miércoles, 27 de noviembre de 2013

Baratijas de Oro


La Historia del Cine se compone de los grandes éxitos, de los más sonoros fracasos y de las visionarias obras de los mejores directores, escribiríamos como conclusión si buscáramos la simpleza.
Un análisis más profundo e informado del fenómeno que representan las películas en nuestra cultura no podría quedarse en esa superficie del cine divulgado.
Tendríamos que indagar forzosamente entre el variopinto consumo que ha disfrutado el séptimo arte desde sus inicios.

"T-Men"

Hoy nos colamos por la puerta de atrás del cine, en busca de las películas de bajo presupuesto, nunca tomadas en serio en su momento de estreno, vindicadas por la posmodernidad y siempre curiosas reliquias de un tiempo y un modo de producción. 
Navegaremos por la serie B americana, los terrores de la británica Hammer y los mediterráneos spaghetti-western, para arribar a la conclusión de que esas películas, que suplían grandes presupuestos con estrategias de promoción, han sido, en muchas ocasiones, más decisivas e influyentes que cualquier otra.

Simone Simon en "La Mujer Pantera"

Hay que destacar que, en todo caso, el bajo presupuesto no significa necesariamente ni sinceridad ni valía ni interés. 
Encontramos en la serie B la misma variedad que en cualquier estrato, país o gama de producción: hay películas magistrales, otras, buenas, unas, regulares, y otras, para pegarse un tiro.


Sí es cierto que el cine de serie B tiene una importancia retrospectiva, desde su simple estética. Vivía más apegado a la calle, era más inmediato en su abordaje sensacionalista de la violencia y el sexo, y no se hipotecaba tanto al glamour, las estrellas o las fórmulas de sonrisas. 
Muchas películas de serie B dan una imagen más realista y exacta de su tiempo. Se conocen y estudian mejor las paranoias, modas, protocolos y maneras sociales por una película barata que por la más postinera y multioscarizada superproducción.


Para rastrear los orígenes del cine de bajo presupuesto, hay que llegar a Hollywood. 
El cine sonoro trajo la consolidación de los grandes estudios, esos que monopolizaron el mercado, se atiborraron de estrellas y pagaban peaje en Wall Street. La exhibición estaba en sus manos, por lo que dedicarse al medio en aquellos tiempos requería traspasar las verjas sagradas de la Metro, la Warner, la Fox, la RKO o la Paramount.
Por aquel entonces, no existía ni el cine independiente ni quedó ninguna alternativa rastreable a ese modelo; el cine underground era anecdótico y, como su nombre indica, estaba bien enterrado.
La serie B nació como consecuencia de ese monopolio. Desde entonces hasta ahora, Hollywood ha desplegado una táctica comercial infalible. ¿Quiere usted, señor exhibidor, una película lujosa y revientasalas? Muy bien, la tendrá, pero habrá de exhibir necesariamente estas tres mierdas como accesorio. 
El cine norteamericano todavía sigue aplicando esa política de lotes, que derrota de entrada a la competencia.


En aquellos años treinta, se implantó la tradición de la doble sesión. 
El double feature se componía de una película de serie A, registrada en grandes estudios, y, a continuación, una película de serie B. 
Ésta solía responder a seriales de aventuras, westerns baratos, pseudocumentales moralistas, intrigas policiacas o entregas de ciencia ficción; la proliferación de cada género dependió de década y modas.


La serie B norteamericana se fundamentaba en la rapidez y podría entenderse como la mirada capitalista que Hollywood ha aplicado al cine; un mercado donde usted encontrará artículos de lujo y otros de gama blanca.
En cualquier caso, es difícil distinguir a veces esa frontera entre lo A y lo B. 
Por ejemplo, súperproducciones como "La Reina Cobra" parecen de serie B hoy en día; sus ideas eran de derribo y su espectacularidad de antaño no ha resistido el paso del tiempo. 
Otras, como "The Man I Love", aparecen como una región intermedia; es una producción Warner, aunque todo en ella tiene un aspecto B, desde los actores elegidos hasta los ambientes, pasando por la condición derivativa y mixta del resultado final.

Ida Lupino y Robert Alda en "The Man I Love"

El aspecto B pasa por el ambiente vulgar, los actores poco conocidos y la modestia general.
Monogram Pictures fue uno de los lugares emblemáticos de producción de las películas baratas de entonces.
Algunas fueron grandes éxitos, como "Dillinger", que recogía la historia del famoso atracador de bancos con ese estilo documental tan propio del bajo presupuesto.

Lawrence Tierney en "Dillinger"

"Dillinger" hizo de Lawrence Tierney una estrella inesperada y también inusual. Era el protagonista antiheroico, malvado sin remisión y duro como una piedra, que aparecería en otros clásicos de la serie B como "Born to Kill" o "The Devil Thumbs A Ride". 
Tierney es una de las muestras de lo mejor de esas películas, que daban un lado más canalla, afilado y sin concesiones a las pantallas cinematográficas.

