jueves, 19 de septiembre de 2013

Saber de Rusia


Hay un momento inolvidable en la televisión de este país, acontecido en el certamen de Miss España del año 2001. 
Sucedió en la ronda de preguntas a las aspirantes, ese instante de la gala donde los miembros del jurado hacen preguntas banales para obtener respuestas igualmente banales. 
Las concursantes suelen estudiarse a priori lo que deben decir para salir del paso y, si alguna tiene la oportunidad de demostrar desparpajo andaluz en el interín, hasta puede que gane el primer premio de esa feria de ganado.
En 2001 y para el caso de Miss Melilla, la situación se puso difícil cuando un extraño, extrañísimo miembro del jurado tomó el micrófono y le preguntó:
- Quería que me dijeras, en unas 25 palabras, qué sabes de mi país. Soy embajador de Rusia.
Dicho con acento ruso, claro.
La concursante cerró los ojos como quien soporta un puñal en todo el cuello. 
- ¿Me puede repetir la pregunta, por favor?
- Que qué sabes de mi país, de Rusia.
- Pues, ¿que qué sé de Rusia?. Que es un país con una gente maravillosa, mmmm... Que, en el tema de política, ha tenido algunos cambios. Y, de resto, no sé mucho más.

Miss Melilla 2001

Dicho con acento melillense, claro. 
La pobre muchacha se dio la vuelta, prorrumpió en un "Gracias" roto por los nervios y las lágrimas contenidas, mientras el embajador ruso - que quién sabe cómo había llegado hasta allí - puso cara de descontento.
El público la aplaudió, mientras la secuencia quedaba grabada en los anales de la vergüenza ajena y es recurrente en selecciones de zapping. 
La gente se ríe de Miss Melilla, porque quedó como una boba, que es lo que debes ser supuestamente cuando te presentas a un certamen de belleza.
Pero también debieron preguntar qué hacía ese señor en Miss España. Si nos ponemos suspicaces y xenófobos, hablaríamos de mafias y maletas de dinero, a los que ese certamen, ahora mismo hundido en una justa miseria, nunca se dijo extraño.
Pero pongamos el escenario de que la adorable Miss Melilla hubiese contestado algo como:
- ¿Rusia? Oh, Rusia. Es el país más grande del mundo y cuenta con la mayor superficie inhabitada de la Tierra. Es una república federal semipresidencial, situada en la Eurasia del Norte. Su historia comienza con los eslavos del Este y se extiende a lo largo de siglos, con cristianización, poderosos zares, cruentas guerras, terribles hambrunas y una de las revoluciones más espectaculares de la Historia. De minerales, fuentes energéticas y grupos étnicos, va más sobrada que nadie.
Incluso si la Miss hubiese contestado eso, el embajador hubiese puesto cara de:
- Tú no sabes shit about my country.

El tal embajador de Rusia

Porque, ¿quién demonios sabe algo de Rusia? ¿Quién ha sabido algo de Rusia alguna vez? 
Rusia, el país más grande del mundo, el mayor misterio de todos. Quizá, la única respuesta a sus secretos es que hace mucho frío.
Si me subieran a una palestra, con micrófono, tacones y un peinado rococó, y me pillaran de nuevas con una pregunta así, yo me echaría a llorar y luego, tartamudeando, diría:
- Pues no sé. Vi la película aquella donde Marlene Dietrich hacía de la zarina Catalina. En principio, llegaba a la Corte y la obligaban a casarse con el heredero retrasado. Ella era inocente y sufría mucho. Cuando creció, se volvió una ninfómana muy poderosa y se ganó el Imperio. Peliculón.
El embajador ruso me miraría con gesto de reprobación para decir "you don't know shit". Yo iría a llorar a las bambalinas, mientras diría a mis compañeras:
- Yo sabía más de Rusia, pero es que los españoles somos un cero en hablar en público, especialmente cuando te hacen una pregunta cabrona. ¡De España! ¡Yo sí sé mucho de España!
Dicho con acento canario, claro.

