viernes, 1 de marzo de 2013

"La Última Película"


"La Última Película" es una de esas milagrosas ocasiones donde una obra consigue ser profunda y entretenida al mismo tiempo.
De envolvente delicadeza y dotada de una poderosa fotografía en blanco y negro, "La Última Película" es un ejercicio de equilibrio entre la nostalgia y la corrosión, entre la contención y el estilismo, entre la oda a los viejos tiempos y la necesidad de abrir nuevas ventanas en el cine norteamericano. 
Con la lección bien aprendida de sus padres espirituales - John Ford y Orson Welles -, el crítico devenido en director Peter Bogdanovich firmaba así su primera película de relevancia en 1971.
Sería pistoletazo de salida para una carrera interesante en ocasiones, pero muy irregular y abocada a la anécdota con el paso de los años.

Jeff Bridges y Timothy Bottoms

Como título clave de su época, la atención de "La Última Película" está en el revisionismo y el ajuste de cuentas.
Ambientada en los primeros años cincuenta, Bogdanovich nos traslada a un desolado pueblo de Texas, radiografiando las vivencias de varios de sus habitantes. 
Se revela pronto como una mirada humorosa y patética a la vida de una villa, libre del exacerbado pathos de "Esplendor en la Hierba" o del melodrama morboso de "Peyton Place". 

Ellen Burstyn como Lois

Los protagonistas de "La Última Película" entienden y asumen que el pueblo no cambiará jamás. En todo caso, terminarán por pudrirse y desaparecer al mismo ritmo que el lugar donde viven.
La necesidad de diversión pasa por entregarse repetidamente al sexo, visto y realizado como una extensión de la tristeza personal. 
Hay tan poca gente en el lugar, que hasta las relaciones intergeneracionales se aceptan calladamente.

Cloris Leachman como Ruth Popper

A través de la mirada lacónica de Sonny Crawford, se desgrana la experiencia en medio de esa asfixiante ninguna parte, donde el paso del tiempo es una realidad tan dolorosa como imperceptible. 
Las sesiones de un viejo cine concluyen a la vez que Sam, el León, entendido como el héroe local y el estandarte de un lugar que se extingue a sí mismo.
Transcurren los años para Sonny, sin que cambie físicamente, a pesar de perder todo aquello que nunca fue suyo.
Finalmente, se topa con la realidad de que no abandonará nunca esa villa macondiana y, como personaje trágico, terminará por aceptar su destino.


La melancolía inherente de este panorama que nos cuenta "La Última Película" se contrarresta con una puesta en escena vívida y un soberbio retrato de maneras adultas y dolores adolescentes.
Es una película asequible y corazonable, porque su pesimismo se casa felizmente con un continuo sentido del humor.

Timothy Bottoms, Jeff Bridges y Cybill Shepherd

El firme, inspiradísimo pulso de Bogdanovich se mantiene hasta el broche final: quizá el ending más alternativamente feliz y tremebundo de la Historia del Cine que ahora mismo puedo recordar.


Desde su mismo estreno en 1971, se calcularía la importancia de "La Última Película". 
Entre sus innovaciones, no se encontraba sólo esa mirada incisiva y despejada, sino también la afirmación de una obra netamente posmoderna, donde cine y cinefilia se muestran indisociables, donde la épica de las pantallas se opone a la vulgaridad de sus espectadores. 
En una de sus imágenes, se intuye el cartel de "Wagon Master", el western fordiano que protagonizara inolvidablemente Ben Johnson, actor también de esta película.

Ben Johnson como Sam, el León

Además, éste sería el film que puso de moda incluir canciones pop en la banda sonora para revestir el retrato sentimental de tiempos pasados, una costumbre hoy bastante generalizada.
Obra hito por la citada estilística, también se benefició de las interpretaciones de todo su reparto.
Ben Johnson y Cloris Leachman recibieron sendos Oscars, pero el reparto al completo es una maravilla, donde despuntarían nombres como Cybill Shepherd, Jeff Bridges y Ellen Burstyn.
Menos suerte y relevancia tuvo Timothy Bottoms, pese a que fuera la verdadera llave del encanto, la desazón y la hondura de "La Última Película".

Timothy Bottoms como Sonny Crawford

Co-escrita con el novelista Larry McMurtry - quien, décadas después, sería uno de los artífices de esa otra hermosa desmitificación del Oeste llamada "Brokeback Mountain" -, "La Última Película" representa una de las amargas ironías de los cineastas de los setenta, los mismos que demostraron una insólita madurez expresiva cuando apenas empezaban para luego tropezarse y fallar demasiadas veces.
Bogdanovich firmaría buenos títulos, prestaría batalla en otros tantos y, como profesor y ensayista, sigue siendo un rey, pero el secreto de su primera "Última Película" se perdió entre las repetidas decepciones, la desorientación propia y la desconfianza postrera de la industria hacia su generación.


En cualquier caso, para una obra que habla sobre el dolor de la pérdida y lo inevitable del transcurrir del tiempo, la ironía reaparece cuando "La Última Película" conserva todo su poder cuarenta años después de su estreno.
Quizá porque siempre estuvo dotada de una sensibilidad universal, que toca a cualquiera que le dedique un mínimo vistazo; me atrevería a decir que es imposible que muchas de sus imágenes dejen indiferente a nadie. 


Sin duda, el estado de gracia hecho cine.

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