miércoles, 6 de marzo de 2013

Siempre Hay Un Mañana


 procrastinar.
  (Del lat. procrastinare).
1. tr. Diferir, aplazar.

Primero, el café. Si nos queda tiempo, conquistaremos el mundo después. 
¿Tengo que escribir hoy un post? ¿Tienes tú que leerlo? 
O podríamos hacer lo que mejor se nos da. Aquello que realizamos la perfección. Es decir, nada. 
No sé tú, pero yo siempre he sido un vago redomado, para disgusto de Lady Montez, que leerá esto y hará un gesto de reprobación con la cabeza. 
Antes era más holgazán que ahora y se me encontraba siempre en el sofá, echado a todo lo largo.
Recuerdo estar viendo "Las Dos Huérfanas" con diecisiete años. Yo no era ningún húerfano y mi madre se puso rabiosa:
- Levántate de ahí de una vez, que me estás poniendo nerviosísima.


Entendí pronto que la vagancia era muy incorrecta, todo el mundo me llamaba perezoso cuando lo descubría y solía molestar a muchos que hubiese nacido tan cansado. 
Lo apropiado fue enmascararla. 
En realidad, es lo que hago ahora. Disimulo y exagero. Disimulo, cuando salgo del paso. Exagero, para explicar porqué lo dejo todo para mañana. Más de una vez, me han pillado en el ardid.
En los últimos tiempos, se ha puesto de moda el vocablo "procrastinación", que significa aplazar, diferir. 
Es decir, mañana, mañana, cuando hagamos lo que tenemos que hacer. Sí, quizá lo hagamos mañana, si estamos inspirados, si nos pica algo o si nos ponemos nerviosísimos a nosotros mismos.
Con ese furor general por la procrastinación, he refutado la idea que tengo desde hace años. Que no soy el único vago de la Tierra, ni desde luego el más vago de todos. 
Los que me llamaban perezoso lo eran también. Y los hay mucho más que yo, los hay peores y los hay que ni siquiera tuvieron una Lady Montez para saberlo.
En realidad, Lady Montez es la única persona que conozco que nunca procrastina: entiende su vida como su trabajo y cumple a rajatabla con las tareas que se marca.
El resto son grandes novelistas, maravillosos científicos, aguerridos aventureros y auténticos prohombres, pero lo disimulan muy bien. No se mueven del sofá y todas sus potenciales creaciones comenzarán a producirse mañana.
Oh, podíamos ser tanto, pero no teníamos ganas de nada. ¿Es nuestra pereza un síntoma de la vida actual? No, la historia de nuestras perezas es sólo un capítulo más en la Historia de la vagancia humana.
Porque el ser humano trabaja con la esperanza de que llegue el día en que no tenga que hacerlo. Sueña con hacerse rico desde el mismo origen de los tiempos, para tener a otros a su servicio, que atiendan sus necesidades y le abaniquen mientras pasa los días bien tumbado en su chaise longue
El trabajo honrará al hombre de algún insondable modo, pero su natural condición de disipado romano, ese que prefiere la fiesta al madrugón, no la borró jamás ninguna moral cristiana.


Ajam. Entonces, mi pereza es incorrecta, casi inmoral, improductiva, pero disculpable y hasta universal. ¿O escribo esto en otro intento de exagerar motivos?
Uff. ¿En serio tengo que continuar escribiendo? Lo que daría yo por tumbarme ahora y ver la película de la que hablaremos el viernes. 
Sí, además me he comprado una televisión tan maravillosa. Asegura que su nombre es Toshiba, pero yo he decidido llamarla Michelle.


Michelle y yo pasamos mucho tiempo juntos. Ella entiende mi procrastinación y la promueve. 
Mirándola, aplazo mi trabajo, mi futuro, mis ideas, mis amores. Todo lo que pasa fuera de esta casa. 
¿La pereza es inseguridad? ¿En mi vagancia también hay algo de miedo? 
En su esencia, la tendencia a la quietud se relaciona con la necesidad de encontrar el nido, reunir las ramas, hacerlo confortable y protegernos del frío, de los accidentes, de los otros. Es la urgencia por la paz, el calor y el confort.
Los vagos somos imitadores a los perros. Nos echamos boca arriba, miramos a las musarañas y, entre pensamiento y pensamiento, dejamos la mirada fija, entrecerramos los ojos y dormimos en un instante impreciso. 
Soñar se cuenta como la alternativa creativa y el grito de independencia. 
Cantaban los Beatles:  Everybody seems to think I'm lazy, I don't mind, I think they're crazy. "Todos piensan que soy perezoso, no me importa, yo pienso que están locos".


Como ser contradictorio e imitador a la vida, supe hace mucho tiempo que el calor tiene más éxito en nuestros planes vitales que la clamorosa verdad de que desperdiciamos el tiempo y nos moriremos más pronto que tarde.
Hoy y ahora, me acurruco cual bebé y confiaré en que siempre hay un mañana. Ni siquiera me molestaré en pensarlo. Mañana, mañana.


Dirán que hay que aprovechar la vida y apurarla al máximo, pero, al final, seremos chuchos al amor de la lumbre, sin noción de la brevedad de la existencia. 
Sentarse y vivir sin vivir es latente debilidad y fervoroso deseo. Es animal, humano y, quien diga lo contrario, miente o está loco.
En esta época de incorrecciones celebradas, procrastinar es disculpable y hasta simpático, y tumbarse a no hacer nada, el mejor plan para un sábado
Corría el año 2013, sí, pero no nos movíamos del sofá, con la casa sin limpiar, las páginas en blanco y la revolución pendiente. Siempre habrá un mañana y le damos entonces al Play de nuestra delicuescencia.
Pero, a pesar de todo, en pleno boca arriba de nuestras vidas deliciosamente inútiles, aunque seamos perros, también somos nuestros padres. 
Y, para mí, no es nada fácil aceptar mi pereza y seguiré disimulando hasta que me muera. 
Tras escribir este post - genuino ejemplo de cómo salir del paso, por cierto -, podría atacarme con sesión doble y tarrina de helado, pero, en cambio, iré a hacer footing. Y con mucho gusto, sin sufrimiento. Disimulando hasta para mí mismo.
En definitiva, me levantaré de aquí de una vez, porque me estoy poniendo nerviosísimo. 

No hay comentarios:

Publicar un comentario