo, pero será casi mudo, confiado a una breve presentación, seguida de las mejores imágenes del caballero tratado.


Otra certeza: todos los días, a cualquier hora, es posible que publique. 
Ya no vivo para llenar "IAV", mi vida es la que llenará "IAV". De las películas que veo, de las opiniones que tengo sobre casi cualquier cosa, de lo que me gusta, de lo que detesto, de esta vida mía, de lo que espero conseguir, de las múltiples decisiones y de sus amigas, las rectificaciones. 
La convicción es escribir, escribir, escribir. La concentración será el placer. Mejorar, porque es posible, porque lo ha sido. 


Hágase sitio, amigo mío, y hasta siéntase cómodo. Esta, como siempre, es su casa.

jueves, 7 de agosto de 2014

Imitación Al Esplendor


Me encanta este blog. Me encanta escribirlo, publicarlo y hasta reelerlo. 
Hay posts que preparo con tanto esfuerzo y tantas dudas que me asaltan en sueños. Otros, simplemente salen en una tarde, deprisa, con una mueca de fastidio por no tener el tiempo suficiente para hacerlos mejor o para que me interesen de verdad. 
Hay posts y posts. Hay algunos que me han hecho llorar mientras los escribía; otros, me han tenido horas y horas frente a la página en blanco; algún que otro post aseguraba que ya no publicaría más, que me marchaba, que ignoraba cuándo volvería.


Me encanta "Imitación A La Vida", porque escribo lo que quiero, porque escribo lo que me gustaría leer. Me encantan sus estrictos rituales de publicación, que, como todos los rituales, son tontos, pero obligan. Sin ellos, la experiencia no sería tan dura ni tan fructífera. 
Cuando me he pedido parón, lo hacía por el terrible cansancio que ha supuesto su dedicación en algunos períodos de los últimos años y también ante las circunstancias. Esos intentos de retar a la vida, esas apuestas que no salieron como esperaba, aunque fueron terriblemente valiosas.
En todas mis despedidas, quedó una puerta abierta al regreso. Y volví.
Hoy, que me despido hasta septiembre, diré que no me voy por nada en particular, ni siquiera por cansancio. Tengo cuerda para rato, tengo ganas de más. Pero el consumo en este mes - veraniego en el Hemisferio Norte - baja tantísimo que es mejor esperar por ti. Hoy no me despido yo, hoy te despides tú.
Lo bueno de todas las despedidas es que el descanso ha hecho regresarme con fuerza; lo malo, que las interrupciones pierden seguimiento. 
Supongo que las discretas visitas, especialmente comparadas con el anterior blog, también se deben a la elección de temas, la extensión de los textos, la desaparición de posts dedicados a series y la personalización del blog. El anterior era una revista; este, bien lo sabes, es mucho más. 


Las visitas pueden preocuparme. Cuando sí son cuantiosas, son una buena recompensa ante el esfuerzo, sin duda. Pero creo que seguiría aunque fuera hablando solo.
O hablando para los que sé que siguen viniendo por aquí, para los que caen por casualidad y se quedan, para los que están por llegar.
- ¿Por qué escribes tanto por nada?
La pregunta te la devolvería.
- ¿Y tú por qué vives?
¿Nada? Lo es todo.


Escribo, luego existo, en este rectángulo de Blogger, en un tiempo determinado, ante un reto o bajo una rutina, rascándome la cabecita o, simplemente, haciendo el vago y dándole al teclado en el último momento, a ver qué sale. 
Prevalece la necesidad de compartir una idea, de compartir lo que sea. Para eso, asaltamos Internet, para echar nuestras diarreas mentales, esas en las que, a veces, se encuentran diamantes de verdad. 
Imitaciones a la vida que brillan más que la vida misma.


