martes, 24 de junio de 2014

Espejos de Lauren Bacall


Invento glamouroso de los años cuarenta, mimada y confortada por sus escultores, Lauren Bacall sedujo desde el primer minuto, pero fue fabulosa el día que decidió navegar sola. 
A riesgo de que la trataran de actriz difícil, hizo lo debido: ser ella misma sin renunciar a su poderosa imagen y reconvertirse en el lujo de señora que aún vive, colea y cautiva.
La Bacall tiene quizá la trayectoria más irregular, apática e inexplicable de todos los mitos cinematográficos de Hollywood, y aún así, es una de las personalidades más amadas del cine norteamericano.
Rastrearla desde su espectacular debut implica buscarla entre sus parones profesionales, sus huidas a Broadway, sus matrimonios, sus retornos.
Como las mejores, Lauren produce obsesión desde su excepción; como ninguna otra, se cuenta distinguida con muy poco. 


Extraordinaria belleza y pareja imprescindible de uno de los astros del cine clásico, Lauren Bacall también es epítome de sequías profesionales motivadas por la escasez de verdaderos retos interpretativos. Como la mayoría de las actrices, Lauren ha estado francamente desaprovechada y un varapalo se miraba más decisivo por la industria que media docena de éxitos.
Entre etiquetas, naufragios, aplausos y arrugas, Lauren Bacall es también un icono de feminismo, que retaba a sus machos de escena, huyó de la condición de florero que le tenían reservada y no ha tenido miedo a envejecer con dignidad, a salvo de cirugías, para encontrarse con la sorpresa: tras el final de la carrera, quedaba mucho camino por andar.


Nacida en el seno de una familia estrictamente judía - de hecho, es prima de Shimon Peres - Betty Joan Perske cambió su apellido por Bacall cuando su padre se divorció de su madre, marchóse y nunca volvió.
Aún adolescente, Betty Bacall podía encontrarse como taquillera de un cine neoyorquino.
Mientras tomaba lecciones interpretativas, las facturas de la joven Bacall las costeaba su trabajo como modelo para grandes almacenes y revistas de moda. Sería en una de ellas donde su foto llamaba poderosamente la atención al otro lado del país.
Nancy, la mujer del director Howard Hawks, observaba la fotografía y se la enseñaba a su marido, convencida de que había encontrado el oro. 
Nancy Hawks se decidía a convertir a su hallazgo en estrella y la tomó bajo su cuidado, mientras una milagrosa prueba convertía a Betty en Lauren Bacall, contrato con la Warner mediante.


Los nervios sacudieron a Lauren Bacall durante sus primeras pruebas para "Tener y No Tener". 
Howard Hawks detestó su voz y los maestros de dicción la aleccionaron para que hablara de manera grave y envolvente. Otros asesores le pidieron que contuviese sus temblores escénicos, bajando la barbilla hasta el pecho y mirando soslayadamente a cámara. 
La voz y la mirada de Lauren Bacall nacieron en esos días.


Unida a Humphrey Bogart, los Hawks entendieron a la pareja como un espejo cinematográfico de su propia relación. Lauren Bacall interpretaría a Slim en "Tener y No Tener", justo el apodo de Nancy Hawks.
La insinuante y felina Lauren apareció en el nuevo vehículo fílmico de Bogart y causó sensación. La androginia la hacía aún más estimulante y, así, se consagraba una de las parejas romántico-eróticas más reconocidas y divulgadas del cine.

Con Humphrey Bogart en "Tener y No Tener"

"Si me necesitas, junta los labios y silba", le decía Lauren a Bogart para ganarse la inmortalidad.
Lauren sólo tenía 19 años y Bogart, 45.
Él se divorció de su mujer para casarse con Lauren Bacall, con quien tendría dos hijos y permanecería unido hasta su muerte. 
De algún modo, no podría entenderse a Lauren sin Bogie y ella aún responde preguntas sobre él. "¿Un tipo duro? No, Bogie era un alma amable".
Además de la vida doméstica que se crearon contra todo pronóstico, Lauren volvería a los brazos de Humphrey en tres ocasiones cinematográficas para tríada de clásicos del noir: "Cayo Largo", "El Sueño Eterno" y "La Senda Prohibida", donde repitieron eso llamado química, o el encanto de ver al entrañable sabueso y la deliciosa gata otorgando luz a turbias intrigas de celuloide.

Con Bogart en "El Sueño Eterno"

Si las promesas con Bogart se cumplieron, las cosas se complicaron para Lauren Bacall desde el fracaso de su segunda y olvidable película, de la que siempre dijo nunca se recuperó. La Warner la desprotegió y ella demostraba un rápido desinterés, que se ha traducido en períodos de parón, algunos realmente largos.
Miembro de la facción progresista de Hollywood, quizá tampoco despertó muchas simpatías su manifiesta repulsión al mccarthysmo.
Se la vio marchando con Bogart y otros colegas para protestar contra la paranoia anticomunista que asolaba al país. Aún así, el matrimonio tuvo que declarar que no tenían ninguna inclinación por la hoz y el martillo.


