martes, 16 de octubre de 2012

All That Rock


Más alto que la vida, voz sensual y sonrisa generosa, de cabello fuerte, oscuro y raya al lado, Rock Hudson protagonizó películas de colorines para hacer dormir y soñar.
Fue puro Hollywood en los años cincuenta y sesenta; una estrella quasinfalible, un galán para todos los géneros, un hombre para desear y admirar.


Mucho tiempo antes, en Los Angeles, esperando un momento decisivo, había trabajado como camionero. Perdido el aliento, llegaba la oportunidad a finales de los años cuarenta.
Así, Roy Scherer se convirtió en Rock Hudson, esculpido a conciencia por la Universal, aun cuando nadie tuviera ninguna certeza sobre su talento dramático.
Porque nunca lo tuvo. Sólo tesón, energía, sonrisa, buenos protectores y un físico tan privilegiado, tan genuinamente americano, que lo hizo suculento valor ante los ojos de los jerarcas hollywoodienses. 


Crear a Rock Hudson no fue tarea fácil. Allí estaba, en su primera película, "Fighter Squadron". Rock sólo tenía una línea de diálogo, pero hicieron falta 38 tomas para completarla. 
Las cosas siguieron su curso, con múltiples apariciones en varios westerns hasta que Ross Hunter y Douglas Sirk le daban la oportunidad de un papel tan serio como colorido en el melodrama "Obsesión". 
Los nervios hicieron mella en Rock durante todo el rodaje, pero Jane Wyman tuvo una infinita paciencia y el maestro Sirk se convertía en su amuleto, en su figura paternal en el negocio, con quien posteriormente repetiría para un puñado de películas inmortales. 

Con Jane Wyman en "Sólo el Cielo lo Sabe"

"Obsesión" se estrenó y Rock, oh, Rock, tan alto, tan bello, incorporando a ese chico malo redimido por amor, conquistó al público, especialmente al femenino. 
En pocos años, se lo nombraría la personalidad favorita de Hollywood. Sólo tenía que sonreír; era demasiado encantador para ser verdad.
Más allá de su físico, Rock concedía el encanto de las estrellas del ayer, esa sensación entre glamourosa y confortante mientras alcanzaba enseguida la categoría de ser el principal reclamo de sus películas.

Con Elizabeth Taylor en "Gigante"

Si del western había pasado al melodrama, el melowestern "Gigante" fue la piedra de toque. La rústica saga le daba su única nominación al Oscar y una nueva puerta a la ambición.
Cometió el error de dejarlo todo por el fracasado remake de "Adiós A las Armas", pero aún habría tiempo y oportunidad para más excitación rockhudsoniana. 
Se encontraba con Doris Day que, como él, llevaba la bandera norteamericana en el genoma.
Ambos formaron una pareja indiscutible de la comedia romántica; sus personajes se conocían, se enredaban en lo picante, se sucedía el malentendido y, por supuesto, no pisaban el dormitorio sin pasar por la vicaría.

Con Doris Day

Con el crepúsculo de los sesenta, la figura de Rock Hudson entró en un inevitable declive y, para sofocarlo, nunca ha habido mejor tercera parte para las estrellonas de Hollywood que la televisión. 
Rock se topaba con una buena reválida a su proverbial suerte profesional en la serie cómico-policiaca "McMillan & Wife", donde formó pareja y química con Susan St. James durante seis temporadas.

Con Susan St. James, en la serie "McMillan & Wife"

Rock nunca estuvo demasiado contento en Catodia, pero sería el lugar donde encontrarlo a partir de entonces y también sería el sitio donde concedería su último papel, cortesía de "Dinastía".
Fue en "Dinastía" donde todo cambió. En el rodaje, irrumpía exhausto, enfermo, sin poder recordar sus diálogos, como si hubiese vuelto al balbuceante principio de su carrera, cuando tenía que repetir tantas tomas.
En esta ocasión, la explicación sería la dureza de una enfermedad que lo devoraba. Su escalofriante paso por el programa de Doris Day despejó cualquier duda de la gravedad.


Rock Hudson, fumador empedernido, había sufrido una aparatosa intervención cardiaca a finales de los setenta, y un devenido cáncer de hígado se impuso como primera explicación a su deteriorada salud. 
Pero la verdad se agazapaba tras las siglas más temidas, esas que nombran la epidemia que sentenciaría el final del siglo XX.
En 1985, Rock Hudson fue la primera personalidad de Hollywood en sucumbir al SIDA. Obviamente, la noticia no dejó indiferente a nadie.


