viernes, 27 de julio de 2012

"Excalibur"


Se la reconoce, sin temor a equivocación, como esa intoxicante película que narra la leyenda artúrica con la música del Carmina Burana
En 1981, irrumpía una poderosa cabalgada fílmica llamada "Excalibur", firmada por John Boorman.
Ante el resultado, el crítico Leonard Maltin la calificaría como "excéntrica e hipnotizante; la pieza de un director todopoderoso".
Cual protagonista de tan inmortal historia, la labor de Boorman fue crear una obra singular, bajo su estricta mirada y con la determinación del proyecto supremo. 
Una tierra, un solo rey, ambicionaba el rey Arturo. Una película, un solo creador, demandó John Boorman.


Deudora del revisionista cine europeo de décadas precedentes, "Excalibur" también es la misma locura de títulos como "Capricho Imperial", de Von Sternberg, o "Iván El Terrible", de Eisenstein. 
Con ellas, comparte lo exaltado en tonos, interpretaciones y estéticas, como si contar la Historia, el mito y la leyenda equivaliera a una declaración operística, bordeando lo desafinado en más de una ocasión. 

Nigel Terry es Arturo

Como gran parte de la obra del ecléctico - y un tanto turuleta - John Boorman, "Excalibur" suscitó en su día opiniones encontradas.
Pero todos acordaron que la operación plástica era sencillamente genial; una confluencia de estilos artísticos, donde el decorado, las luces y los sonidos llegaban a expresar más sobre el drama que las acciones y los diálogos de los personajes.

Helen Mirren, espectacular bruja Morgana

"Excalibur" es una obra compleja. No es sólo ese aclamado ejercicio de esteticismo, sino también la más certera adaptación del mito artúrico y una mirada monumental a la Edad Media.

Nicol Williamson como Merlín

La historia del oscuro rey Arturo es la historia de la transformación desde el paganismo hasta la civilización occidental, simbolizada en el paraíso de Camelot, esa utopía de la paz y la unión de los hombres bajo un monarca justo.

La suntuosa boda de Arturo y Guenevere

La Edad Media, que no fue tanto oscura como esplendorosa y decisiva, se cuenta con la potencia de su brutalidad, la dignidad de sus luchas en los bosques y la larga agonía de sus noches de hambre y enfermedad. 

La culpa de Lancelot

El Tiempo, simbolizado por el rey Merlín, es atrapado por el Mal, metaforizado en la viciosa bruja Morgana. 
Será la tristeza quien haga presa de Arturo, víctima de los pecados de los hombres y de los suyos propios.
La búsqueda del Santo Grial arruinará su empresa para siempre, pero la renovación de la fe hará posible una última batalla para establecer su legado histórico y moral.

"No puedo perder la fe, Lancelot. Es todo lo que me queda"

La lucha entre el Bien y el Mal es el leit motiv de "Excalibur", donde las pasiones y los sentimientos se confunden y donde la virtud vive un día para caer presa de la disipación con la llegada de la noche. 
El amor se viste de adulterio, mientras las espadas guerreras son las únicas que pueden traer la paz.

La Dama del Lago

La Edad Media fue el laboratorio del ser humano, tal y como lo conocemos. "Excalibur" lo metaforiza a la perfección.

Gabriel Byrne como Uther Pendragón

"Excalibur" es una película brillante de principio a fin, con esas armaduras de plata, con esa sangre resplandeciente, con esos velos que ocultan caras demudadas y camas fagocitantes.
Un título pionero, del que muchas obras posteriores han bebido generosamente, desde el "Drácula" coppoliano hasta el "Romeo y Julieta" luhrmanniano.

La rivalidad entre Helen Mirren y Nicol Williamson no se limitó a sus personajes

Como fruto de su época, "Excalibur" se alínea en la épica grandiosa - algunos dirán grandilocuente -, que se puso muy de moda en los primeros años ochenta. 
No olvidemos que 1981 vio también el estreno de temas pop como "Total Eclipse Of The Heart" o "Only Time Will Tell", cuyos acordes progresivos y orquestales y sus letras exageradas y muy sentimentales todavía ponen en guardia.
"Excalibur" es exceso ochentero, pero de muy altos vuelos.

Helen Mirren y Liam Neeson

Desde 1981 hasta ahora, "Excalibur" se ha mantenido como un curioso ejemplo de obra personalísima y, a la vez, terriblemente popular; un título amado por muchos, que no dudan en cazarlo en cualquier reposición. 

Patrick Stewart y Cherie Lunghi como Leodegrance y Guenevere

Porque es imposible ver una imagen suya y no querer contemplar la siguiente. Distinción de clásico, quizá.

3 comentarios:

  1. Excelente revisión Jos.

    Una película magnífica. Además, has hecho referencia a dos elementos muy precisos que me llaman la atención: ópera y leit motiv. No es de extrañar, pues el uso de la música de concierto en esta película es totalmente acertado. Wagner se acopla sin problemas a esta maravilla de film ochentero. Tuve la suerte de analizar la música aplicada a "Excalibur" en un curso y es impecable. Incluso en la aparición de algo ya tan trillado como el "Carmina Burana" de Orff. En una lectura más profunda, el tema final de esas músicas es el mismo que nos ofrece la película.

    Por lo demás, un ejercicio estético no exento de contenido. Buen ejemplo del lado bueno de los años 80.

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  2. Siempre apetece un clásico, y este es de los buenos. Resplandor de luces, música desbordante, actuaciones que quedan en la memoria, y bien mezcladito todo. Desde Geoffrey de Monmouth, pasando por Sir THomas Malory hasta John Boorman. Nos llega esta obra para la historia del cine y tu nos la recuerdas, porque no se ha de olvidar estas maravillas.

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  3. Siempre me ha parecido que fue el antecedente en dirección artística de la trilogía de los anillos de Jackson. La trama por supuesto es operística, y eso es lo que atrapa: la tragedia. Muy buena película, la mejor sobre los mitos arturicos.

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