viernes, 15 de marzo de 2013

"Cautivos del Mal" (The Bad and The Beautiful)


"The Bad and The Beautiful" es una gran película sobre las películas.
Hollywood se preció en contarse en títulos como éste, entre su legendaria vanidad y su necesidad de disuadir de sí mismo.
Detrás de las historias de éxito, debajo de los más importantes films, nos dijo que hay trabajo duro, desazón moral y, según "The Bad and The Beautiful", un hombre sin escrúpulos, un malvado seductor que extrae cine y consigue éxito a cambio de vender su alma.

Kirk Douglas

En una de sus mejores interpretaciones, Kirk Douglas incorpora a Jonathan Shields, heredero de un patrimonio cinematográfico que recuperará desde la ruina.
En su camino, se cruzarán tres individuos, que lo amarán y lo detestarán a partes iguales. Ellos son los que nos cuentan a Jonathan, a golpe de tres flashbacks.
La sofisticada estructura narrativa de "The Bad and The Beautiful" habla de las deudas que mantenía toda obra ambiciosa con "Ciudadano Kane" y, en este caso, también con la tradición noir
Porque, para contar a un hombre malo, se requieren sombras.


Serán precisamente las sombras la clave de los primeros éxitos de Jonathan que, a la manera de Val Lewton, consigue ejemplares piezas de terror desde materiales muy baratos. 
"The Bad and The Beautiful" ilustra el proceso de producción de la serie B para contar el cine en su estado más básico: cómo sugestionar a las audiencias con el desconcierto, la oscuridad, el suspense.
Es el director Fred Amiel (Barry Sullivan) el aliado de Jonathan en esos momentos. 


Shields consigue el estatus de productor de categoría, y "The Bad and The Beautiful" se centra en el cine como creador de estrellas, como el asegurador de hipnosis a través de rostros nuevos, especiales, sin que el talento dramático sea decisivo.
A ese respecto, para el personaje de Georgia Lorrison no hubo otra mejor que Lana Turner. 
"No eres buena, pero el público sólo te mira a ti. Eres una estrella", le dice Jonathan a su descubrimiento, una niña alcohólica, obsesionada con el recuerdo de su padre muerto e insegura ante sus posibilidades de triunfar en el cine.
Jonathan decide enamorarla para consagrarla, para reinventarla.

Kirk Douglas y Lana Turner

Basada en Diana Barrymore, Georgia también es Judy Garland, la que fuera ex esposa del director de "The Bad and The Beautiful": el siempre elegante, insinuante, rítmico Vincente Minnelli.
Minnelli fue el único director que apostó por una Lana Turner inusual y, sin duda, supuso el papel más importante de la diva, en el que está menos falsa y donde se permite gritar y patalear en la gran escena del arrebato en el coche.
Lana está tan magnífica que, cuando termina su relato, se la echa muchísimo en falta a continuación.

Lana Turner y Gilbert Roland

A pesar de ello, Dick Powell irrumpe circunspecto y genial como James Lee Bartlow, aclamado escritor sureño, al que Shields demanda para que guionice su superproducción definitiva. 
La frívola esposa de Bartlow, Rosemary (Gloria Grahame), comienza a resultar un problema para la concentración del escritor. 
Shields atacará de nuevo y sin piedad.

Dick Powell y Gloria Grahame

Los tres cautivos del mal rinden apropiado desprecio a la figura del ambicioso Shields, que los usó para ascender y ahora, desde el ostracismo, se permite pedirles volver a trabajar juntos.

Barry Sullivan, Lana Turner y Dick Powell

"The Bad and The Beautiful" funciona como melodrama de alto nivel, lleno de ingenio y con una frescura que sería responsable de su inesperado éxito. 
Pero, ante todo, es una fascinante radiografía de cómo se hacían las películas en el tiempo donde los productores decidían y el sistema de estudios cobijaba. 
"The Bad and The Beautiful" entra en los nervios de los rodajes, se cuela en los saraos donde se cierran proyectos y serpentea por toda la expectación ante películas que pueden significar mucho o costar todo.


Además de la referencia a Val Lewton, el personaje central de "The Bad and The Beautiful" se ha entendido como una mezcla de David O. Selznick y Orson Welles; los hombres de cine cuestionados y obsesivos, que entendían sus películas como la extensión de su marca. El cine como riesgo total, como egolatría suprema.
El pecado de la magnificencia tiene su precio y aparece cuando Shields se enfrenta a uno de sus directores; éste le recuerda que las películas se producen con megalomanía, pero han de dirigirse con humildad.


"The Bad and The Beautiful" expresa la ironía de esa arrogancia que promueve, crea y consigue el cine en mayúsculas, mientras arruina moralmente a sus responsables.
Uno de los personajes recuerda que Jonathan Shields podrá ser nombrado como un ser muy malvado y sin escrúpulos, pero muchas de sus películas se incluyen en listas de lo más infaltable del séptimo arte. 
Quizá la propia "The Bad and The Beautiful" también deba incluirse en ellas.
Porque "The Bad and The Beautiful" no sólo cuenta el cine de 1952, sino que, en sí misma, es una lección de cine para cualquier época. 
Está llena de todo lo que se sabía entonces y de lo mucho que se ha olvidado por el camino.


Vincente Minnelli, reconocido responsable de fastuosos musicales para la Metro Goldwyn Mayer, demostró con "The Bad and The Beautiful" que tenía el mismo gusto y estilo para cualquier otro género, y esta obra se cuenta entre sus películas más personales.
Diez años después, Minnelli reuniría a parte del talento de "The Bad and The Beautiful"  - entre ellos, Kirk Douglas y el guionista Charles Schnee - para dar una mirada actualizada a Hollywood. 
Fue la histérica, fracasada, alucinante "Dos Semanas en Otra Ciudad", que recogía un cine norteamericano desesperado y vendido a los empresarios internacionales, donde los grandes artistas del ayer no encontraban ni trabajo ni paz, una vez descalabrado el sistema de estudios.
Aunque distintas y más redonda la primera aventura que la segunda, "The Bad and The Beautiful" y "Dos Semanas en Otra Ciudad" conforman una fantástica sesión doble para los cinéfilos de pro y para los devotos de los dramas vestidos de exquisito exceso.

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