En un comunicado, Rock terminó por confesar que se estaba muriendo de SIDA y arguyó que pudo contagiarse de la enfermedad en una transfusión operatoria.
Sin embargo, su homosexualidad, ocultada celosamente durante su carrera, se colocó en primera línea de todos los comentarios.


Tres décadas atrás, en un año tan esplendoroso para él como 1955, se había casado con Phillys Gates, de la que diría entonces que era lo mejor que le había pasado en la vida. 
Ambos negaron, con el tiempo y las revelaciones, que se casaran a efectos publicitarios, pero Gates era poco más que una secretaria de Harry Wilson, el jerarca de la Universal que había apostado por Rock desde los inicios.
En cualquier caso, se divorciaron a los tres años de matrimonio.

Su boda con Phyllis Gates

Todo Hollywood sabía que Rock Hudson era gay. 
La revista "Confidential" estuvo a punto de revelarlo en plenos años cincuenta, cuando la policía entró en una fiesta y arrestó a unos cuantos heartthrobs cinematográficos en plena bacanal. Entre ellos, Rock Hudson y Tab Hunter. La Universal llegó a un acuerdo con la revista: salvó a Rock de la quema, pero ofreció a Tab para la portada.
A pesar de una época tan desfavorable, y en medio de poses y películas, Hudson vivió una vida homosexual, y biografías y cuchicheos han dado nombre a sus relaciones más sonadas. 
El último, Marc Christian, se haría conocido por demandar judicialmente parte de la fortuna de Rock tras su muerte, aludiendo a que éste no le había informado de su enfermedad y lo había puesto en riesgo de contagio.


Ese atribulado armario de Rock Hudson se destaparía tras el veredicto de su enfermedad y postrera muerte. Antes, debió sufrir los efectos de la terrible ignorancia de aquellos días sobre el contagio del SIDA, que también se viviría en su último rodaje.
Besaba a Linda Evans en una secuencia de "Dinastía", para que, terminada la escena, la producción agarrara a la actriz y le lavara la boca de inmediato.

Con Linda Evans en "Dinastía"

Lejos de allí, Ronald Reagan, presidente republicano que Rock había apoyado y con quien mantenía cierta amistad, miró para otro lado cuando supo la noticia. Reagan seguía callado ante el desastre, aunque la situación ya aporrease su puerta.
Pero no hay duda de que el último acto de valentía de Rock Hudson fue decisivo para que cambiaran las cosas. 
Dio cara a la tristeza, concedió alas a la accion, permitió hablar del asunto. Nadie estaba libre, ni los más genuinos héroes de la pantalla.


A los 59 años, Rock Hudson se despidió de la vida, temeroso de que se le recordase más por la ordalía de sus últimos días y por las veleidades de esas camas que siempre quiso ocultar de su público, antes que por las múltiples bendiciones de su trayectoria profesional.
Para el caso de Rock, vale rememorar los dos aspectos, porque ambos fueron importantes. 
No sólo por lo que significaron o representan, sino porque resumen la historia de las verdaderas estrellas. 


Esas mismas estrellas que, un día, nos cuentan imitaciones a la vida en sus películas, y al siguiente, deben desnudarse ante nosotros y ahí aparece la vida, sin espejos ni coartadas. 
Esos astros caídos a la Tierra, aún más gigantes, más valiosos que cuando brillaban allá arriba.

5 comentarios:

  1. Una de las mejores entradas de martes que he leído. Emocionante de principio a fin ;)

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  2. Estoy con lo que apunta Athena más arriba. Una de las mejores entradas. Bonito y sincero homenaje a Rock. Aunque la foto mayor y enfermo me ha dejado en estado de shock. Qué bueno tenerte de vuelta, por cierto.

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  3. Valio la pena la espera. ¡Que buena entrada!

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  4. Hola, la verdad valió la pena que te costara encontrar la primera línea!!! Todo el texto salió estupendo.

    Pd. gracias por la aclaratoria, diré que la primera temporada promete...

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    1. Nunca me emocionó en la pantalla, pero has conseguido hacerlo muy pero que muy humano...

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