Volver al hogar, sí. 
"Imitación A La Vida" es mi casa y ha mirado los caminos de los dos últimos años con la curiosidad del espejo. Ahora me ha visto volver a mi tierra y asegura que me ha sentado bien, que la familia es muy importante, que recupero la salud, que pongo a punto la esperanza. 
Que, oh, maravilla, hasta me han salido dos trabajillos de traducción muy bien pagados y he cumplido con ellos, deseando, siempre deseando, que esto signifique un cambio de suerte. 
Ese cambio de suerte que será mejor no dejar a la misma suerte.


Voy por mi vida a la búsqueda de su significado, preguntando por qué hago unas cosas, por qué dejo de hacer otras, mientras intento descifrar dramáticamente las épocas, los meses, los cambios de opinión, los acontecimientos. Y éstos simplemente suceden, de manera improvisada, sin férreo libreto hollywoodiense que valga.
Ante ellos, ante nosotros mismos, hay que estar a la altura, demostrar fuerza y dejar la puerta entreabierta a lo mejor, a lo bueno, a ti.


La puerta de este blog queda entreabierta, hoy y en las próximas semanas. 
En septiembre, "Imitación A La Vida" regresará con su tercera temporada y empezaré a pensar qué secciones seguirán, cuáles podría inventar, qué timonazos para cuáles rumbos. 
Sé que publicaré este post y, tras respirar con el alivio de cualquier vacación, echaré de menos idear uno nuevo al minuto siguiente.
Me encanta este blog, dije acaso con un severo síndrome de Estocolmo.

miércoles, 6 de agosto de 2014

Los Judíos y Las Películas


De las líneas de la Biblia hasta las páginas de la prensa contemporánea, se leen los judíos, se cuentan, se comentan, se atacan, se defienden. 
Son el llamado "pueblo elegido por Dios", que abrió las aguas del Mar Rojo para deleite de la parábola y, mil crónicas después, recorrió el espinazo del mundo entero cuando apareció de entre los desmantelados campos de exterminio que el nazismo les tenía reservado.

Adrien Brody en "El Pianista"

Persecuciones, aborrecimientos, niveles de integración y ortodoxia, ¿se hicieron los judíos estrictamente reservados por el odio histórico que les dedicaran otras civilizaciones? ¿O el odio fue precisamente por ese hermetismo? 

"Europa, Europa"

Violentos pogroms y expulsiones sistemáticas, entre el racismo y la suspicacia que suscitaban sus habilidades financieras, llegarían hasta el siglo XX.
Sobre las comunidades judías, han caído los prejuicios y los estereotipos, que se viven desde la parodia de su físico hasta la creencia en conspiraciones con los masones para instaurar un nuevo orden mundial, con la estrella de David como giratorio símbolo.

"A Serious Man"

Como decía Topol en "El Violinista en el Tejado": "Dios, ¿no podrías elegir a otro pueblo de vez en cuando?". 
La trágica historia del judaísmo es también la milagrosa historia de su supervivencia, a lo largo de los siglos, las naciones y las generaciones.

Amy Irving y Barbra Streisand en "Yentl"

¿Y qué decir del cine? Como el mundo, la presencia de judíos fue tan considerable como articulado fue el antisemitismo.
No es nuevo aquello de que Hollywood es judío. Siempre lo fue, y muchas de sus estrellas ocultaban o reservaban esa infancia en barrios neoyorquinos o esa condición de hijos de emigrantes.
Hollywood se convertía en la representación del triunfo del judaísmo en su llegada al Nuevo Mundo. Como todos sus triunfos, fue vivido en una necesaria discreción.

Groucho Marx

Directores emigrados de la Europa asediada esculpían las películas que amamos, y éstas a su vez iban financiadas y mimadas por las fortunas de Carl Laemmle, Samuel Goldwyn, William Fox, Jack Warner, Louis B. Mayer y Adolph Zukor, todos hechos a sí mismos, todos judíos. 


Los seis nombres decisivos del cine clásico de Hollywood y la prueba de que fueron los judíos quienes lo inventaron. Imágenes, palabras, valores, deseos. 
Entienda usted el ejemplo: detrás de las épicas biblicas más populares del cine, esas que cuentan los orígenes míticos del asunto, no sólo está Cecil B. de Mille, sino también Adolph Zukor, dueño de la Paramount.