"El Acorazado Potemkin"

¿Cómo escribes sobre un país hermético, extraño, alejado, diferente? Hay películas soviéticas como "Iván el Terrible" o "Los Corceles de Fuego" que parecen caídas de otro planeta. Son incomprensibles en forma y fondo. 
Saber de Rusia no es tan fácil.
En el instituto, tuve que hacer un trabajo sobre un "-ismo" a elección personal. Yo elegí "El Comunismo" que, por entonces, me parecía la idea más romántica del mundo. 
Adoré ese trabajo e, inocente como una Catalina recién llegada a la Corte, entendí la Unión Soviética como ese país tan cañero como para librarse de una opresión terrorífica con un par de huevos. Y el ejército de su parte, por supuesto. 
Todavía no sabía que la revolución, como el amor, es muy complicada. 
Además, cuando redacté ese trabajo, el Muro de Berlín ya había caído. La Unión Soviética volvía a ser Rusia, ese interrogante de la Historia, ese lugar donde nadie se aventura. El día que Napoleón se internó allí, la noche que Hitler decidió marchar sobre su invierno; en esos instantes, los dos perdieron sus guerras.

"Guerra y Paz" (1968)

De un sistema feudal acartonado, bestial, ultramonárquico, Rusia se dio la vuelta como un calcetín y se convirtió en el primer - y quizá último - Imperio comunista de la Historia. Los progresistas lo amaban. Los anticomunistas le veían los cuernos y el tridente en lugar de la hoz y el martillo.
En las películas norteamericanas, era el frío villano que sobaba el gato mientras se pensaba pulsar el botón rojo del colapso atómico. 
En todo el mundo, su imagen se combina con la tragedia de Anna Karenina, con esa especie de reducto de la vieja, vieja, vieja Europa. Tan vieja Europa, que llegaba hasta Asia.
Bailarines, músicos, escritores, cineastas. Rusia es mucho más que su Historia. Rusia está, en efecto, llena de gente maravillosa.

Tchaikovsky

Rusia es fascinante, siempre lo fue. Piensa en esos lugares desiertos de su geografía, en esos países que la circundan - todos acabados en "yán" - y en esas páginas sobre sí misma, sobre sus tristezas y sus alegrías, que nunca ha escrito. País pudoroso para ser tan descomunal.
- Tú no sabes shit sobre Rusia - insiste el embajador.
Y yo le respondería:
- Oh, últimamente sé de un dirty little secret. Porque está en todas las noticias. ¿No odia usted leer las noticias?
Desde el año 2000, poco antes del incidente con Miss Melilla, el señor Vladimir Putin, señor tan intrigante y terrible como el territorio que gobierna, se proclamó presidente de un país cuya salida del comunismo había sido escasamente elegante.
En los papeles desclasificados que nos contó Wikileaks, los estadistas lo definen como "ese país dictactorial controlado por la mafia".


La mafia rusa es muy temible, Putin, también. 
Es un dictador a todos los efectos, que hace lo que le place, encarcela a los que se meten con él, se sube encima de osos, gana al judo y defiende un prototipo de action man devorador. 
Un eslógan recurrente es "Be Like Putin": haz ejercicio, entrégate a los deportes de riesgo, toma lo que, por tu orgullo de macho, te pertenece.

Déjese ganar, buen hombre

La homofobia de Rusia no es nueva ni genuina. 
Se ha filtrado ahora por dos motivos: el desacuerdo político con los Estados Unidos - el caso Snowden, la inminente intervención en Siria - y la traumática occidentalización del país, que ha de pagar peaje en la cuestión gay. 
Deben aceptarla si quieren ser "modernos", si necesitan integrarse en la órbita de Occidente, si quieren librarse, por fin, de su viejo vestido de rusos herméticos. 
Como en la mayoría de países de este planeta, lo gay es un tabú en Rusia, es algo que no se comprende, que se vive como un vicio, que se prefiere a escondidas, que, por ignorancia, se confunde con la pedofilia. Que prefiere no manifestarse o que los homosexuales se vean como "negros de casa": esos que saben donde está su sitio, esos a los que se le perdona la vida.
La violencia y la homofobia son cáncer de este planeta, pero lo sucedido en Rusia le da el rango de crimen contra la Humanidad por la impunidad rampante, por la connivencia, por la cara de póker del señor Vladimir. 
En esos vídeos, que mi estómago y mi corazón son incapaces de aguantar, los skins justicieros graban palizas y torturas. 
Se ríen - quién entiende esas risas - ante el sufrimiento de los mártires. Se filtra en la red y los norteamericanos se lanzan sobre Putin. Obama lo escribe en su agenda para su próximo encuentro con Vladimir. Éste pone cara de póker. Nadie hace nada. Las víctimas mueren, los "justicieros" buscan a otras. 


