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jueves, 23 de mayo de 2013

Tom Hardy


El último verano, desde las imágenes del enésimo blockbuster, Tom Hardy bramaba:
- Let the games begin!
Que los juegos empiecen, insistía, todo villanesco, alzando los brazos. Rey de la función, de nuevo, incluso cuando sus inconfundibles labios debieron ocultarse bajo la caracterización de Bane. . 
Tom debió ser lo único realmente memorable de "The Dark Knight Rises", porque es lo único que realmente recuerdo.


Quedaba claro, una vez más, que Tom Hardy es un actor que se lanza sin red, que se ha aprendido de memoria todas las interpretaciones de Marlon Brando y que, además, está más bueno que comer con los dedos.


Aunque Bane fue lo más noticiado, 2012 le daba mejores oportunidades de oro y lucimiento. 
La más distinguida fue ese gran melodrama pugilístico llamado "Warrior", al que se entregaba más Brando que nunca, brindando fiereza y vulnerabilidad al mismo tiempo en retrato de perdedores que se permiten ganar por última vez.
Las horas del gimnasio fueron cumplidas y, frente a Joel Edgerton, conformaba una pareja de hermanos en el ring, tan conmovedores como maromísticamente titilantes.


Es la especialidad de Tom Hardy: hacer titilar al personal.
Es un macho compacto por pequeño, imprevisible de su extraña naturalidad, dotado de un magnetismo sucio, con espantosos tatuajes de macarra, para luego rematarse de esos labios enormes, carnosos, rosáceos, incongruentemente femeninos, con los que suelta sus frases bajo acento de la mismísima London City. 


Tom Hardy es un callejero con quien tomar el té.
La combinación, como todas las buenas combinaciones, se dice explosiva para público, opinadores y devotos del maromismo. 
Él se reza a todos los camaleones y espera lo mejor de Hollywood, que lo tiene en marcado rápido.


Empezó en 2001, pero arrancó cuando robó la función en "Inception". Desde entonces, se escribió su nombre en candentes películas y mil días del maromo. 
Tom Hardy será el próximo Mad Max, se dice y repite. Incendiará carreteras y, profesionalmente, será su prueba de fuego.
Para calmar la ardiente espera, no hay nada mejor que verlo en el primer episodio de "Driven to Extremes", documental seriado con actores en desafíos de riesgo. 


Allí aparece barbudo, al borde, loco, pasándoselo bien, sin complejos, pechipeludo y llevando gorros extraños en la cabeza. 
Tom es el glamour venido de la total falta de glamour, es el atractivo a fuerza de contradecirlo. 
Y si Tom me dice que nos vamos mañana al Himalaya, yo no duermo esta noche con los preparativos.


Para 2014, sus desafíos personales son cinco películas previstas de estreno - entre ellas, la cacareada Mad Max -, y las cinco lo abordarán en todos sus registros e intereses, con el denominador común de su entrega a la acción.


Tom Hardy camina hacia adelante, con esa tranquilidad embobada, buscando el calor, mirando a los lados, furtivamente, entre la desconfianza y la fe. 
Porque Tom debe tener el corazón de uno de esos perros a los que adora abrazar. 
Oh, las fotos de Tom Hardy achuchando chuchos. No hay belleza mayor. 


Tom Hardy, sonriente o circunspecto, barbadísimo o bien afeitado, cabreado o dormidísimo, taquillero o indie, protagonista o antagonista. Todos nos encantan, todos son el mismo Tom Hardy.
Tom no para ni parará, porque ya lo anunciaba el verano pasado: Let the games begin!

lunes, 23 de julio de 2012

Hombre Murciélago


Reconocerá usted a Christopher Nolan como ese ser investido a sí mismo de la capacidad para devolver la dignidad al blockbuster.
Es decir, que acudir a una multimillonaria película de Hollywood no conlleve clamar a los Cielos por el dinero de la entrada.
Bien sabemos que de desaguisados está lleno el cine norteamericano y, en tiempos recientes, de desaguisados con traje de superhéroes. 
Llevan en boga mucho tiempo y se cuentan como apuestas seguras para la industria: vienen los fans del cómic, vienen los niños y sus padres, vienen los que no están dispuestos a pensar. Y luego se venden los juguetes al alimón en el fast-food de al lado.
Bajo el asumido papel de romper con la tónica o, en todo caso, variarla, Christopher Nolan nos ofrece suntuosas experiencias fílmicas, donde se combina la acción torpedeante con serias pretensiones estilísticas.

Christopher Nolan

Para el caso de Batman, podría decirse que sí, que Christopher Nolan ha devuelto la dignidad a un personaje que fuera reducido en 1998 a una cuestión de pezones marcados.

Christian Bale y Katie Holmes en "Batman Begins"

Como faro y guía, Nolan ha procurado una devastación integral del cartoonismo que Tim Burton y Joel Schumacher confirieron al personaje de Bob Kane. Así, frente al goticismo de Burton y el cachondeo de Schumacher, en los Batman nolanianos ha reinado la sobriedad.
Tanta sobriedad ha reinado, que se ha caido en la insipidez en más de una ocasión.
A grandes rasgos, "Batman Begins", "The Dark Knight" y "The Dark Knight Rises" conforman una trilogía irregular, pero apreciable, donde se ha regenerado el mito a ojos de la audiencia, mientras la globalización, el terrorismo y la crisis han aparecido como telón de fondo de sus argumentos.

Heath Ledger, inolvidable Joker en "The Dark Knight"

Estrenada este último fin de semana, "The Dark Knight Rises" viene anunciada como la aventura final de Nolan en terrenos batmanescos.
De manera un tanto despistada, servidor de ustedes llegó al cine con la convicción de que iba a ver una película oblicua, oscura, difícil, bestial. Una película que catalizara este 2012.