Charlton Heston en "Los Diez Mandamientos"

Esa tendencia se contraponía drásticamente con el propio tabú que significaba contar el judaísmo y el antisemitismo en una película. 
Aún que aparezcan ambientes y familias judías en más de una, el verdadero drama y sus palabras se esquivaban, una y otra vez.

"El Cantor de Jazz"

De hecho, la palabra "jew" pasaba por el corrector del Código Hays.
En "La Vida de Emile Zola", la biografía del escritor francés se interesa pronto por su defensa de un caso paradigmático de antisemitismo: el general Dreyfus, condenado a cadena perpetua tanto por la justicia como por la opinión pública.
Sólo se nombra una vez la palabra "jew" y aparece escrita en un papel, pero el potente resultado fue suficiente para recibir el favor de la Academia, tanto como mejor película como por la sentida interpretación de Joseph Schildraukt como Dreyfus.
Fue primera de tantas veces donde una tragedia judía recibiría el dorado apoyo de la Academia.

Joseph Schildraukt en "La Vida de Emile Zola"

Pese a la persecución a la que estaban siendo sometidos en Europa, Hollywood guardó una económica reserva durante ciertos años, también testimonio del debate que se vivía en el país. 
Las declaraciones antisemitas de Charles Lindbergh contrarrestaban con películas como "Tormenta Mortal", donde Frank Morgan interpreta a un maestro austríaco condenado a prisión por los nazis.
Título estrenado en 1938, que aún esquiva la palabra "judío" y la sustituye por la profiláctica "no ario".

Frank Morgan en "Tormenta Mortal"

Cuando los norteamericanos entraron en Auswichtz y las fotografías de las cámaras de gas aparecieron en la prensa, tanto la sociedad como el pensamiento científico sufrieron una sacudida incalculable. 
Hasta entonces, la Historia se consideraba como un progreso en positivo, liderado por la civilización occidental, esa que ahora destapaba la mayor salvajada criminal hecha con la connivencia de un Estado y una sociedad presumiblemente avanzados. 
Los judíos a través de las rejas alambradas, desnutridos, enfermos, con su número de serie tatuado en el brazo, con el Horror en sus ojos: no sólo cambiaron al mundo, también se convirtieron en una de las imágenes más contundentes que podía divulgar el séptimo arte.


Irónicamente, fue Darryl F. Zanuck, uno de los pocos productores no judíos del Hollywood clásico, el que articuló el problema del antisemitismo a un nivel cotidiano. 
Su valiente "Gentleman's Agreement" descubría un silencioso protocolo social donde los judíos debían ocultar su origen, cambiar su apellido si era posible y ser conscientes que había lugares y esferas en los que nunca serían bienvenidos. 

Gregory Peck en "Gentleman's Agreement"

Se destapaba el escándalo de la aversión a toda una comunidad, no sólo a los bestiales niveles del nazismo, sino también en los sutiles escenarios de la vida urbana del Nuevo Mundo. 
"Gentleman's Agreement" hoy aparece muy envejecida y discursiva, pero fueron dos huevos puestos encima de la mesa. Por supuesto, ganó en los Oscars.
Curiosamente, todo el reparto y equipo creativo de "Gentleman's Agreement" fueron llamados al orden por el comité de McCarthy, porque ahora la nueva fiebre era el anticomunismo y aquello, más que una reunión de prosionistas, se sintió como un nido de rojos. 
También de manera curiosa, el tabú dejaba de serlo y valía para reemplazar otros. 
En la historia original de "Crossfire", un hombre acababa asesinado cuando invitaba a unos militares a su casa. 
En su adaptación cinematográfica, la lectura homosexual se cambió por un conflicto antisemita, más candente, mejor mirado en aquellas fechas, circundantes a la creación del estado de Israel.

