martes, 14 de enero de 2014

Errol de Los Bosques


Entre su suave apostura y sus excesos privados, se erigió la leyenda de Errol Flynn, uno de los galanes más hermosos del celuloide hollywoodiense, quien encarnara a Robin Hood, el Halcón del Mar, el Capitán Blood, el General Custer y tantos caballeros de capa, espada, uniforme y pecho al viento. 
El mundo tuvo el placer de conocerlo como ese hombre de las aventuras cinematográficas, pero ninguna se igualó a su propia vida, la mayor de todas las posibles. 


Cuestión de atractivo antes que talento, no han sido pocos quienes han señalado que existía algo de genialidad bajo ese bigotito y a través de esa sonrisa. 
En cualquier caso, superar a sus genuinos héroes llegó demasiado tarde, al ritmo que arribaban todas las cuentas de sus fiestas y se lo llevaban, prematuramente envejecido. 
Errol Flynn fue un tipo que vivió cincuenta años como el que tiene la mayor prisa del mundo por disfrutarlos.


Robín de los bosques, de las camas y de los yates, se escribiría en enésima biografía para contarlo.
Restaron interrogantes, a pesar de lo famoso e infame que llegó a ser, entre juicios públicos sobre sus tropelías sexuales y a costa de la astronómica colección de enfermedades que venía arrastrando desde su juventud.
"Me gusta mi whisky viejo y mis mujeres, jóvenes", dijo, mientras atraía a todas las damiselas a su orgullo y alegría: el velero Zecca, que surcaba unos mares decididamente más babilónicos que los que atravesaban sus capitanes de Hollywood. 


Siempre jugó fuerte, porque no conocía otro modo de existir. "Hago lo que me gusta", insistía. 
Por encima de la hipersexualizada imagen que se le atribuyó, permanecen sus películas, síntoma de un cine mágico, que levantaba al público en el segundo climático en que Errol sacaba el espadachín y terminaba con los días de los malvados.
¿Él era de los justos o de los malvados? ¿Un sonriente fiestero o un demonio disculpado por ser rey de Hollywood? Quizá la distancia intermedia.


Cual demonio, nació en Tasmania, la isla australiana, bajo el nombre de Errol Leslie Thomson Flynn. Cuando llegara a Hollywood, se le insistiría que vendiera un presunto origen irlandés, por entonces más atractivo para el público que una procedencia antípoda. 
Pero su familia era tasmana de pro, aficionada al mar y decíase descendiente de Fletcher Christian. Bajo esas olas fue donde se crió el pronto incorregible Errol.
Peleas, mujeres y expulsiones se hicieron tónica conjugable desde sus años mozos. Se rebeló de las trabas de la educación y se lanzó a buscar oro y piedras preciosas, desempeñando a cambio los trabajos más variopintos posibles, desde marino hasta ovejero, pasando por policía y militar.


Emigró a Inglaterra huyendo de la ley y de maridos celosos y fue entonces cuando la interpretación le daría un golpe de suerte inesperado. 
Como todo en Errol, nunca estuvo sujeto a planes, sólo se improvisó. 
Cazado por su físico, Errol fue chico de acción también para el cine y Hollywood lo importaba definitivamente con "Capitán Blood", tan guapísimo y enérgico que se hizo una estrella de la noche a la mañana.

"Capitán Blood"

Fue también su primera reunión con Olivia de Havilland, quien fuera la dama de besable mano en tantas otras empresas, contrato estricto con la Warner.
Las revistas vendían que estaban juntos también en la vida real. Olivia ha asegurado siempre que aquello era platónico, porque él andaba casado con Lila Damita, como si el matrimonio fuese algún impedimento para Errol.

Con Olivia de Havilland

La Warner lo colocaría en películas de similar corte, donde, con bigote o sin él, Errol se haría la respuesta sonora a los viejos héroes de Douglas Fairbanks, siempre bien peinado, preferiblemente de época, aguantando muy bien el tipo frente a actores y actrices de categoría.

Con Bette Davis en "La Vida Privada de Elizabeth y Essex"

Su "Robín de los Bosques", en un prístino Technicolor, todavía despliega un serio factor maravilla y, entre su encanto y sus óptimos muslámenes, se cuenta el mejor príncipe de los ladrones que ha conocido la Historia del Cine.

