Brillante en colores y neurosis cincuentesca, "Más Poderoso Que La Vida" (Bigger Than Life) se disfrazó de melodrama familiar para desnudarse como una de las películas más perturbadoras de su época.
Estrenada en 1956, ofrecía como excusa argumental un tema tan inquietante por entonces como la adicción a las drogas; aún más incómodo si la historia se situaba en la plácida fachada de aquella América del progreso, la falda con volante y el electrodoméstico.
Tan escalofriante resultó "Más Poderoso Que La Vida" que su fracaso comercial fue el inevitable refrendo a la controversia suscitada.
Ignota y maldita, su reputación resurgiría una década después, cuando sería valorada por la crítica europea.
Desde las sienes de James Mason, comienza la andadura dramática de esta oscura historia, dotada del alto voltaje inherente al cine de Nicholas Ray.
Nos cuenta la historia de un triste y pluriempleado maestro de escuela, que se descubre aquejado de una enfermedad que lo matará en cuestión de un año.
El flamante fármaco para mantenerlo con vida no será otro que la cortisona, cuyo
abuso lo conducirá progresivamente hacia la psicosis, desatando el terror en su familia.
Los milagros de la farmacia devenidos en poderosas adicciones, el progreso social confundido con la inmortalidad; el protagonista aparece como la total víctima de su ambiente mediocre y rutinario.
De manera irónica, la medicina que aspiraba perpetuarlo en esa vida opresiva será la que lo conduzca a la claridad inquietante de los delirantes, a la lucidez incómoda de los locos. Será el súperhombre, el antojo de lo perfecto, la envidia de Dios.
En plena sociedad hipócrita, que valora el éxito de los individuos tanto como lo teme al mismo tiempo, este ser que desea superarse a sí mismo a través de la ruptura radical, no será aplaudido, sino visto como un problema.
"Más Poderoso Que La Vida" nos habla del caos que emerge con la verdad.
Otro escenario temático de "Más Poderoso Que La Vida" pone en solfa la falsa seguridad que
conceden la familia y el patriarcado.
La mujer y el hijo del
protagonista pactan soportar la ordalía de vivir con un loco, entre la vergüenza y la
necesidad de proteger a aquel que les asegura el sustento, lo material; es decir, lo único que pueden comprender.
Como en toda familia conservadora donde irrumpe el fanatismo, se prefiere tolerarlo y sufrirlo en silencio antes que denunciarlo.
En todo ese complejo entretejido textual, Ray se vale del melodrama, el Cinemascope y los colores saturados como recursos para expresar la faz de la locura.
Tal y como había hecho en "Rebelde Sin Causa" y "Johnny Guitar", Nicholas Ray maneja con intención los escenarios y recursos hollywoodienses para desarrollar su discurso, dotando de potencia neurótica y sensibilidad casi
épica a géneros manidos e historias recurrentes del cine
norteamericano.
Si Douglas Sirk
deslizaba la sátira potenciando el kitsch, Ray busca el alma escondida detrás del plástico.
Atiende al detalle de acciones y objetos, despliega alargadas sombras sobre los momentos más amenazantes y construye una progresión de suspense
que termina por convertir la casa en el escenario de una tragedia bíblica.
En
el clímax, las escaleras se rompen, se corre con tijeras y la Biblia cae al suelo; "Más Poderoso Que La Vida" se confirma como una película iconoclasta, genuinamente claustrófobica, aún extraña, nada agradable, dotada de la misma frustración que aqueja al protagonista.
Hasta el happy ending está servido de una manera tan envenenada que resulta más depresor que liberador; el despertar no invalida la pesadilla, parece indicar Ray.
Si bien Nicholas Ray no fue ese autor absoluto que aclamó la siempre exagerada Cahiers du Cinéma, es cierto que películas tan impactantes como "Más Poderoso Que La Vida" abrieron una brecha en el cine.
Desde el adocenado clasicismo, se propiciaba un giro hacia la modernidad, hacia la victoria del estilo, donde la ironía y la sensación de desequilibrio serían valores imprescindibles.
Pese a las reivindicaciones, "Más Poderoso Que La Vida" aún sigue siendo una película muy desconocida, quizá menos carismática que otras obras de Ray, pero igualmente importante y valiosa.
Para quienes busquen experiencias fílmicas dotadas del atributo de lo extraño han de acercarse a ella de manera urgente.
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