"Crossfire"

El Holocausto y sus cicatrices conquistaron pronto el cine que denunciaba el horror del nazismo.
Dolores Hart era una judía liberada de los campos de concentración en "Lisa", para descubrirse posteriormente que la habían esterilizado. Llegar a Israel compone la trama y la salvación del personaje.

Dolores Hart en "Lisa"

Pero la película que definió la nueva jugada y cambiaba la opinión de la sociedad estadounidense para siempre fue "Éxodo", según el best-seller de Leon Uris. 
Ambientada en la primera ocupación de los territorios palestinos y la creación del estado de Israel, esta soporífera superproducción de Otto Preminger jugaba al tono épico y vendía con maniqueísmo la legitimidad del disputado asentamiento. 
Promovía esa creencia de que cualquier oposición a Israel es prueba de antisemitismo y proporcionaba buenas dosis de odio a los árabes.

Sal Mineo y Jill Haworth en "Éxodo"

"Éxodo" significaba también el descubrimiento de que el gorgeous Paul Newman era judío. 
En la escena más recordada, Peter Lawford, que incorpora a un antisemita oficial inglés, bromea con el físico de los judíos por inconfundible, mientras Newman le pide que mire si tiene algo en el ojo, sin que el oficial se percate de que lo está poniendo en evidencia.

Peter Lawford y Paul Newman en "Éxodo"

"Éxodo" vendió Israel como ninguna otra película de su época, aunque olvidó nombrar los intereses británicos y estadounidenses en las reservas energéticas de la zona, auténtico valedor del asentamiento en la conflictiva zona.
Y, desde Shelley Winters hasta "El Violinista en El Tejado", Estados Unidos en imágenes se confirmaba como el único país que podía rivalizar con Israel en cuanto a poderosa, pujante sociedad judía. 

Shelley Winters en "La Aventura del Poseidón"

Los años setenta vieron la irrupción del genial Woody Allen, glosador de sí mismo y parodiador de casi todo, incluyendo su origen cultural y religioso.
La diva Barbra Streisand representaba no sólo la victoria, sino el orgullo. Nunca quiso cambiar su físico y enfilaba la nariz hacia arriba como la aparición de una nueva y posible belleza jewish.
Barbra aparecía en "Tal Como Éramos", que relataba la Historia reciente del país, metaforizada en la pareja que forman una inteligente judía neoyorquina y un dorado blanco protestante.
Si se hacía la suma jew y WASP, se obtenía a las nuevas generaciones, integradas, desprejuiciadas, aunque viviendo entre las deudas de sus orígenes y lo incierto de los tiempos.

Robert Redford y Barbra Streisand en "Tal Como Éramos"

"Julia", hermoso melodrama que recogía la amistad entre Lillian Hellmann y una activista judía víctima de los nazis, permitió ganar el Oscar a Vanessa Redgrave.
Vanessa interpretaba a la activista judía, por lo que reinó el desconcierto cuando apareció un documental llamado "The Palestinian", donde la Redgrave bailaba con una Kalashnikov.
No fue nada comparado con su discurso de aceptación. 

Vanessa Redgrave

Dijo que siempre estaría del lado de la libertad de expresión, de los perseguidos y las víctimas de los abusos del poder, denunciando la escalada de violencia de Israel sobre Palestina y asegurando que había recibido amenazas de "una panda de matones sionistas". 
La judía Hollywood reaccionó con abucheos al discurso de Vanessa y, durante la misma noche, Paddy Chayefksy, galardonado como guionista, le recriminó el uso de los Oscars como palestra política.
Vanessa se mantuvo como activista y pacificadora. 
Detrás, la verdad de que el pueblo antes perseguido ahora desplegaba escalofriantes represalias, entre largas, nunca terminadas guerras con los islámicos.

Ingrid Bergman como Golda Meir

Hollywood veía el problema demasiado complicado y prefería aplaudir piezas retrófilas que hablaban de los pioneros en superar las barreras del antisemitismo, como "Carros de Fuego".


