Héroe de energías y hombre de tranquilidades, Joel McCrea alcanzó un estatus en Hollywood tan sutil y honesto como su estilo.
Y duradero. De zambullirse ligero de ropa a por Dolores del Río hasta desmontar del último caballo, mediaron siete décadas de una excelencia que sobrevivió entre su modestia, la ceguera de muchos críticos y una popularidad incesante.
Y duradero. De zambullirse ligero de ropa a por Dolores del Río hasta desmontar del último caballo, mediaron siete décadas de una excelencia que sobrevivió entre su modestia, la ceguera de muchos críticos y una popularidad incesante.
Al ritmo de similares caballeros de Hollywood, Joel McCrea fue elegido en primer lugar por su físico.
Representaba un ideal de hombre norteamericano, que concedía cierta imagen de inocencia y fuerza. Como Gary Cooper o Randolph Scott, McCrea era el macho en quien confiar.
Alto, rubio, con la mirada de un niño y el cuerpo de un dios.
Representaba un ideal de hombre norteamericano, que concedía cierta imagen de inocencia y fuerza. Como Gary Cooper o Randolph Scott, McCrea era el macho en quien confiar.
Alto, rubio, con la mirada de un niño y el cuerpo de un dios.
Suave y rústico lo combinaron y McCrea aparece en comedias, melodramas y westerns; en las mejores ocasiones, bajo la batuta de directores como William Wyler, Alfred Hitchcock, Howard Hawks y, sobre todo, Preston Sturges.
El culto por McCrea es subterráneo, pero poderoso. Por aquel entonces se le identificaba como el galán a escoger, el vaquero inevitable y se le acusaba que tenía un único registro. Él se apresuró a decir que eran muchos los que quisieran ese registro. El acertado.
Tenía razón. Basta revisarlo para comprobar cómo hace parecer tan fácil lo que es inmensamente difícil, cómo no se apresura a robar la escena a sus emotivas compañeras de reparto y cómo hace un trabajo de timing y naturalidad que resulta no sólo moderno, sino asombroso.
Joel McCrea es uno de los mejores actores de su tiempo y ni él mismo lo sabía.
Confesó que se arrepentía de no haberlo intentado con más ahínco y la mismísima Katharine Hepburn lo elogió y le dijo que su valía hubiese merecido la altura de Spencer Tracy o Edward G. Robinson.
Pero la irregular relación de McCrea con la profesión artística lo detuvo de ambicionar más carne dramática que la de picar espuelas y acabar con los malos. Y, aún así, destacó. Ante una de sus últimas películas, la crítica Pauline Kael habló de Joel como "ese gran actor del que nadie escribe".
También por su huida de excesos y escándalos, Joel McCrea suele olvidarse en las antologías de lo mejor del cine clásico, pese a ser el protagonista de unas cuantas obras maestras y de media docena de títulos memorables.
Cualquier fan del Hollywood añejo, conoce a Joel, pero todos deberían mirarlo de nuevo.
Cualquier fan del Hollywood añejo, conoce a Joel, pero todos deberían mirarlo de nuevo.
Cuando Joel McCrea era un niño en California, solía repartir periódicos por el nuevo e insospechado terreno de Hollywood, donde los señores de las motion pictures se habían establecido, entre quejas de los vecinos y la curiosidad del mundo.
Una de las puertas que tocaba Joel era la de Cecil B. De Mille, para quien llegara a trabajar veinte años después.
Habría tiempo para subirse a los escenarios de escuelas y universidades, y también para trabajar como figurante y doble de escenas de acción.
En una rara ocasión donde un extra es señalado entre la multitud y escogido para un papel de relevancia, Joel McCrea consiguió líneas y foco en "El Cantor de Jazz", la primera película sonora de la Historia y el principio de su carrera.
Su apariencia - rubio, ojos azules, metro noventa - lo consagraron pronto como el hombre a colocar en todos los géneros.
Sería la RKO quien lo promocionaba y hacía famoso en los primeros años treinta.
En aquellos tiempos previos a la implantación del Código de Censura, era fácil tropezarse con el joven McCrea enseñando sus exquisitas carnes y asegurando el calor de las plateas.
Con Dolores del Río en "Ave del Paraíso" |
Todavía sorprende el muestrario beefcake de "Ave del Paraíso", donde se pasa media película sin camiseta, a merced de su pasión por la indígena interpretada por Dolores del Río.
Y aún más digna de nuestra maromística atención es su secuencia en los vestuarios en "The Sport Parade", en la que no falta homoerotismo del más encantador nivel.
"The Sport Parade" |
También homoeróticas son las miradas que le dedica Leslie Banks en "El Malvado Zaroff" (The Most Dangerous Game), magistral relato de intriga y atmósfera, donde McCrea se ve obligado a ser la presa en una alucinada cacería humana.
Un clásico tan reivindicable como el propio Joel.
Con Fay Wray en "El Malvado Zaroff" |
1932 sería pistoletazo para una sucesión de títulos que grabaron al simpático y bello McCrea en las audiencias como uno de los identificables leading men del cine de la Depresión.
Él comenzó a pedir westerns desde el primer día, pero fue desoído casi siempre y se veía inmerso en selectos títulos. Éstos auspiciados por Samuel Goldwyn, que colocó a Joel McCrea como el vértice de la tensa "Esos Tres" o el arquitecto desempleado de "Dead End".
