martes, 28 de enero de 2014

El Esplendor En Natalie Wood


Fue aquella niña de ojos grandes transformada en la joven que se embebía de neurosis y fragilidad.
Siempre la misma Natalie Wood, la pequeña Natalie, la inteligente Natalie, la flor de Hollywood quien muriera como viviera: entre la luz y la sombra.


Producto del cine en tiempos de cambio, Natalie Wood representó un tipo de mujercita que crecía rebelde sin causa y encontraba la pasión como quien la descubriera por primera vez. 
Tan efectiva fue la correspondencia entre lo que se vivía en la psique de las espectadoras y lo que protagonizaba Natalie en pantalla, que la actriz quedaría en la memoria como uno de los más altos iconos de los años sesenta.
Linda y bien peinada, su momento dramático consistía en romper esa idílica imagen de nena cincuentesca y demostrar infelicidad en función de histeria. Sus heroínas chillaban por amor, porque no podían pedir sexo.
Más encantadora que dúctil, Natalie Wood fue una actriz autodidacta, labrada en la profesionalidad desde su infancia, fascinada por intérpretes mucho mejores que ella. 
Cuando fue la adecuada para el papel y el director encontraba la manera de aflorar esa indiscutible sensibilidad, Natalie se las decía maravillosa. 


El público y los amantes del cine decidieron adorarla. El secreto vivió entre ese par de ojazos que miraban tristes y cómplices y la fortuna de participar en algunas de las películas más memorables de la Historia.
De secretos vivió también la privada Natalie Wood, depositados en los divanes que recogían sus angustias, en las retiradas profesionales y en los amores agridulces.
Su muerte sería la incógnita final de una mujer de incógnitas.


Hollywood era ese sueño que cumplir para la madre de Natalia Nikolaevna Zakharenko. 
Familia de inmigrantes rusos y ucranianos, perdidos entre la geografía norteamericana, todo cambió cuando la pequeña Natalia consiguió un pequeño papel en una película. 
La madre, sin medir previsiones, mudó a toda la parentela a California, pero las promesas se aplazaron y el teléfono nunca sonó.
La niña Natalia creía ciegamente en todas las bondades que ofrecía el cine, bajo aquellas mentiras que le había inculcado su stage mother. Desde que tuvo noción de sí misma, el esfuerzo de la nena vivíó en ensayar la cara precisa para posar delante de las cámaras. 
Años después, una prueba victoriosa colocó a Natalie Wood en "Tomorrow Is Forever", junto a Claudette Colbert y Orson Welles. El gran Orson llenaría de elogios a la pequeña, cuyo nombre sería indispensable a partir de entonces.
Como actriz infantil, Natalie Wood se consagraría como fascinadora de la audiencia en "Milagro en la Calle 34", donde interpretaba a la niña que no creía en Santa Claus hasta que se le aparece en Macy's y le quita el precoz escepticismo.

"Milagro en la Calle 34"

Este clásico navideño hizo que la monada Wood fuera demandada durante los años cuarenta en una sucesión de películas, a cuyos rodajes dedicaría su infancia. El trabajo era interrumpido sólo para que Natalie recibiera un mínimo de tres horas diarias de escolarización.
Natalie Wood recordaría esa época como una infancia rodeada de adultos, entre la timidez y la urgencia por hacerlo bien y deprisa. 
Pudo sucumbir a los dictados de la industria aunque, como pocas, nadó con gracia y tuvo mucha suerte.
Sus nuevas heroínas hacían mayor a Natalie Wood tanto para el público como para ella misma. Ninguna fue tan decisiva para esa llegada a la edad adulta como la Judy de "Rebelde Sin Causa".

Con James Dean en "Rebelde Sin Causa"

En la oda a la incomodidad juvenil de Nicholas Ray, Natalie ofreció su primera señorita de los nervios, desde que entiende que su padre ya no le va a dar un beso. Encontrarse con James Dean fue la mejor de las contrapartidas.
"Rebelde Sin Causa" inauguró el estilo favorito de personajes en los que Natalie Wood se sumergiría a partir de entonces, mientras la fijaba como actriz de primera línea.
Al año siguiente, irrumpía como Debbie en "Centauros del Desierto" (The Searchers). Aunque fuera un personaje breve, los que han visto la película saben que forma parte de una de las secuencias más emocionantes del séptimo arte.