Ben Cross en "Carros de Fuego"

En "Érase Una Vez En América", la creación del país se cuenta a la perfección a través de la historia de unos niños del barrio judío, pequeños delincuentes que el tiempo encontraría convertidos en poderosos en la sombra, con un cambio conveniente de nombre en el interín.

James Woods en "Érase Una Vez En América"

Que el cine norteamericano está controlado por fortunas judías del estilo se vive entre la obviedad y la paranoia.
Mel Gibson la emprendía a insultos con los magnates - entre ellos, los topoderosos hermanos Weinstein - y su carrera se iba al retrete en cuestión de un abrir y cerrar de ojos, mientras George Lucas parecía cumplir con las sospechas de antisemitismo que se cernieron siempre sobre él cuando incluía a Jar Jar Binks en su galáctica saga, salvaje caricatura donde las haya.

Harvey y Bob Weinstein

Su compañero de generación, Steven Spielberg, se llenaba de Oscars de la manera más infalible: Holocausto en imágenes.
"La Lista de Schindler" conmovió, pero ventilaba el conflicto como una oposición entre implacables malvados y extras que corrían desnudos, anónimos entre el frío.
La película ajustaba cuentas del momento más trágico del judaísmo, sin contar nada nuevo sobre él.

"La Lista de Schindler"

De manera sorprendente, Spielberg se hundía y embebía del conflicto israelí-palestino en "Munich", una de sus obras más infravaloradas y más maduras, ambientada en la búsqueda de los responsables del asesinato de unos atletas israelíes durante las Olimpiadas. 
"Munich" sabe de la complejidad inescrutable del eterno pique entre judíos y árabes, su relación con la Guerra Fría y esa imposibilidad de dar una respuesta precisa y solucionadora al terrorismo.

"Munich"

Mientras el judío norteamericano aparece ahora entre las cuitas del barrio residencial, tal y como cuenta "A Serious Man", el cine venido de la Tierra Prometida está decididamente plagado del saldo de tantos años de violencia, sangre y militarismo.


Ante el conflicto inacabable que protagonizan los asentamientos judíos en Oriente Próximo, se impone un nuevo "acuerdo de caballeros", en el cine y fuera de él. 
El acuerdo de esa epidemia que significa la corrección política, la misma que cierra bocas, bloquea opiniones y propicia esa tonta confusión entre la crítica a una política y la manifestación de sentimientos antisemitas,
El acuerdo que no consigue ocultar la escalofriante verdad de que los eternos perseguidos ahora prefieren revelarse como los definitivos abusones, que actúan con impunidad, se visten de Imperio, se amparan en legitimidad y contestan terrorismo con Terrorismo.
Hablo de ese mismo acuerdo que tiene un efecto boomerang, y termina por subsumir a la sociedad judía, en todas sus facetas y grados, con las actuaciones ilegales de Israel como brazo armado del imperialismo norteamericano.  
Por aquello de callar, aceptar, mirar para otro lado. Caer en la trampa, caer en el espejo de sus antiguos enemigos. 

Felix Basserman en "Ser O No Ser"

¿Hay películas que cuenten, denuncien, planteen este nuevo "acuerdo de caballeros"? ¿Vencerán los palestinos en los Oscars algún día? ¿Volverán a premiar a Vanessa Redgrave?
La posición de la sociedad rica y beneficiada es determinante; la disensión de opiniones entre personalidades de Hollywood y artistas europeos, muy significativa. 
Mientras, la desinformación proveída por los medios de comunicación y esa perpetuidad del papel victimista para cobrárselas con vil brutalidad sólo causarán más tristeza, más drama, más desquites, más muertes. 
Al final del día, existe un sentimiento en el mundo más arraigado, más paranoico, más dramático que el antisemitismo. 
Aparece en imágenes, se vive hasta por omisión, se siente en las discusiones sobre el tema. Llámelo usted arabofobia y reserve sus consecuencias para el severo, infalible juicio de la Historia.
Oh, la Historia, ese puñado de lecciones que este mundo no quiere aprender.