"The Devil Thumbs A Ride"

Otro gran éxito de la serie B se llamó "El Demonio en Las Armas", que aprovechaba la leyenda de Bonnie & Clyde y la transfería a un universo contemporáneo. 
Dirigida por Joseph H. Lewis, aclamado director de estos terrenos, sus imágenes ahorradoras y tremendamente eficaces revelarían un nuevo estilo de abordar el policiaco.


Y no hay película que simbolice mejor el año 1945 que "Detour", ultrabarata cinta de Edgar G. Ulmer, donde el tono desencantado y amargo calibraban el final de la guerra y el principio del desconcierto atómico.

Tom Neal en "Detour"

Concebida como una oficina de empleo o una primera puerta hacia pastos más verdes, la serie B supuso el primer gateo de muchos directores, luego prestigiosos y absorbidos por la gran maquinaria, como Anthony Mann, Jacques Tourneur o Robert Wise. 
Sus primeras películas en esos márgenes modestos se nos revelan más personales e imaginativas que las súperproducciones que firmarían años después.
Ahí están "Raw Deal" o "T-Men", dirigidas por Anthony Mann en los años cuarenta, tan queridas por Martin Scorsese. 
El tono claroscuro de las imágenes, las miradas a la delincuencia y la agresividad callejera, el pesimismo ante la reinserción social o las odas al antiheroísmo se revelan modernas a nuestros ojos.

Dennis O'Keefe en "Raw Deal"

Para sombras y luces, las de Jacques Tourner a las órdenes del productor Val Lewton. 
Aventurados en cintas fantásticas, decidieron suplir la escasez de efectos creíbles por el desconcierto que provoca la oscuridad. 
La necesidad del ahorro fue lo que reveló que ocultar es más sugerente e inquietante que mostrar. 
Desde "La Mujer Pantera", una película de tensión psicosexual inaudita, se sentaron las bases de un cine de serie B con fisonomía artística.

"La Mujer Pantera"

Todas estas cintas apenas ocupaban espacio en las columnas de opinión de entonces, que relativizaban su importancia verdadera y, a veces, atacaban de lleno su desmedida agresividad o sus excesos melodramáticos.
Se diferenciaba por entonces el gran drama de la cosa génerica.
En ésta, estaba incluida la ciencia ficción, género condenado a la serie B y que no conocería tratamiento de lujo hasta la llegada de "2001, una Odisea del Espacio".

"Them!"

Hasta entonces, vivió en la doble sesión y en el drive-in, marcado en letras enormes, que metaforizaban los miedos generales de la época. 
Estamos en los años cincuenta: el temor atómico y la paranoia anticomunista se contaron, como nunca, bajo la excusa de invasiones alienígenas o monstruos devoradores.
El regusto camp ya se detectaba por entonces, aunque las mejores aún logran transmitir una escalada de tensión irrepetible. 
"La Invasión de los Ladrones de Cuerpos" jugaba, como "La Mujer Pantera", a la ocultación de lo que estaba pasando; todavía es increíblemente terrorífica.

Dana Wynter y Kevin McCarthy en "La Invasión de los Ladrones de Cuerpos"

Jack Arnold prefería jugar con el "si fuera..." y dar un tono cientificista a sus películas. 
La mejor de Arnold se llamó "El Increíble Hombre Menguante", que, tal y como el nombre indica, contaba el caso de un hombre que empequeñecía, por mor de los efectos de una nube tóxica. 
La premisa es de serie B, así como el ambiente y los actores, pero la película se introduce en todas las aristas del drama y termina por irrumpir un discurso existencialista insólito en otro film comercial de los años cincuenta. 
Como los melodramas de Douglas Sirk, dentro de un espacio acotado, aparece una navaja que rasga y pone en solfa el establishment de la era.

"El Increíble Hombre Menguante"

A finales de la década de los cincuenta, la doble sesión de los cines se nutrió de una tácita invasión británica, que renovó el interés por el terror. 
De nuevo, se volvía al impacto, a la agresividad, al sexo. Las sensaciones puramente cinematográficas, ahora a todo color.

"The Devil Rides Out"

Nacía la Hammer, productora inglesa, que sacó a los monstruos clásicos de la memoria - Drácula, Frankenstein, el Hombre Lobo - y los devolvió a las retinas. 
Las películas de la Hammer apenas fueron tomadas en serio en su momento de estreno, pese a que algunas fueron unos éxitos tremendos. 
Aunque daban una imagen lujosa, lo cierto es que gran parte del presupuesto prefería dedicarse a la promoción avasallante y los gimmicks publicitarios. No eran películas especialmente caras y las mejores recurrieron a la imaginación para parecerlo.

Christopher Lee como "Drácula"

Destacan, ante todo, las dirigidas por Terence Fisher, todo un maestro de la composición, que llenaba de intensidad estas miradas lascivas a mitos victorianos. 
Incluso las más disparatadas se llenan de colores arrebatados y feroz romanticismo; pocas de sus películas son enteramente satisfactorias, pero todas son brillantes, distintas. Un nuevo paraje que ofrecía un cine alternativo, bajo la coartada del género.