Con John Wayne en "Centauros del Desierto" (The Searchers)

Lejos de las cámaras, quedaban aventuras reales para la joven Natalie, que vivía enamorada de Robert Wagner - quién no - desde que lo vio en la gran pantalla. 
El estudio apañó la cita y ya estaban preparadas las notas de prensa antes de que los lindos jovenzuelos siquiera se encontrasen. El apasionado amor, quizá no tan previsto.


Así lo contó él: "Recuerdo el instante en que me enamoré de ella. Una noche, a bordo de un pequeño barco de mi propiedad, ella me miró con amor y sus ojos marrones iluminados por una linterna. Ese momento cambió mi vida".
La pareja se casaría en plena ebullición de sus carreras y para deleite de todos los fans, que se volvían locos sólo de verlos juntos. Al cabo del tiempo, la escasa suerte profesional y la borrasca estuvo servida entre ellos.
Ese primer matrimonio entre Natalie y Robert terminaba a los cinco años.


Tras el divorcio, se impuso la búsqueda de un comeback en condiciones para Natalie Wood.
Impactada por la interpretación de Vivien Leigh en "Un Tranvía Llamado Deseo", Natalie quería la oportunidad de trabajar para el director Elia Kazan y conocer los entresijos del nuevo método interpretativo lanzado por el Actors Studio.
La película se llamó "Esplendor en La Hierba". Fue, quizá, su mejor actuación. 

"Esplendor en la Hierba"

Como Wilma Dean, la chica loca de amor y reprimida de sexo por Warren Beatty, Natalie se entregó como nunca, a riesgo de perder la razón del mismo modo que su personaje.
Quien no llore con su expresión en la última secuencia, no tiene sangre en las venas.
El arduo trabajo le reportó las mejores críticas de su vida y un romance cuchicheado con Warren Beatty.

Con Warren Beatty

"Esplendor en la Hierba" dijo de Natalie Wood lo que ya se sospechaba: que era la más excitante estrella de Hollywood de entonces, cetro que compartiría con Audrey Hepburn y Elizabeth Taylor en los años posteriores.
Como ellas, Natalie era imposición y aval de taquillazo. 
Así, aunque no era ducha para el musical, la pusieron a la cabeza de "West Side Story" como la ensoñada Maria. 
Ella no quedó satisfecha con su aparición en "West Side Story", pero el público renovaba el amor por ella, una y otra vez.

Como Maria en "West Side Story"

Seguía creciendo y ahí la veíamos en el infravalorado drama "Amores Con Un Extraño", en el que se quedaba embarazada tras un quickie con Steve McQueen y se demostraba esa aleación exacta: era una actriz de icono y caché y, a la vez, ideal para protagonizar dramas de sensible dificultad.

Con Steve McQueen en "Amores Con Un Extraño"

Más díficil todavía se las decía en dramas ambiciosos, aunque poco distinguidos, como "Inside Daisy Clover" o "Propiedad Condenada". En ambos demostró muchas de sus limitaciones como intérprete y sus detractores se lanzaron a por ella.
Ya desde sus primeros años como adulta en Hollywood, Natalie se había agarrado de la psicoterapia para ahuyentar sus miedos, mientras bebía demasiado en las fiestas, se obsesionaba por Warren Beatty o descubría las ventajas de las píldoras. 
La inseguridad y las fobias plagaron muchos pasajes de su vida y sus rodajes y, en 1966, decía poner obligado parón tras la agotadora "Propiedad Condenada".
Las películas se dispersaron.
Su cómico, relajado retorno en "Bob, Carol, Ted & Alice" la ponía de nuevo en su lugar: en lo más alto de la taquilla y en el más fidedigno emblema generacional. 