En cambio, me encontré con algo que, ciertamente, ya había visto.
"The Dark Knight Rises" no es una secuela; es una copia de su aclamado precedente. Las mismas estrategias de convicción, el mismo guignol, casi el mismo argumento.
La metrópolis aparece de nuevo asediada, los héroes policiales viven en crisis y la anarquía está liderada por terroristas con motivos muy personales.
A nadie le importará la repetición. Porque "The Dark Knight Rises" funciona, pero, ojo, funciona como una buena película de Hollywood. No duelen los euros pagados; entretiene, seduce, a veces entusiasma, y tiene un reparto de categoría.
En cambio, las ulteriores intenciones de Christopher Nolan de hacer una cosa trascendente se quedan en citeriores pretensiones. Exactamente lo mismo que le sucedió con "Inception".
Porque Nolan no es un genio, aunque se lo repita así mismo todos los días.
Es un señor muy listo, un hombre orquesta y un realizador impecable. Pero hay cosas que se le escapan y otras por las que prefiere pasar de puntillas para no mancharse.


Por ejemplo, en "The Dark Knight Rises", prefiere refugiarse en la cómoda sensación de que todos los antisistema son terroristas, que esos terroristas son unos psicópatas nivel ópera, y que deben y pueden ser erradicados policialmente.
Una secuencia tremenda ilustra a la policía en marabunta, reconquistando Wall Street de manera épica.
Ante ello, hay muchos que han corrido a calificar "The Dark Knight Rises" como una obra fascista. Al fin y al cabo, esa imagen es la escalera de "El Acorazado Potemkin", pero vista al revés.

Joseph Gordon-Levitt

En el subtexto de "The Dark Knight Rises", se plantea la verdad incómoda de que nadie está preparado para la revolución y que el 911 esté operativo hace conciliar el sueño, aquí y en Colorado.
Si el director la defiende reaccionariamente o simplemente la expone, sería asunto de larga discusión. En cualquier caso, que cite a Dickens como conclusión es irse por la calle del medio.


A pesar de la superficialidad de sus discursos, Nolan todavía quiere ser Alan Moore.
Como éste, aspira a dotar al superhero flick de profundidad e Historia. Pero le falta la visión, la miga y la locura del genial Alan.
En "Watchmen", Alan Moore supo expresar a la perfección que, detrás del mito del súperheroe, hay un títere parafascista. Los héroes mediatizados, nos contaba Moore, pierden hasta cuando ganan.
En "The Dark Knight Rises" y sus predecesoras, se intenta contar lo mismo, pero no se consigue.
Batman aparece como un oscuro justiciero, que se vale de la violencia y, por ello, debe inmolarse al final, de manera honrosa. ¿Es un mal necesario? ¿Un bien malentendido por una sociedad ingrata? ¿O un millonario guay?
No queda claro el mensaje, mientras la original idea conspiranoica de Moore se diluye por completo. El discurso no es sólo superficial, sino también tímido.
Al final, su película dice lo mismo que similares entregas de lo yanqui: ¡Viva la policía! ¡Arriba el sentimentalismo!

Christian Bale

¿Por qué? Porque su entidad de película de entretenimiento prevalece. Y, como tal, debe poner a la gente a dormir después de verla, no a quemar contenedores y asaltar Parlamentos.
De resultas, no es la obra mayestática y significativa soñada por el señor Nolan; se queda en habilidosa manufactura para pasar un espléndido rato.
Es muy respetable que sea tal manufactura, pero las ínfulas del director siguen ahí, por todos los rincones de la película, de un modo un tanto fastidioso.
¿Acaso devolver la dignidad al blockbuster conlleva llenar la pantalla de pretensiones?


Compararla con "The Dark Knight" y dilucidar si es mejor o peor, podrá ser el deber cinéfilo de la temporada.
Como aquella, está empaquetada hasta la enésima potencia, y hay momentos donde consigue atrapar verdaderamente al espectador. Pero no por su originalidad, sino por su astucia.
Nolan juega con unas cartas que conocemos. Entre ellas, con las tradicionales bazas del melodrama - esos pasados que entran en escena, ese freudianismo para explicar la villanía -, y, sobre todo, con la conmoción que propician los desastres inminentes y las matanzas de inocentes.
Es imposible que deje indiferente a nadie el momento del estadio de fútbol. Y Nolan lo sabe. Lo que parece ignorar es que, además de listo, también es un básico.

Tom Hardy

A propósito de su reparto, es Tom Hardy quien vuela más alto que la propia película.
Irrumpe un actorazo que utiliza su físico de una manera impactante; esa voz distorsionada - mezcla de Zodiac y Sean Connery -, y esa presencia sudorosa hacen añorar una película sucia y alocada como la que yo deseaba. 
Pero esa hubiese sido una película más Bane, y menos Batman.
Mientras, en el otro extremo, tenemos el craso error de Anne Hathaway, cuya Catwoman parece más bien una chica Bond; ocurrente, ladronzuela, finalmente romántica. De nuevo, la prueba evidente de que estoy viendo un buen blockbuster y nada más.

Anne Hathaway

¿Quiero más blockbusters como éste? Sí y no. Me lo he pasado bomba viéndolo, y no es cosa que me suceda habitualmente ante una película de superheroísmo.
Pero no deja de preocuparme si el señor que ocupa la butaca de al lado está pensando que "The Dark Knight Rises" contiene todas las verdades del cine y del mundo.
Yo le tocaría en el hombro y le diría: Sólo a medias, monsieur, sólo a medias.