martes, 5 de agosto de 2014

Cuestión de Bogie


Este hombre incomparable vive en las listas de muchos cazadores de mitos como la mayor estrella cinematográfica de la Historia. ¿Fue el cine una cuestión de Bogie?
Desde las pantallas del yesterwhen, todavía se cuenta a Humphrey Bogart, con su cigarrillo colgando, con su cicatriz en el labio, con su ceceo, con su cinismo, con su sentido del humor, con su trastienda. Todos sus antihéroes escondían una triste historia, translucían romanticismo, encendían otro cigarrillo mientras miraban con detenimiento. 
La leyenda cuenta que, si usted aspira a enamorar a una señorita, mejor comportése como Bogart, ese icono de virilidad e individualismo, labrado a fuerza de ser él mismo.
Humphrey, tan estrella y tan poco estrella. Nunca fue bello y aún rompe corazones, mientras odió todas las etiquetas que quisieron ponerle. Sólo la de "tipo duro" le viene bien y, aún así, es demasiado grande para él.


Como triunfo de la personalidad sin cursilerías en plena fábrica de sueños, los personajes de Humphrey Bogart eran él mismo y, como los grandes artistas, su empeño fue buscarse a través de sus creaciones.
Dicen que no tomaba en serio nada. "El mundo está siempre a una copa de menos", dijo.
Pero se desvivía por su profesión, por hacer bien su trabajo. En sus balbuceantes inicios, se ponía nervioso; en la cima del bogartismo, los directores alababan su concentración, hoy contemplada en ese estilo pulido, nemésis de la afectación.


El cine fue cuestión de Bogie, sí, cuando emocionaba de repente, en plenos decorados de plástico, bajo historias de derribo. "He hecho más malas películas que ningún otro actor conocido", aseguraba. 
Exigente, adicto a la soledad, de difícil carácter e instigable corazón, sus ojos contaron la estrella, pero el modo en que perdían sus personajes fue derecho a todos los espectadores, que le devolvían la mirada desde la sala oscura.


La infancia de Humphrey Bogart lo decía acomodado en Nueva York, con un padre cirujano y una madre ilustradora comercial. Sus profesionales, ocupadísimos, brillantes progenitores lo educaron sin mimos. Un beso era excepcional en casa de Humphrey, del que muchos niños se reían por lo atildado de su nombre y por la manía de vestirlo a lo pequeño lord que tenía su madre.
Los padres lo veían en Yale, aunque Bogart, errático estudiante, fue expulsado ante el descorazón familiar y enseguida se enrolaba en la Armada, para la que combatiría en la Primera Guerra Mundial.
Los mitos sobre el origen de Bogart - su fecha de nacimiento, el origen de su cicatriz, el porqué de su ceceo - se dicen construcciones de la Warner en los inicios de su popularidad, pero él tampoco desmintió tajantemente ni aseguró nada. Como siempre en Humphrey, había cosas que quedaron estrictamente reservadas.


En el teatro neoyorquino, apareció como un camarero japonés con una sola línea, que pronunció entre unos nervios bastante evidentes.
Sus intereses interpretativos eran sólidos y ya dignos de toda su seriedad, aunque aquellos inicios vivieron entre la sequía de oportunidades y la bancarrota de su familia.
Entre un segundo matrimonio desastroso y la muerte de su padre, Humphrey comenzó a beber con trágica destreza en los garitos clandestinos de tiempos de la Prohibición, mientras se terminaba dos cajetillas de Chesterfield antes de que terminara el día.
Los embates permitieron una primera oportunidad cinematográfica: "Up The River", también debut de Spencer Tracy, amigo de por vida, compañero de borracheras y el responsable de llamarlo Bogie.
Los roles de dureza se resistían, pero llegó "El Bosque Petrificado" y todo cambió. 
Como el terrible gángster Duke Mantee, Bogart conquistó las tablas de Broadway y los aplausos hacían lógico que incorporara el papel en el cine. La Warner, sin embargo, se resistió y demandó a Edward G. Robinson.
Fue Leslie Howard quien puso un últimatum al estudio y Bogart hizo vibrar también las pantallas con Mantee, mientras firmaba un contrato con el estudio y, a todos los efectos, era el nuevo villano de la ciudad.