"Frankenstein Creó a la Mujer"

Renovar un género popular ha sido santo y seña del cine barato. Es donde se conecta con los espectadores de una manera básica, mientras relanza la sensación de novedad. 
Así apareció el western europeo, llamado spaghetti western, producido por el cine italiano y rodado generalmente en el sur de España.

Clint Eastwood en "Por Un Puñado de Dólares"

"Por Un Puñado de Dólares" no fue el primer spaghetti western, pero sí el inicial éxito, que atestiguó que el género sobre la Historia norteamericana había acabado convertido en tal cómic que podía ser manejado por cualquiera, hasta más allá del océano. 
La verdad es que Sergio Leone y otros chefs del western europeo dieron una mirada al Oeste más exacta, por sucia, agresiva y política, que cualquiera de los grandes clásicos del género. Leone habló de que el western se había vendido al psicologismo, mientras perdía su rudeza, su fuerza y todo aquello que caracterizaba a los pioneros del Viejo Oeste.
El spaghetti-western, otra moda manierista que aún abomina a muchos críticos, es una de esas corrientes que se inmiscuían en terrenos de profundidad e iconoclastia, precisamente desde su condición derivativa.
Las más distinguidas, firmadas por los dos Sergios - Leone y Corbucci -, mejoran con el paso del tiempo y sólo se las puede calificar de hipnóticas.

Jean-Louis Trintignant en "El Gran Silencio"

La victoria del cine rápido, barato, sexualizado, violento, fue observada con mucho detenimiento por un Hollywood que veía a sus amados estudios en la bancarrota, allá por los años sesenta. 
Sólo así se entiende que llamara a un cineasta de la sexploitation como Russ Meyer y lo llevara hasta la Fox para firmar "Más Allá del Valle de las Muñecas", apuesta de una major por el sensacionalismo, por el erotismo directo, por la parodia, por todo lo que buscaban los espectadores.

"Más Allá del Valle de las Muñecas" 

Roger Corman, controvertido productor de cientos de películas, se haría la voz contestona en aquellos tiempos por el interés que despertaron sus títulos. Algunos, muy interesantes; otros, demenciales. Corman es esa doble faz del cine de bajo presupuesto: puede ser puntero y distinto en ocasiones, pero majadero e inútil en otras.
Bajo la tutela de Corman, comenzarían directores como Peter Bogdanovich, Francis Ford Coppola o Martin Scorsese, aunque es cierto que nada de lo que hicieron para Corman se compara con lo que dirigirían después.
Los años setenta no sólo vivieron la proliferación del cine basura, sino también su vindicación como icono cultural. 
La mayor oda a la serie B aparece en "The Rocky Horror Picture Show", que, a su vez, se asumió como maldita para popularizarse entre una generación amante de la ironía.

Susan Sarandon y Barry Bostwick en "The Rocky Horror Picture Show"

Los viejos seriales de aventuras y ciencia-ficción eran añorados por George Lucas y Steven Spielberg.
"La Guerra de las Galaxias" y "En Busca del Arca Perdida" instigaban la cuestión sentimental de los héroes de la radio, las películas baratas y los cómics en un tratamiento hiperpresupuestado. El descomunal y duradero taquillazo de ambas es significativo.
El cine a la venta, a través del VHS y el DVD, ha dado la posibilidad de recuperar la serie B, las películas perdidas, los márgenes del catálogo, las nunca nombradas en las enciclopedias cinematográficas; esos títulos que alabaron muchos directores y críticos europeos, mientras otros norteamericanos las recordaban como parte de su educación sentimental.
Quentin Tarantino, ávido consumidor de cine de bajo presupuesto de todos los países, no para de declarar su amor por los productos explotativos, el western europeo y todo lo que se conjuga con B.
En "Reservoir Dogs", podíamos ver a Lawrence Tierney, el mítico "Dillinger" de la Monogram; en "Django Desencadenado", nos topábamos con Franco Nero, estrella de los mejores spaghetti western de Sergio Corbucci.

Franco Nero en "Vamos A Matar, Compañeros"

Quedaba la nostalgia. Aquel cine barato había muerto en los años ochenta, cuando se empezaron a producir menos películas para hacerlas más grandes.
Las películas destinadas al vídeo, los telefilms y las series de televisión han sido, desde entonces, la puerta de atrás de la producción audiovisual. 
Es ahí donde se encuentra ahora esa primera - o última - parada para actores, directores y resortes básicos audiovisuales, también apoyados en el sexo, las premisas fantásticas, el sensacionalismo o la descripción de la vida urbana.
Como hemos dicho, la valoración por el bajo presupuesto no debería rendirse al simple fetiche o a la hipervaloración de su estética desfasada.
Ha de aclararse que las intenciones de las películas baratas fue rendir beneficios de la manera más básica posible y mucha de su importancia simbólica se aplica en retrospectiva.

Digamos que la serie B es como un vasto yacimiento donde se encontrará el oro si se rasca entre la tierra con suficiente fruición.

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