lunes, 23 de junio de 2014

Matt Bomer


He de reconocer que, entre los muchos sentimientos que me despierta el bellérrimo de hoy, existe una considerable ración de odio. Y nació precisamente cuando anuncióse homosexual y conocimos a su estupendo matrimonio, a su estupenda familia y a su estupenda vida. 


Entonces sentí algo parecido a lo que sienten muchas amigas mías por las estrellas femeninas de Hollywood: ese reto de la perfección en un cuerpo hermoso, un rostro plácido y una trayectoria llena de éxitos.
Matt Bomer es el hombre gay que lo tiene todo, mientras lo único que poseo yo ahora mismo es este post para escribir de él.
Estoy exagerando, obviamente. Bueno, no. Bueno, sí.


Si le tengo odio, envidia y ganas de que le brote un grano pustulento en la frente justo cuando salga de la limusina derecho a alguna alfombra roja, también me despierta mucho cariño, porque lo he estado glosando desde que conquistó al mundo con "White Collar".
Y ahora el muchacho me llega hasta estos días, cuando se alinea para ganar todos los premios televisivos por "The Normal Heart", su más ambicioso papel hasta la fecha.


Aunque en esa división de chicos de pelo negro y ojos azules, me decantaría siempre y antes por Henry Cavill - más rudo y peludo dentro de lo fino -, no hay duda de que otro sentimiento que tengo por Bomer es el deseo sexual.
Tenía un poco olvidado lo bueno que está hasta "The Normal Heart", donde irrumpe resplandeciente y enseña la carne adecuada para que todos y todas soñemos con su culo respingón, Dios se lo guarde prieto por mucho tiempo.


"The Normal Heart", artificiosa y más bien decepcionante Tv-movie de la HBO sobre los primeros tiempos del SIDA, juega a la tragedia estética de ver a un guapo destruirse a golpe de pavorosa enfermedad. 
Y cuando se ve a Matt Bomer sufrir de esa manera, Catodia vibra como lo hacía con Candy llorando por Anthony.
Y así, el oportuno afeamiento - grandguignol hollywoodiense y avalador de galardones - devendrá a Matt en actor elogiado. 


Podría decirse que entre la temporada final de "White Collar" y las buenas críticas de "The Normal Heart", es la hora de la verdad para Matt. La moneda está en el aire y habrá que ver si hay más vida y promesa cumplida para este guapo de impresión.


Además del aplaudido outing, a contracorriente de lo que aconsejaban asesores y jefazos de "White Collar", a tenor de la experiencia de introducirse en la piel de un personaje-reto, Matt es también uno de los flamantes ejemplos de que no hay peligro real para un actor más allá de un armario bien abierto.
De hecho, ha aumentado la legión de fans. Muchas han dicho eso tan condescendiente de: "no importa que sea gay, lo seguiré amando". Vaya, gracias por el detalle.


Otras tantas gritaban su nombre al lado del cargante proceso de casting de Christian Grey. Todavía hay quien llora por la decisión final, considerando que Matt es el mejor Grey, aunque el desinterés del actor por la saga del antifaz ha sido elocuente prueba de que ni siquiera se lo planteó.
Las cosas se quieren más jugosas para Bomer y ya ha combinado "The Normal Heart" con participación en "8", la obra teatral de Dustin Lance Black sobre la lucha por el matrimonio igualitario en California.
Hollywood lo demanda de nuevo con el culo al aire para la secuela de "Magic Mike", aunque no ha confirmado repetir como stripper.


Y, si hablamos de bellezas idílicas, el cine norteamericano conocía unas cuantas antes de Matt. El insuperable Montgomery Clift será objeto de nuevo biopic donde Bomer querrá calzarse en la piel del legendario protagonista de "Un Lugar en El Sol".


Un lugar en el Sol es lo que se está labrando Bomer y he de volver a insistir en los numerosos admiradores que tiene el muchacho - "el hombre más guapo que ha parido el mundo", decía nuestro querido Alejandro Lagarda anoche mismo - y hay que mirarlo para comprobar el porqué del admirable parto universal.
Sólo le falta un brillo en los dientes, estilo príncipe Disney, aunque si pestañeo, creeré haberlo visto. 
Matt Bomer es la garantía de lo impecable, desde que se viste de traje hasta que enseña ese cuerpecito con todo en su sitio. 


Y, especialmente, cuando mira con esos ojos robóticos, azul hipnosis, que dejan bobo hasta el más pintado.


Lo dicho: lo odio, lo odio, lo odio, lo odio.

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