Amo esta foto. Además de ser tan graciosa de un modo tan sencillo, expresa mucho de lo que significan las películas, de la experiencia que otorga el cine, de todo lo que permiten sus imágenes y de porqué nos gusta hasta el punto de la obsesión.
Por un lado, está el hecho de que una niña sea la protagonista.
El amor por el cine empieza cuando somos más pequeños que los carteles, cuando las imágenes son monumentales a nuestros ojos frescos, que lo observan todo por primera vez.
El cine comienza para nosotros desde nuestra credulidad infantil, y como todas las primeras y devastadoras impresiones, no se olvida y aspira a repetirse. Entre lo que vimos y lo que nos impidieron ver, ahí se encuentra la raíz de la magnífica enfermedad llamada cinefilia.
Por eso, hay que llevar a los niños al cine. Por eso, me encanta que esa niña esté en el cine, cualquiera que sea la película que vaya a ver.
El cine comienza para nosotros desde nuestra credulidad infantil, y como todas las primeras y devastadoras impresiones, no se olvida y aspira a repetirse. Entre lo que vimos y lo que nos impidieron ver, ahí se encuentra la raíz de la magnífica enfermedad llamada cinefilia.
Por eso, hay que llevar a los niños al cine. Por eso, me encanta que esa niña esté en el cine, cualquiera que sea la película que vaya a ver.
Greta Garbo |
La escena de la niña y "Skyfall" también es significativa porque es la imagen congelada, muda y expresiva de una acción en proceso.
El cine, como bien se ha dicho muchas veces, es kiss kiss bang bang. Es acción hasta cuando es intimista; cuenta cambio incluso si parece plácido.
Las grandes películas se transforman ante nuestros ojos, se dan la vuelta como calcetines y enseñan los reveses de sus historias, de sus artilugios visuales, de su sensibilidad.
Para ello, hay que detener al sospechoso, conseguir a la chica o rectificar, hacer las maletas y desaparecer en el horizonte. Así se comportan los personajes.
Para ello, hay que detener al sospechoso, conseguir a la chica o rectificar, hacer las maletas y desaparecer en el horizonte. Así se comportan los personajes.
El cine es ese movimiento, capturado y serializado y crea la ilusión de que el mundo, las vidas y las personas siempre están en constante mutación.
La foto de la chavala asustada por James Bond también nos cuenta la fascinación por el cine como acontecimiento, vivido en grandes cartelones, lleno de anticipación, mística y glamour.
El cine es industria, consumo y comercio; es esa la manera de rentabilizarlo, de que sea posible hacer más, pero también el peligro de que se frivolice, de que sea una mierda, de que todo lo que se produzca se haya visto con anterioridad.
Coreografía de Busby Berkeley |
En cualquier caso, la seducción del cine comercial y sus estrellas, al menos en ciertas épocas, está fuera de toda duda, y la escena de la niña tiene más diversión porque ya conocemos a Daniel Craig y cómo se las gasta.
En ese sentido, también el cine es sorpresa y si nosotros fuéramos la chavala, recién salidos de la proyección, podríamos echarnos para atrás, gritar un "Aaaaah" y decir: "¡"Skyfall" es buenísima! ¡El mejor Bond de todos los tiempos!."
Ni previsiones ni estudios de mercado ni prejuicios serán decisivos en el resultado de una película, cuyo secreto será desvelado sólo cuando se vea.
Lo apropiado es creerse las opiniones de críticos, audiencias y amigos hasta cierto punto e ir al cine sin complejos, a la espera de ese "Aaaaah" maravillado.
"El Increíble Hombre Menguante" |
Nuestra aguerrida nena se pone delante de la pistola de Bond e ignora que también simboliza una de las estrategias con las que el séptimo arte juega a placer: la descontextualización.
Es decir, esa foto es todo lo graciosa que no sería contemplar en la vida real a un hombre apuntando con un arma a una niña.
Hablo de la posibilidad de conectar y desconectar con la imagen, de dejarnos seducir o de abuchearla, de recortar sus imágenes y pegarlas en nuestra pared para manifestar nuestra adoración por ellas y, en definitiva, de la propia naturaleza del cine como collage, que copia, imita y coordina sensaciones vividas para proveer otras nuevas.
Y, sobre todo, ponerse frente a Bond e interpretar como una de sus víctimas habla del definitivo sueño que brindan las películas: poder participar en ellas.
Como Buster Keaton en "Sherlock Jr." o Mia Farrow en "La Rosa Púrpura de El Cairo", la experiencia de contemplar y ver cine es tan contundente que traspasaríamos con gusto la frontera entre realidad y ficción, para que ésta se convierta en aquella, y viceversa.
Como no podemos hacerlo, nos conformamos con aceptar que las películas son nuestras. Las han hecho por y para nosotros, nos pertenecen.
Las veamos en la oscuridad de una sala o desde nuestros sillones, las sentimos propias. Nos indignamos si nos decepcionan y nos cabreamos cuando alguien osa atacar aquellas que consideramos predilectas.
Sí, las películas son nuestras. Lo hemos dicho muchas veces: por su condición de espejo, esclarecedor o favorecedor, auténtico o escapista, alegre o triste.
Robert Taylor e Irene Dunne en "Sublime Obsesión" |
Pero el cine también habla de lo que vive por debajo de nosotros, de nuestros sueños más viscerales, de aquello que no nos atrevemos a confesar.