Con Leslie Howard y Bette Davis en "El Bosque Petrificado"

Pese a la estatura de "El Bosque Petrificado", la Warner prefirió derivar a Bogart a todos los papeles de gángster que rechazaban los otros chicos malos del estudio. Aunque no se quejó con tanta fiereza como muchos de sus compañeros, lamentó repetidas veces el trato y las condiciones de trabajo que le reservaba la presuntamente glamourosa profesión.
Durante los años treinta, sólo su aparición en "Dead End" destaca entre numerosos canallas que acababan a tiros por James Cagney o George Raft.

Con Claire Trevor en "Dead End"

Fue Raft quien dejó pasar el papel que hizo de Bogart una cuestión del corazón.
En "High Sierra", irrumpía el más luminoso antihéroe, ese delincuente cansado que huye como una alimaña para que el público se identificase más que nunca con el lado triste de la vida.

Con Ida Lupino en "High Sierra"

¿Se abrió el noir con Bogart? Sin duda, cuando cazaba el personaje de Sam Spade, el detective de cinismo y frase rápida de "El Halcón Maltés", una de sus grandes películas y la primera vez que coincidía con su director de cabecera y compañero del alma: John Huston.

"El Halcón Maltés"

Sería en los decorados más postizos de la Warner y con el guión menos prometedor, donde Bogart se haría ese fetichizable caballero con todas las de perder, menos la devoción del público. 

Como Rick en "Casablanca"

Sucedía en "Casablanca", el gloriosamente sobrevalorado clásico de amor y guerra, que no sería nada sin Bogart y sin su Rick, el mismo que se queda helado cuando ve a Ingrid Bergman en su africano nightclub.
Película de mística tan particular definía a la perfección los hombres con código de honor propio e instransferible de Humphrey.
Ingrid, que nunca volvería a coincidir con Bogart, dijo que lo besó, pero nunca lo conoció. 

Con Ingrid Bergman en "Casablanca"

Según parece, Humphrey prefiría no intimar con sus compañeras de rodaje, a riesgo de los infernales celos de su tercera mujer, Mayo Methot, señorita que, con dos copas, protagonizaba unos episodios de violenta paranoia. 
Pero la tónica de no llamar al lobo se rompió cuando Bogart encontró a la joven Lauren Bacall en el set de "Tener y No Tener". 

Con Lauren Bacall en "Tener y No Tener"

El encuentro fue flechazo, para celos de Howard Hawks, desplazado como mentor de la recién llegada, de quien dijo tuvo que hacer de Slim toda su vida, porque era el personaje de lo que Humphrey Bogart se había enamorado.
El romance entre Humphrey y Lauren se vivió de manera muy discreta hasta que él consiguió finalmente el divorcio de Mayo y pudieron casarse.
Junto a ella, compartió escena en cuatro películas más, que revivieron la química y la física, consagrados para la posteridad como pareja indiscutible del cine negro.

Su boda con Lauren Bacall

En aquellos años, Bogart se permitió otro paseo con John Huston en "El Tesoro de Sierra Madre", brutal retrato sobre la condición humana, cuya calidad no fue suficiente para asegurar buenos datos de taquilla, asunto que disgustó a Humphrey.

"El Tesoro de Sierra Madre"

Otra película de enjundia, "En Un Lugar Solitario", también se decía demasiado pesimista para la audiencia, aunque, en palabras de Louise Brooks, contiene el personaje que más se parece al mismo Bogart y el que podía interpretar con complejidad: el orgullo artístico, el egoísmo, el alcoholismo, la falta de energía interrumpida por relámpagos de violencia.