Es un gamberrismo institucionalizado, porque el gobierno ruso podrá declararse hómofobo o bloquear leyes a favor de nuestros derechos civiles y entenderíamos que lo hace por reaccionario, atrasado o tontorrón. Cuando cierra la boca y no hace nada para condenar crímenes y perseguir culpables, ¡jojó! Se ha pasado usted todos los pueblos de la estepa y la tundra, señor fascista.
Con esos asesinatos e injusticias flagrantes, Rusia se está llenando de la misma mierda que la Alemania de Hitler y la Serbia de Milosevic. El tiempo se lo contará.
Decía Gandhi que los asesinos y los dictadores parecen muy poderosos e imbatibles, pero todos caen, más tarde o más temprano. Es verdad y es mentira. Caen, sí, pero muchos mueren en sus plácidas camas, joder. 
¿Quién hace caer a Putin?
Porque tú, simplemente, no te metes en Rusia. Nadie se mete en Rusia. 
El miedo es el siguiente paso. 
Los dictadores siempre quieren más. Y se me va la imaginación desbocada esta y me veo a Vladimir destruyendo a la decadente América y lanzándose por toda Europa con su política corrige-pecados, con su Holocausto homosexual, con su sentimentalismo ruso, con sus lágrimas de señor trashy, con sus dos perros, con el absoluto asco que es como ser humano.


Y recuerdo eso de "no hiciste nada entonces y luego vinieron a por ti". 
¿Qué puedo hacer yo?, me preguntaba cuando veía las imágenes de chavales humillados y sus torturadores sonriendo a cámara.  
Firmé peticiones de Change.org y aplaudí a Wentworth Miller, a Cher y a los deportistas que quieren boicotear los Juegos de Sochi. 
Soñé con el bloqueo a todos los niveles, sin darme cuenta del poder estratégico, económico y militar de ese país.
Y también fantaseé con encontrarme cara a cara con el Hijode Putin y dispararle en la cabeza, mientras veo su cara de sorpresa a la par que su cerebro diarreico desparramándose por todo el salón de conferencias. Yo también moriría a manos de sus guardias, pero hubiese hecho lo que tenía que hacer.
Lástima que, muerto ese perro, no se acabase la rabia. 
La homofobia de Rusia no se curará sin Putin, lo hará el tiempo, la claridad, qué sé yo. 
La gente es tan tonta que, en vez de condenar todos los horrores que suceden en este mundo, prefiere lanzar dedos acusadores contra lo que ocurre en mi dormitorio.


El mundo no tiene arreglo. No sé si el amor lo salvará, pero está claro que el odio lo destruye. Y la sociedad rusa sabe muy bien de ese odio. Lo saborea a diario.
¿Qué lo cambiará? Quizá, la parodia. Tal vez, nos quede reírnos de Putin, como Chaplin hacía con Hitler. 
Y ver ese anunciado título de porno gay, "Put In On Putin", sea la mejor manifestación, porque contiene lo que pensamos, todo lo ridículo que es y lo fácilmente distorsionable que se presta su figura de macho de tres al cuarto, con una imagen pornográfica con la que masturbarse, con la que menguar su poder de convicción, con la que aumentar el nuestro.
La homofobia no morirá con su muerte, pero la homosexualidad tampoco morirá conmigo.


- ¿Qué sabes de Rusia? - insiste el embajador. Como buen diplomático, quiere paz y concierto.
Con toda probabilidad, la respuesta de que está llena de gente maravillosa es la mejor que puedes dar. Porque todos los países están llenos de gente maravillosa, incluso Rusia. 
Sus existencias y personalidades están dotadas de un factor maravilla, al que ni siquiera prestan atención. Hacen su trabajo, quieren a sus hijos y son valientes para comprender que un día se van a morir. Realmente, son maravillosos.
Ay, y si intentaran algo de respeto, algo de conciencia, algo de abrir un libro, algo de dejarme en paz, a mí y a mis brothers. Algo por salvar el alma y limpiar la casa. 
Y, como diría Miss Melilla, de resto, no sé mucho más.

2 comentarios:

  1. Pues un grandísimo post. Se lee sin respirar.
    Muacs

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  2. Maravilloso. Y el detalle de recordar ese momento historia de nuestro país para hablar de este tema, de aplaudir.

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