Al lado de Barbara Stanwyck, la cosa se las pintaba más rústica y cercana y coincidieron en varias ocasiones.
Algunas tan espectaculares como "Unión Pacífico", donde eran los pioneros del Oeste imaginario y boyante de Cecil B. De Mille.
Con Barbara Stanwyck |
Como estrella, McCrea fue opción inescapable para muchos directores. Sin ser el actor más emocionante de la ciudad, sí era una buena portada para vender la película y, de paso, interpretar al héroe más resuelto sin demasiados aspavientos.
Así, Joel McCrea se las veía con Hitchcock en "Enviado Especial", la segunda película del genio en Hollywood, trepidante intriga de espionaje a lo largo de la Europa asediada por el nazismo.
Con Laraine Day en "Enviado Especial" |
Fue inmejorable oportunidad para demostrar la valía de McCrea como nene de acción, aunque la comedia aún le reservaba dos deleites con Preston Sturges.
Por un lado, "The Palm Beach Story", divertídisima frivolidad, donde era el arruinado que trata de recuperar a Claudette Colbert a fuerza de unos besos que todavía cortan el aliento.
Con Claudette Colbert en "The Palm Beach Story" |
Y, por otro, "Los Viajes de Sullivan", de largo, su papel más memorable. como el director que aspira a crear un drama de conciencia social y se viste de vagabundo para "sentir" la pobreza.
Con Veronica Lake en "Los Viajes de Sullivan" |
Quien se detenga a contemplar esa interpretación, podrá intuir ese tour-de-force jamás intuido, aunque el definitivo ejemplo de su sutileza quizá se encuentre en "The More The Merrier".
Con Jean Arthur en "The More The Merrier" |
El éxito de "Buffallo Bill", que lo veía con barbas en idealizada y colorista visión del célebre personaje, fue lo que buscaba: su consagración como hombre del western.
Desde mediados de los años cuarenta, Joel McCrea sólo apareció en películas del Oeste.
Preguntado al respecto, dijo que hay una edad para las comedias románticas y no se veía así mismo seduciendo y enamorando a jovencitas en las películas.
Pero también el western era el lugar donde se sentía más cómodo, donde no tenía que esforzarse, donde satisfacía la deuda con sus antepasados, donde estaba en casa.
Porque ahora la profesión artística sería el mero accesorio de la inmensa fortuna de la familia McCrea.
En 1933, Joel se había casado con Frances Dee, actriz de cierta continuidad, aunque discreta relevancia, quizá mejor recordada como la heroína de "Yo Anduve Con Un Zombie".
Joel y Frances pasaron de ser unos aspirantes en Tinseltown a convertirse en los McCrea, el poderoso matrimonio que lo consiguió todo a fuerza de ahorrar.
Su férrea filosofía de vivir con la mitad y guardar la otra los devino en multimillonarios en los años cuarenta, con un rancho en California que desafiaba la envidia ajena.
Más dinero aumentó la heredad McCrea cuando parte de sus adquisiciones fueron recompradas por una empresa petrolífera.
En el Rancho Joel McCrea - aún en pie -, se vivía el western real del actor, que volvía a Hollywood como hobbie y consideraba las agrestes ocupaciones como su auténtica profesión.
Aún así, hubo tiempo para ofrecer placeres a lo largo de las praderas del cine y entre sus westerns más destacados, sobresalen "Estrellas en Mi Corona", "Wichita" y, sobre todo, "Colorado Territory", amargo y romántico retrato de un delincuente perseguido, que contradecía su habitual exigencia de evitar personajes antiheroicos.
Con Virginia Mayo en "Colorado Territory" |
Entre la ristra de westerns que protagonizara hasta su retiro en 1978, hubo una serie de televisión y también la oportunidad de lucirse a la orden de Sam Peckinpah en "Duelo en la Alta Sierra".
Junto a Randolph Scott, otro astro del género, McCrea ofreció un entrañable retrato del ocaso de los viejos padres.
Suya era la imagen final, de imborrable impresión en la cinefilia.
Con Randolph Scott en "Duelo en la Alta Sierra" |
Sus apariciones se dispersaron a tenor de su edad y de la caída de una manera de entender las películas.
En los últimos tiempos, se lo pudo ver en elegidas ocasiones, bien como estandarte de la vieja guardia republicana de Hollywood o como objeto de algún que otro homenaje, escasos para lo que mereciera.
Aún de la mano de Frances Dee, tras cincuenta y siete años de matrimonio, con tres hijos y frente a los horizontes de su heredad, Joel McCrea sucumbía a una neumonía en 1990.
Tenía 84 años, parada final del verdadero viaje de Sullivan.
Últimos tiempos con Frances Dee |
La perfecta definición de tantos ideales norteamericanos, desde su apariencia hasta sus ambiciones, sosegadas, casi escondidas, pero implacables y fructíferas, Joel McCrea será cosa vieja para ojos nuevos, un padre pretérito y atribuido de mirada firme y responsabilidad, de esos que las pantallas ya no usan.
Es irónico que aquello que negaba con más ganas - su ductilidad escénica -, sea lo que permanece y lo que lo revaloriza después de tantos años.
Además de lo soberanamente maromial que nos ha resultado siempre, por supuesto.
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