Con Olivia de Havilland en "Robín de Los Bosques"

Aparte de sus nobles justicieros, Errol también fue el arribista convertido en boxeador de la maravillosa "Gentleman Jim", gran ejemplo de su magnetismo fílmico y de sus buenas carnes, también contada oportunidad para demostrar algo más que un perfecto desenvaine de espada.

"Gentleman Jim"

Desde que aterrizara en Tinseltown, su estatus de playboy llamó la atención de compañeros, productores y reporteros. Errol era encantador, aunque insaciable. Metido en peleas y debajo de faldas, cuando no arrasaba con la barra libre de los saraos o se ponía fino de drogas. 
De manera expresa, se le prohibió beber en los rodajes y él optó por inyectar vodka en sus naranjas, añadiendo un capítulo más a su picaresca.


Naturalizado estadounidense en los años cuarenta, Errol quiso luchar en la Segunda Guerra Mundial, pero su colección de enfermedades ya era para echarse a reír por no llorar. 
Tanto la Warner como Flynn se negaron a hacer público el motivo de que el actor no cumpliera en el frente, lo que traería tantas críticas como el inicio de cierta desconfianza. 


Nada se comparó con el gran fiasco de la vida pública de Errol Flynn. Sucedía en 1942 cuando era acusado de estupro por dos jóvenes y sometido a un juicio a la altura de las circunstancias.
Las chicas aseguraron que Errol las había seducido/violado en un hotel de Los Ángeles, mientras la defensa atacaba con eficacia y permitía que Flynn saliese libre de todos los cargos. 
El escándalo fue suficiente para desestabilizar la imagen ideal y benefactora de los personajes de Flynn en Hollywood y su carrera se resentiría notablemente en los años siguientes.


En la calle, la sordidez se trocó en cachondeo, como suele ser habitual, y todavía se puede oír la expresión "In like Flynn". Cuando un caballero tiene suerte y folla, debe estar "dentro como Flynn".
El "In like Flynn" llevó el interés hacia sus orgías, su politoxicomanía y todo lo que el velero Zaca era único testigo, allá donde caían actrices, aspirantes a actrices y toda la concurrencia.
"La tiene tan grande que toca el piano con ella", dicen que dijo Marilyn Monroe, al respecto de las dotes del señor Flynn.
Para los mandamases de la Warner, el revés no fue tan gracioso y se intentó sufragar con películas de corte propagandístico que lo vistieran de soldado; entre ellas, la memorable "Objetivo Birmania". 

"Objetivo Birmania"

El daño ya estaba hecho y el físico de Flynn empezaba a deteriorarse a marchas forzadas. En una apoteósica limpieza de estrellas a finales de los años cuarenta, la Warner prescindía de Errol Flynn.
Volver a Hollywood fue caballo de batalla, porque vida tan opulenta lo había dejado lleno de deudas. Apariciones puntuales, algunas de notorio esfuerzo dramático, no fueron suficientes para devolverlo al cine por la puerta grande.
Al final, su ruina ya buscaba comprador para Zaca, mientras enamoraba a la adolescente Patrice Wydmore, tercera esposa y compañera en sus últimos cinco años de vida. 

Con Patrice Wydmore

Cuando murió de un ataque al corazón en Vancouver, la autopsia desgranó una retahíla de afecciones coronarias, hepáticas y degenerativas, que sólo se podían entender en el cuerpo de un octogenario.
Era 1959, Errol tenía cincuenta años y había cumplido su promesa de vivirlos sin pedir permiso.
Sus últimas palabras fueron: "Me lo he pasado de puta madre y he disfrutado cada minuto". 


"Por instinto, soy un aventurero. Por elección, me gustaría ser escritor. Por pura suerte, soy actor".
Errol Flynn sigue siendo la definición de muchas cosas, desde el exacerbado mujeriego que las consigue aunque ellas se resistan hasta el epítome de la estrella follonera, preocupación de un día, condimento necesario del siguiente.
Fue espectacular por sencilla inercia y no hay duda de que el insensato brillo de Hollywood hubiese sido menor sin su Errol de los bosques.

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