Con Gloria Grahame en "En Un Lugar Solitario"

En los rodajes, podía desatar el Infierno con quejas, como sucedió en "Sabrina", o ser increíblemente compasivo, como cuando entendió que Gene Tierney sufría un problema mental y la instó a buscar ayuda cuanto antes.
Aunque no completara su educación, se lo reconocía culto, leído y con tranquilas, pero firmes opiniones políticas. Su talante democráta-liberal se vio más que nunca cuando encabezó una marcha en Washington contra lo que sucedía en la caza de brujas de McCarthy, aunque la mala publicidad devenida lo hizo jurar y perjurar que no era comunista, "sólo un americano bobo".
El americano bobo se enrolaba en su mayor aventura para el cine cuando se mudó a África para un rodaje con John Huston y Katharine Hepburn.
En "La Reina de África", fue Charlie Allnut, el bebedor de la barcaza destinado a entenderse con una puritana de sombrero.
Este clásico unía a los dos fueras de serie por excelencia y la emoción fue tal que Bogart ganó el Oscar.

Con Katharine Hepburn en "La Reina de África"

Se llevaba el Oscar por encima de Marlon Brando en "Un Tranvía Llamado Deseo", actor e interpretación que, como a muchos de sus compañeros, preocupaba enormente por el cambio de juego que representaba. Bogart habló de Brando con tanta admiración como sorna. "Será el más grande cuando se quite la patata de la boca", afirmó.
Su aparición en "El Motín del Caine" fue decisiva porque anunciaba su inevitable pérdida. La mala salud saltaba a la vista y su testarudez y excesos se negaban a ponerle remedio.
Sustituyendo a Cary Grant, se le vio en su papel más offbeat, Linus Larrabee en "Sabrina", de la que entró a regañadientes y salió echando pestes. 

Con Audrey Hepburn en "Sabrina"

Se sintió también incómodo frente a la inexperiencia de Ava Gardner en "La Condesa Descalza" y, cuando vio su último papel memorable, el canalla que secuestra a una familia en "Horas Desesperadas", decidió que estaba demasiado viejo para malvados de energía.

Con Fredric March en "Horas Desesperadas"

Tras empeñarse en ignorar su enfermedad, finalmente se dejó tratar el avanzado cáncer de garganta que padecía. Acabó esquelético y postrado en una cama, mientras recibía visitas de sus amigos. 
Spencer Tracy fue uno de los que acudió a ver a su viejo Humphrey.
Al despedirle, Spencer le tocó en el hombro y le dijo: "Buenas noches, Bogie", a lo que Bogart contestó "Adiós, Spencer". Tracy, con el corazón en un puño, entendió.
A la edad de 57 años, Humphrey Bogart moría.
Acababa de empezar el año 1957, aún época grande para el Hollywood que debía despedir a una de sus imprescindibles figuras.


Lauren Bacall, viuda y madre de los dos hijos que hicieron padre a Humphrey después de los cuarenta, colocó un silbato en el féretro. "Si me necesitas, silba".
Lauren también quiso que Spencer Tracy dijera unas palabras en el funeral, pero Tracy estaba destrozado. John Huston fue quien se subió y habló.
"Nunca se tomó en demasiado en serio. Su trabajo, sí. Su figura un tanto chillona de estrella de cine le provocaba un divertido cinismo. Era el Bogart actor al que respetaba... Existe una pica en las fuentes de Versalles que mantiene a los peces en actividad y evita que engorden y mueran. Bogie encontraba deleite en hacer un trabajo similar en las fuentes de Hollywood... Sus pullas no hacían daño al alma, sólo sacaban a flote la complacencia de los demás... Es irremplazable. No habrá otro como él".


Seis décadas después de su muerte, mucho me consta que John Huston tenía razón. No habrá otro como Humphrey Bogart.