Con Elliot Gould, Robert Culp y Dyan Cannon en "Bob & Carol & Ted & Alice"

Pero, cuando se casaba con el productor Richard Gregson y quedaba embarazada de su primera hija, proclamaba que prefería una vida más hogareña, pidiendo aquello que no tuvo para su propia infancia.
Su matrimonio con Gregson duró apenas cuatro años, al término de los cuales sus ojos volvían a reflejarse en la dorada linterna del barco de Robert Wagner.
En 1972, regresaba a los brazos de su primer amor y se casaba con Wagner por segunda vez.


"Eres mi marido, mi pequeño, mi fuerza, mi debilidad, mi amante, mi vida", le escribió en una carta.
Se embarazó nuevamente antes de que acabara la década y no volvería a activarse en la profesión hasta que vio a sus hijas crecidas.
La televisión recogería sus antiguas ambiciones en eróticos remozados de "La Gata sobre el Tejado de Zinc" y "De Aquí a la Eternidad", mientras las vacaciones con Robert Wagner se decían eternas y sembradas de broncas y reconciliaciones.


En el rodaje de "Brainstorm", Natalie Wood estrechó lazos de amistad con Christopher Walken quien, invitado a una noche en el Splendor, el barco del matrimonio, despertó los celos de Robert Wagner.
Entre sombras, suspicacias y testimonios cambiados a lo largo de los años, no hay nada cierto ni probado en la últimas horas de Natalie Wood. Sólo la fabulosa ironía de su muerte.
Si revisamos "Esplendor en la Hierba", hay una secuencia donde el personaje de Natalie se tira al lago con intención suicida. Según Elia Kazan, la cara de horror de la actriz era real. Natalie le tenía pánico al agua desde un episodio de su infancia en el que estuvo a punto de ahogarse.
"Siempre he estado aterrorizada de las aguas. El agua oscura, el agua del mar o del río", dijo, aunque nunca dudó en subirse a los barcos de Robert Wagner.
Aquella noche de 1981, Natalie Wood caía por la borda del Splendor y moría ahogada en las aguas de Santa Catalina. 
Tenía 43 años.


Robert Wagner lloró sobre su tumba, mientras media profesión asistía estupefacta al suceso que ocupó primeras planas de prensa. 
El forense dictaminó que Natalie había caído por accidente, tras darse un golpe, con el alcohol como factor determinante.
Décadas más tarde, el capitán del barco cambiaba su versión y señalaba a Robert Wagner como el culpable de todo lo sucedido aquella noche. Wagner contraatacaba con autobiografía, hablaba de dolor e insistía en la versión del accidente.
Hace dos años, se reabría el caso súbitamente y las nuevas pesquisas dejaban el interrogante. "Causas sin determinar", cambiaban los expertos en la versión oficial de la muerte, para delirio de los fascinados por esta historia.


La tristeza quedó, en cualquier caso, por la muerte prematura de una de las damas más especiales de Hollywood, a la que se vio crecer y sobrevivir, como ninguna otra, en tantísimas ocasiones.
A Natalie Wood se la lloró con fuerza, incluso aunque hubiese perdido su corona de estrella muchos años antes de su fallecimiento. 
Previo a su adiós de la vida, aseguraba: "¿Sabes lo que quiero en realidad? Quiero el ayer.".


Y ahí quedó el auténtico secreto de la despertada a las alegrías y decepciones del espectáculo, aquella que vivió en los focos de los fotógrafos, desde el día en el que se hizo una mujer hasta la mañana siguiente de su muerte. 
Si Natalie Wood perdió algo en ese ayer al que quería volver, al que se lo dio todo, la suerte fue nuestra, al tener el inmenso placer de mirarnos a través de su mirada.
Recuperarla en sus películas significa probar su inmortalidad.

1 comentario:

  1. Como curiosidad. El primer número de la serie gráfica 'Blacksad' es un homenaje a Natalie Wood. El detective protagonista tiene que investigar el asesinato de la famosa actriz Natalie Wilford.

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