lunes, 17 de junio de 2013

Imitación A La Crisis


"Es imposible que nadie que viviera durante la Gran Depresión 
saliera de ella sin miedo. Ninguna cantidad de experiencias 
desde la Depresión pueden convencer a cualquiera que la 
viviera que el mundo es seguro económicamente".

Isaac Asimov

"El capitalismo es la asombrosa creencia de 
que el más malvado de los hombres hará las cosas 
más malvadas para el mayor bien de todos". 

John Maynard Keynes

"La idea del capitalismo no es sólo éxito, 
sino el fracaso que permite que ocurra el éxito". 

P.J. O'Rourke

"Oh, Dios, hazme bueno, pero todavía no". 

Evelyn Waugh


La primera vez que escribí sobre la crisis fue en octubre de 2008, justo cuando la palabra empezó a ocupar los medios de comunicación. 
En ese momento, se anunciaba como el desastre que ha sido durante los siguientes años, pero nuestra idiota confianza nos dictaba que vestirse de Depresión iba a ser una simple moda para los meses consecutivos. 
En ese octubre de 2008, yo pensé que Barack Obama iba a arreglar el desajuste de las cuentas con una intervención militar en algún país de cuyo nombre no querría acordarse. Pensé que los economistas sabrían de economía, pensé que ni me enteraría.
Por entonces, conocí a un tipo en un bar que trabajaba en un banco. Sin preguntarle nada, se anticipó a lo que todo el mundo le interrogaba:
- No, no notamos la crisis - me dijo.
De ser poco percibida, incluso dudada y considerada por muchos como una excusa de las empresas para sanearse, la crisis se hizo realidad y devino en cáncer. Un cáncer mundial para la gran ciudad global. 
La crisis se hizo con todo, desde nuestras almas hasta nuestros trabajos, desde nuestros ánimos hasta nuestros proyectos. 
Se lee día a día, se ve en las pantallas, se observa en los ojos de la gente, se repite en las conversaciones, se parodia, se lamenta. No se entiende. 
Todo es crisis. La crisis es todo.

 
La crisis de 2009 se recordará como una Depresión regularizada. 
Ya la llaman la Gran Recesión, o la Menor Depresión, porque ha sido tan sádica que ni siquiera se ha permitido una caída digna. Es una herida abierta llena de gasas.
Huele, afecta a unos pocos y contagia a otros tantos. Es una epidemia, que, a diferencia de 1929, no propicia saltos mortales en Wall Street. Sólo suicidios a los que no pagan la hipoteca.
La crisis se mantiene en un cruel estadio intermedio, para perpetuizar el sistema, mientras el sufrimiento y la pauperización son selectivos y arbitrarios. Te tocará o no te tocará. Dependiendo de la fe que hayas tenido en el sistema, atacará con mayor o menor virulencia a tus posesiones y expectativas.
El mantenimiento se debe al despliegue del paquete de contingencias, tan disparatado como los modelos que llevaron al descalabro financiero.
Pero sirve con el propósito de la ilusión. La prosperidad ya era una ilusión, ahora lo son las soluciones al desastre.

"Gold Diggers of 1933"

Lo peor de esta crisis son sus realidades, aunque también el hecho de que sus protagonistas se niegan a asumirla.
Aguantamos el huracán y rezamos porque vuelva el día donde podamos volver de los harapos a la riqueza. Capitalista es el sistema para sus capitalistas hijos, que prefieren la apatía a la revolución. Es humano desear la paz, sí, pero es ciego confiar en que se consiga a cualquier precio.
Hay demasiadas lecciones de Historia desaprendidas en el proceso, tanto de parte de sus responsables como de sus víctimas. 
Si hay un imperio victorioso en este final del mundo, ése ha sido el que porta el báculo de la ignorancia, la irresponsabilidad y la cobardía.

"It's Always Sunny In Philadelphia"

Cierto es que se hace difícil entenderla. 
Porque la economía, como perfecto poder, es un entramado indescifrable y críptico. 
Pero las causas no están sólo en las cifras ni en los libros de cuentas. Y, por ello, entender la crisis requiere contarla, recrearla e indagar en la sociedad que ha de protagonizarla.
No es la primera crisis que viste las pantallas de forma recurrente, pero sí la que lo hace de una manera prístina, como un argumento infaltable a introducir en tramas de series televisivas o como un gadget atrayente en la construcción de las películas.
Aún así, el cine de alto presupuesto, como sucedió en la Depresión, prefiere la vía escapista. Es su especialidad. Está para entretener y mejor que siga así. 
Porque cuando intenta introducir sociología de baratillo, suceden cosas como la estúpidamente reaccionaria "The Dark Knight Rises", donde Batman y la policía reconquistan Wall Street para presunto regocijo de las audiencias.