Más ligera se la veía en "Cómo Casarse Con Un Millonario", donde su voz ronca y refinadas maneras contrastaban deleitosamente con las pin-ups Marilyn Monroe y Betty Grable.
Fue una vuelta a la primera plana, todo opulencia y colorín. 

Con Betty Grable y Marilyn Monroe en "Cómo Casarse Con Un Millonario"

Más opulencia y aún mejores colores se vestían cuando Lauren Bacall visitaba el mundo de Douglas Sirk en "Escrito Sobre el Viento", donde interpretaba a la afligida esposa del decadente heredero de una empresa petrolífera.
Hoy considerada una obra maestra, hasta Bogart expresó su disgusto por ver a su Lauren en semejante melodrama y la Bacall nunca la ha nombrado entre sus películas favoritas.

Como Lucy Moore Hadley en "Escrito Sobre el Viento"

Al año siguiente, Bogart sucumbía al cáncer y el luto desbordaba la ciudad. 
Lauren, la joven viuda, colocaba un silbato en la tumba, porque aquello de "si me necesitas, sílbame".


Lauren Bacall perdía un gran amor, pero también su mejor aliado y su guía en el cine.
La dispersión se acrecentó y su breve compromiso con Frank Sinatra - que la dejó cuando se enteró que todos sabían de la boda menos él - ocupaba más atención que sus apariciones cinematográficas.

Con Sinatra

A finales de los cincuenta, Lauren se marchaba de los escenarios durante varios años, a lo largo de los cuales encontró el tiempo para casarse con Jason Robards.
Con Robards tendría un hijo, pero también una tormenta asegurada a causa del alcoholismo de él, que terminaría por sentenciar el matrimonio.

Con Jason Robards

Habría que esperar al meridiano de la siguiente década para verla con la marcha recuperada en los escenarios.
Sus mejores éxitos se ovacionaban en el teatro musical neoyorquino, donde conquistó con "Applause", versión musical de "Eva Al Desnudo".


Fue uno de tantos regalos que se dio a sí misma y la evidencia de que descansar le sentaba bien. Su ductilidad y elegancia no sólo permanecían, sino aumentaban con la edad.
"Asesinato en el Orient Express" la recuperaba por enésima vez para la pantalla, aunque esta vez con la firme decisión de devenirse en actriz secundaria y/o presencia de respeto. 

Como Mrs. Hubbard en "Asesinato en el Orient Express"

Desde ese momento y para siempre, contar con la Bacall ha sido llamar a la esfinge de los ayeres que recuerda recetas de glamour a los nuevos tiempos.
Imitada, homenajeada, adjetivizada, es difícil saber si Lauren Bacall inventó el estilo de los cuarenta o viceversa, y si su talento fue algo que aprendió por el camino o era esa veta inexplorada desde que se hacía llamar Slim. 
"¿Qué se siente al mirarse en el espejo y verse tan bella?", le preguntaba Barbra Streisand en "El Amor Tiene Dos Caras", donde era la madre guapa del patito feo. 

"El Amor Tiene Dos Caras"

Su augusta presencia le valía su única nominación al Oscar, negado de manera sorprendente, aplazado a un premio honorífico en 2009.
El galardón le llegaba en la etapa más ocupada de su carrera, justo cuando pensó que ya había terminado. Lars von Trier la ha llamado dos veces y la animación no para de demandar su inmarchitable voz, al ritmo que se suceden apariciones especiales, entradas en saraos y todos los homenajes.
Con el Oscar en la mano, dijo: "¡Un hombre, por fin!".


Pese a casarse dos veces y parir tres hijos, Lauren siempre se ha confesado alérgica a vidas familiares y uniones conyugales, mientras bendice el día que reconoció que no estaba hecha para ello. 
A ella le bastó su sentido del humor, su estilo y su maravillosa independencia como actriz, persona y mujer.


Lauren Bacall hoy tiene 89 años y, cual buena vieja batallitas, sostiene que el pasado del cine siempre fue mejor, añorando a todos los grandes, quizá echando de menos el principio de su bella historia.


Se cuenta placer oírla sacar el alfiler y decir cosas como: "Sí, he visto "Crepúsculo". Mi nieta me hizo verla, diciendo que era la mejor película de vampiros de la Historia. Cuando la "película" acabó, quería partirle la cabeza con el zapato, pero no quiero que escriba un libro llamado "Querídisima Abuelita" cuando yo muera. Así que le regalé el DVD de "Nosferatu", obra maestra de Murnau, y le dije: "Esto sí es una película de vampiros". ¡Y esto también va por todos vosotros! ¡Ved "Nosferatu"!"


No te mueras nunca, Slim.

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