Siempre queda algo que decir sobre ella.
Cincuenta años después de su muerte, resta prensa, sobreviven suspiros, irrumpen imágenes acerca de Marilyn Monroe. Fotos desordenadas, una tras otra, para que nadie se atreva a olvidarla nunca.
Ya lo pronosticó Andy Warhol: la cara de la Monroe, multiplicada por mil.
Detrás de la entidad de bomba sexual, se contó la determinación de una chica de tristes orígenes.
Ella mismo se definió como una pobre Cenicienta; una niña que navegó entre abusos y casas de acogida, para llegar finalmente a Tinseltown.
Lo que hizo por el camino es ese interrogante que han querido despejar muchos, mientras los mitómanos han preferido desconocer.
Tantos años después, aún salen a la superficie imágenes inéditas, donde se la ve desnuda, con la faz del falso deseo, de cuando aun no era Marilyn, de cuando seguía siendo Norma Jean Baker.
Los inicios, los apartamentos, los deseos. Hollywood la acogía hacia finales de los años cuarenta.
De repente, lo había conseguido y ya era Marilyn Monroe.
De repente, lo había conseguido y ya era Marilyn Monroe.
Robó la escena en sus primeros papeles, y la rubia doblegaba la década de los cincuenta en el abrir y cerrar de cremallera del más glorioso de los vestidos.
Con Richard Allan en "Niágara", su primer gran éxito |
Allí estaba esa mujer barroca, curvilínea, de labios rojos y pelo platino.
La suprema contradicción; en una época que predicaba el orden y la represión sexual, irrumpía esa diosa del sexo, ese motivo de erotización colectiva, que miraba a cámara, juntaba los morritos y cantaba cosas como "My heart belongs to Daddy".
Loca por los diamantes en "Los Caballeros Las Prefieren Rubias" |
Marilyn en las pantallas, Marilyn para el mundo. La primera portada
de "Playboy" fue para ella y los soldados casi se vuelven locos
cuando la vieron aparecer en Corea.
Como en sus películas, la Monroe se hacía la tonta, para decir algo inteligente al final.
Su tremenda fama internacional no fue suficiente para ella y luchó por ser considerada una intérprete de interés, más allá de su entidad de bombón hollywoodiense.
El Actors Studio no pudo encontrar una gran actriz en ella, pero sí halló la ternura de su mirada, agazapada tras las curvas, tras las tetas, tras los labios, bajo el pelo platino. El desvalimiento de una reina, como otra contradicción.
En "The Misfits" |
Sus últimos años estuvieron marcados por la depresión y la desesperación.
La vida nunca le dio buenas cartas con las que jugar, y su tristeza se intensificaba a la medida de los amores fallidos y los fracasos personales. Y la perpetua, terrible sensación de haber sido sistemáticamente utilizada por Hollywood y por los hombres.
Sumado a sus intentos de trascender artísticamente, los rodajes de sus películas se convirtieron en un infierno, por culpa de sus retrasos, caprichos e inseguridades.
Preguntado al respecto, Billy Wilder aseguró que jamás le importó esperar por Marilyn; al fin y al cabo, ella era lo que iba a vender entradas.
Zampándose a Laurence Olivier en "El Príncipe y La Corista" |
El divorcio de su tercer marido - el dramaturgo Arthur Miller - aceleró la espiral de amargura, de la que Marilyn nunca pudo escapar.
La mañana del 5 de agosto de 1962, aparecía muerta en su apartamento. Tal como ella había nacido para ser un mito, su muerte quedó rodeada de leyenda.
Lo sucedido aquella noche ha despertado las más variopintas teorías conspiratorias: esas llamadas a Peter Lawford, esas incongruencias de la escena, esas amistades peligrosas de la Monroe.
Pero como escribió el forense, quizá sólo fue un suicidio. El último episodio de una vida y una mente que nunca encontró descanso ni felicidad ni posibilidad de perdonarse.
En uno de los múltiples escenarios de su vida, había aparecido, más plateada que nunca, para cantarle el cumpleaños feliz al presidente John F. Kennedy.
En retrospectiva, la imagen resulta de una ironía colosal.
Primero, porque fue su amante durante cierto tiempo y el hecho de que ambos se prestaran al numerito es de una obscenidad inexplicable.
Y, en segundo lugar, porque ninguno de los dos tendría muchos más cumpleaños que celebrar.
"Happy Birthday, Mr. President..." |
Sus respectivas muertes se vieron como el inicio de una era insegura, marcada por malas noticias, previsiones de catástrofe, pero también de ganas de futuro.
Ella quedó en la retina, para repetirse en escaparates, en libros de Historia del Cine, en reposiciones televisivas de sus películas.
Sonriendo como la fabulosa que fue. Y haciéndose, de la noche a la mañana, la representación icónica del siglo XX.
La imagen del cine, la fama, el consumo, la globalización. Ella, como una marca americana y genuina, de esas de las que no se puede apartar los ojos.
Y Marilyn es también la historia de una mujer vista, pero nunca mirada; pensada, pero nunca entendida; comentada, pero nunca conocida.
Otra contradicción. Tantas imágenes y relatos sobre ella y aún no sabemos quién fue, cómo era, qué quería, adónde iba, Marilyn Monroe.