"The Dark Knight Rises"

Con todo, las recetas de entretenimiento no son precisas. 
Ahí está el terrible timing de "Sex And The City 2", donde el público abucheó la llegada de Carrie y compañía a un hotel saudita, dentro de un derroche de pornografía para materialistas, inadecuado para un momento donde muchos padres norteamericanos buscaban segundo empleo para no perder sus casas.
El público quiere aislarse, pero no irritarse, debieron calibrar los creadores de tamaño desatino.
Y, mientras, en las ficciones de la televisión generalista, la crisis también entraba en escena, pero como telón de fondo o aderezo de pequeñas tragedias.
Los personajes ahora no pueden dejar sus trabajos con facilidad - ya nunca se oye "That's it! I quit!" - y desarrollan sus profesiones para empresas que despiden, recortan y solicitan rescates. 
Como nosotros, no hay nada trangresor en el comportamiento de los héroes televisivos de la crisis, ni se permiten reflejarse en el espejo esclarecedor de la ruina. 
Sólo esperan que arrecie el temporal, sin perder la confianza en el "sueño americano" y en el desquite que traiga la estabilidad.

Zach Grenier y Nathan Lane en "The Good Wife"

Las series más gamberras sí han conseguido acercarse a la nada cotidiana de los seres del nuevo siglo, especialmente aplaudidas cuando recurren al humor. 
El declive de valores irrumpe en "Archer" y aún más en "It's Always Sunny in Philadelphia", una farsa bestia y ácida hasta el punto de la esofagitis.
El más sorprendente ejemplo, serie poseída de una entidad visionaria poco menos que impactante, es "Arrested Development". Escrita y emitida originalmente antes del descalabro, lo predecía a la perfección. 
La burbuja inmobiliaria y el amor por el lujo se veían como los dos factores principales de la caída, tanto económica como moral.

Jeffrey Tambor y Jason Bateman en "Arrested Development"

El patriarca Bluth es la figura del corrupto, patológicamente incapaz de asumir su responsabilidad ante lo que ha hecho, mientras su familia representa esa sociedad que aún no se lo cree y sigue con el derroche acostumbrado. 
No conocen otra forma de vida, porque ni siquiera entienden la propia.
"Arrested Development" era una bizarría sangrante en 2003 y hoy es poco menos que un informativo. Quizá es una de las paradójicas causas de que su regreso no haya resultado tan excitante.

Portia de Rossi en "Arrested Development"

Si se han contado los efectos sociales y laborales de la Gran Recesión, las pantallas han sido tímidas con el destape de los numerosos pecados de Wall Street.
La avaricia de los señores de los tirantes ya fue leit motiv de Oliver Stone a finales de los ochenta, y parecía que el fin de la década del exceso había concluido también con esa figura del yuppie de cocaína y puñalada trapera. 
Pero el poder por el poder y la mentira al mejor postor son debilidades que, especialmente en Estados Unidos, jamás pasan de moda.
La figura del encorbatado cínico reaparece contundente en dos finas radiografías de lo sucedido en las grandes corporaciones allá por 2007 y 2008: "Inside Job" y "Margin Call".


En el imprescindible y oscarizado documental "Inside Job", el gangsterismo habitual de los financieros neoyorquinos deviene en la victoria de una auténtica dictadura. 
Como toda dictadura, amoral, depredadora, intimidante, inexpugnable, totalitaria y agazapada detrás de la excusa de una prosperidad mentirosa. 
Y, como muchos dictadores, los nenes cocainómanos, puteros y tramposos de Wall Street no han sido juzgados por sus atropellos. De hecho, la mayoría continúan en sus puestos, o incluso en otros más ventajosos.
Lo que desvela "Inside Job" es para empezar a temblar y no parar.
Por su parte, el drama de ficción "Margin Call" cuenta la noche y el día de un descalabro corporativo con un tono tan terrorífico y sonámbulo que pareciera una película de vampiros, donde la sangre es el dinero.