El cine conecta con nuestra represión de seres civilizados. En las películas, la gente no pierde el tiempo y se besa en el momento justo, dispara cuando tiene que hacerlo y, si se abstiene de hacer algo, todo tendrá una significación, una trascendencia. Como decíamos, el cine se mueve hasta cuando nuestra vida se detiene.
Permite hacer todo lo que no hemos hecho hoy ni lo que haremos mañana.
Yo mismo pensaba en qué atracción profunda hay detrás de mis géneros favoritos.
Entendí que el western me sube a lomos del caballo que nunca he sabido montar, mientras el cine bélico me sitúa en la guerra, a mí, que no valdría como soldado.
El musical me permite cantar y bailar, dos cosas que no sé hacer bien, en escenarios que no existen, donde toda expresión de alegría está permitida.
Y el melodrama me otorga la posibilidad de llorar, sufrir y poner miradas tensas en la piel de aquello que jamás seré: una mujer.
Y el melodrama me otorga la posibilidad de llorar, sufrir y poner miradas tensas en la piel de aquello que jamás seré: una mujer.
"La Rosa Púrpura de El Cairo" |
El cine habla de nuestras opresiones, de nuestros anhelos íntimos, de lo que queremos ser, de lo que no hacemos, de lo que odiamos de nosotros mismos.
Cuando nació, abrió una ventana al mundo; no sólo para ver otros países y otros lugares, sino para hallar nuevos lugares de la mente. El mejor cine es expresionista y/o impresionista. Expresa e impresiona, desde la mente hasta los ojos.
El cine cuenta lo que opinamos sobre el mundo, desata corsés, aspira a transformarnos. También nos lleva la contraria, nos oprime con falsas promesas o nos aliena.
Sea industrial o intelectual, comercial o artístico, la huella de su validez está en la calidad.
Es lo que calibra su importancia. Que su optimismo sea honesto, que su pesimismo sea verdadero. Que cuente con finura que vivir es bello o que hay un nazi dentro de cada uno de nosotros.
Es lo que calibra su importancia. Que su optimismo sea honesto, que su pesimismo sea verdadero. Que cuente con finura que vivir es bello o que hay un nazi dentro de cada uno de nosotros.
Dominique Sanda y Stefania Sandrelli en "El Conformista" |
Todo cine, descifrable o enigmático, busca hacernos cómplice de su mirada. Porque la mirada de la cámara es la opinión de los artistas cinematográficos sobre el mundo.
Los mejores directores son aquellos que poseen un ojo más exuberante, más sensible, más personal. Quizá no coincidamos con esa visión, pero si es convincente, se debe apostar por el viaje.
Olivia de Havilland en "Hush... Hush, Sweet Charlotte" |
Hoy yo te propongo un viaje por el cine, y sirva este anterior texto como introducción a "Yo La Perdí En El Cine", lugar semanal donde hablaremos de nosotros y del séptimo arte, a través de sus temáticas, de su relación con el mundo, la sociedad y la cultura, de su evolución y nuestros propios cambios.
El cine inspira a hacer cine, nos habla de la conciencia, del futuro, del pasado, de la guerra, de la falsa paz. Puede ser detallista, superficial, camp o censurarse a sí mismo. Habla del esplendor, de los mejores años de nuestra vida, de aquello que da miedo y placer, de la sed de mal y de los puñetazos de justicia.
Sus imágenes se precian en viajar desde las llaves del bolsillo hasta las naves espaciales, mientras sus vibraciones se viven desde las encendidas retinas hasta los soplos al corazón.
Cada semana, grandes películas servirán para descifrar un topic de las pantallas, desvelando lo que perdimos en el cine junto con todo aquello que ganamos.
Será un paseo por la Historia del medio, pero desordenado, sin atenerse a cronología y sin mayor guía que la intuición.
Será un paseo por la Historia del medio, pero desordenado, sin atenerse a cronología y sin mayor guía que la intuición.
El cine es un arte preparado y meticuloso, pero bien se sabe que las mejores cosas han salido sin guión y bajo la imprevisión. Todas las películas que abrieron y abren caminos son aquellas que respiran, desafían y sorprenden hasta al que las firma.
Así se querrá nuestro propio viaje todos los miércoles. Claqueta y comenzamos.
Qué bonito. Cuando era pequeña vivía al lado de un cine y cada viernes mi ilusión era girarme al pasar delante para ver si habían cambiado el cartel de la película (odié Thelma y Louise y Tacones lejanos porque estuvieron en cartel muchos meses, privándome de la emoción del cambio).
ResponderEliminarMe dejaste sin palabras!!! Que bien escribes tío, estoy ansioso por lo que vendrá. En mi cine de barrio, cuando aún existía, recuerdo mucho esperar con ansias las peliculas que iban a estrenar, y emocionarme contemplando El regreso de los muertos vivientes, Los Goonies, Indiana Jones y la última cruzada y quedarme dormido viendo El color del dinero, es que tan solo era un niño de 10 años...En esos años los 80 comenzó mi afición y amor por el cine.
ResponderEliminarSaludos y un abrazo desde Perú.
Muchas gracias, mis cinéfilos. Pasaré lista cada miércoles.
ResponderEliminarY sea usted bienvenido, Zarturo!