Jeremy Irons en "Margin Call"

Pero el dinero no es la única sangre del capitalismo ni es la sola causante de la crisis, ni tampoco de la abulia de la sociedad ante todo lo sucedido. 
La clave del capitalismo es la sensación de que tenemos control sobre nuestras vidas. 
Sensación concedida por la acumulación de cosas y la apropiación de bienes. Si lo tenemos todo, nos tendremos a nosotros. Si lo volvemos a tener, seremos felices.
Lo dicho: imitaciones a la vida y lecciones nunca aprendidas.

Michael Douglas y Charlie Sheen en "Wall Street"

La hipocresía del sistema y el egoísmo social ya fueron criticados en películas como "Force Of Evil" o "High Noon", para que sus creadores fueran perseguidos cual brujas hasta que se los echó del país.
Porque el Imperio se dirá muy crítico consigo mismo, pero luego es incapaz de cambiar lo que está mal. Así, no pagar, protestar, regularizar o intervenir se entiende y pregona como antipatriótico y antiamericano.
Ese desaliento actual ante el salvajismo de los brokers, el laissez faire o la liberalización de las armas es lo que los destruye diariamente y lo que terminará por sentenciarlos como Imperio.

John Garfield en "Force Of Evil"

Las respuestas a este modelo de vida - impuesto, vendido, globalizado, destruido, regenerado con mentiras y cuya decadencia se está pagando ahora - aterrorizan e incomodan. 
La sincera indignación ante lo sucedido y sufrido vive entre la desorganización de sus objetivos y la parodia en la que se han convertido bajo el ojo de los medios. 
Los mismos medios que respiran triunfantes, dado que la crisis ha sido su mayor festín informativo. Es un aluvión de noticias, en tiempo real, con la prefiguración de una saga sin final estimado. Siempre habrá titulares si hay crisis.


El autismo del poder, que ha pasado de darle la espalda a la sociedad a fundirla con decretos de austeridad, se troca en la venta de la estupidez como fachada. 
Los políticos son increíblemente tontos y se prefiere que sean así, como ilustraba la brillante "Game Change". Son los que salen en televisión y la pantalla a la que puedes insultar. Son chivos expiatorios en un festín de chivos.
La desconfianza es integral y, por ello, la crisis está en todo. 


Leía por ahí una de esas frases que la gente se aprende y repite continuamente. "El hambre agudizará el ingenio". 
No sé si es una imbecilidad o una anacronía atroz. El hambre agudiza la desesperación. 
La bohemia artística - si de verdad existió - murió en algún lugar del siglo XX y la contracultura está asimilada en cultura mainstream desde hace largo rato.
La profesión artística y su desarrollo son un privilegio de clase. 
Se lamenta que no haya genios ni muestras de cambio, cuando hace muchos años que escribir una novela, hacer una película o pintar un cuadro es cosa para los que se lo pueden permitir. Y triunfar, para los que estén donde deben estar.
He ahí la clave. El capitalismo también está en el arte. Es caro hacerlo y se aspira a recuperar lo invertido. En el arte, vive también la necesidad de arrasar, de trascender, de ser popular, de llegar a lo más alto.
De imitar a la vida en esa dudosa escalada que dice permitir este sistema asalvajado.

Leonardo DiCaprio en "The Wolf of Wall Street"

Quizá cuando el arte se haga sin la intención de salir en televisión, ganar dorados premios o llenarse de caché, estilo y sex-appeal pueda, por fin, agudizarse de ingenio.
En cualquier caso, el arte no es la vía de la revolución. Ha podido contar los cambios, ser testigo de los mismos, predecirlos o ser utilizado como símbolo. 
Pero escribir una historia o pintar un cuadro no despertará a la gente.
Porque la manera de despertar está en la propia crisis. La crisis es el espejo. Es donde han estado todas las respuestas desde el principio. 
Hemos entendido que es únicamente esa desgracia que nos ha caído encima y que algún día pasará. 
La crisis es también la verdad, es la olla destapada, es el desenlace, es el tercer acto. Es lo que muchos predecían y otros desoímos. 

Los malos de "High Noon"

Como toda verdad, da mucho miedo. Como toda verdad, enseña, esclarece y abre un camino. 
Seguir ese camino o no seguirlo, he ahí la cuestión.

No hay comentarios:

Publicar un comentario