miércoles, 24 de octubre de 2012

Vida de Narciso


Doctor, he estado leyendo las cosas más locas en la Wikipedia y estoy francamente preocupado.
Buscaba un artículo que relatase el mito de Narciso y Eco para elaborar un post hermoso y melancólico, como sé que gusta a mis lectores, cuando me he topado con un asunto llamado "Trastorno narcisista de la personalidad".
Doctor, he empezado a leerlo y no me lo podía creer.  Es la historia de mi vida, el mor de mi existencia.
Pero tengo mis serias dudas sobre si sufro ese trastorno. La propia Wikipedia advierte que sus artículos médicos nunca deben confundirse con diagnósticos. Es decir, consulte a su doctor. Y, por ello, le consulto a usted.
¿Sufro yo, oh, yo, de trastorno narcisista de la personalidad?
Espere que saque la Moleskine, que tengo apuntado lo que ponía en el artículo. Se lo leo, si me permite, y se lo voy comentando.


Diagnóstico según el Manual de los Trastornos Mentales

1. Tiene un grandioso sentido de autoimportancia (p. ej., exagera los logros y capacidades, espera ser reconocido como superior, sin unos logros proporcionados). Nada triunfa tanto como el exceso, nada me gusta más que la exageración. En mi epitafio, espero que inscriban: "Su blog fue el mejor de todos los tiempos". 

2. Está preocupado por fantasías de éxito ilimitado, poder, brillantez, belleza o amor imaginarios. El otro día escribí en Facebook que "Si supiera cantar, sería una súperestrella, de las que llenan estadios, de las que tienen especiales de Navidad, de las que enfocan al público y hay uno llorando". Estoy a régimen y hago ejercicio todos los días. Me miro al espejo con frecuencia. No pararé hasta que tenga el cuerpo de Trystan Bull y hasta que viva un amor del corte de "Downton Abbey". Porque yo me lo merezco.

3. Cree que es "especial" y único y que sólo puede ser comprendido por, o sólo puede relacionarse con otras personas (o instituciones) que son especiales o de alto estatus. No lo creo, ¡lo soy! ¿Acaso la vida no era eso? ¿Ser como uno quiere ser y buscar a sus iguales? Pero... oh, Dios, cuántas veces he pensado: "Esta gente me sobra"... Oh, Dios, qué amargamente reveladora me está resultando esta lista.

4. Exige una admiración excesiva. Vivo para los "Me gusta" en mis estados del Facebook. Más que la admiración excesiva, me he hecho devoto de la admiración de calidad. Es decir, alguien que no suele adularme demasiado, pero, de repente, en el momento justo, me suelta un piropo. Sí, la admiración, me encanta que me admiren.


5. Es muy pretencioso, por ejemplo, expectativas irrazonables de recibir un trato de favor especial o de que se cumplan automáticamente sus expectativas. Pues sí, pero esto es aplicable a la mayoría de los individuos del sexo masculino.

6. Es interpersonalmente explotador, por ejemplo, saca provecho de los demás para alcanzar sus propias metas. Esto no lo entiendo mucho, doctor. ¿Cuenta vivir de mis padres a los treinta?
7. Carece de empatía: es reacio a reconocer o identificarse con los sentimientos y necesidades de los demás. No, doctor, por Dios. ¡No soy Patrick Bateman! Soy un ser sensible al sufrimiento ajeno, demasiado en mi opinión. ¿O me va a psicoanalizar y dirá que sufro porque los demás me hacen sufrir con su sufrimiento? Podré ser egoísta, pero ¿carecer de empatía?
8. Frecuentemente envidia a los demás o cree que los demás le envidian a él. ¡Como todo hijo de vecino!

9. Presenta comportamientos o actitudes arrogantes o soberbios. ¡Jum!


Socorro, doctor, ahora que he vuelto a leerlo, voy a acabar convencido de que sufro ese trastorno narcisista de la personalidad. 
Pero también me pregunto si ser un Narciso no será cosa de nuestros tiempos. Es decir, mire a mi generación. Es la generación del ego; todo es yo y personalizable.
Creamos perfiles, blogs, pantallas adornadas con fotos de nuestras caras, hechas por nosotros mismos, y con la necesidad de definir preferencias, aborrecimientos y otras señas particularísimas. 
Somos pequeñas celebridades en un mundo adicto a la celebridad. ¿No seré más que un pecado entre mil pecados? ¿No cree que habría que revisar ese manual diagnóstico? Y, doctor, ¡hay gente mucho peor que yo en estos aspectos! Le puedo dar nombres.
¿O no reconocer mis problemas narcisistas es otra muestra de narcisismo? Echarle la culpa a los demás. Yo, más que nadie.
Sí, he estado enamorado de mí mismo. Lo estoy, de hecho. Me gusto de un modo avasallante, pero errático. Al estilo Barbra Streisand, necesito que me digan lo bueno que soy para confirmar mi auto-idilio.
La gente es muy políticamente correcta al respecto, bien lo sabemos Barbra y yo. Se valora la modestia, ante todo, y se prefiere que no busques el aplauso ni te beses a ti mismo en público.
Si digo que me encanto, por ahí replicarían que soy un inseguro, que mi timidez la suplo con chulería. Tal vez, tengan razón. Seguramente, me sobran sus opiniones.


Sí, tengo ego. He dicho muchas veces que si tuviera un hermano gemelo, me lo follaría. Y el otro día aseguré que el único blog que me gusta es el mío. 
Pero, en realidad, tengo un ego adorable, ¿no cree, doctor? ¿O es mi encanto parte de la estrategia para instigar esa admiración ajena?
Ay, el amarse es una historia difícil, porque todos los vanidosos estamos llenos de dudas. Hoy podría decir que no amo tanto lo que soy como lo que puedo llegar a ser. Pero, doctor, ¡pensé que eso estaba bien! Saberse bueno, soñarse mejor. 
¿Es verdad que tengo ese trastorno? ¿O esas muestras de vanidad son únicamente tendencias, vicios, del individuo cuando quiere defenderse en sociedad? 


En cualquier caso, no creo haberme aislado tanto en mi mismidad como para haber perdido la capacidad de empatizar.
Me preocupa la gente y, lo juro, me gustaría poder acercarme a los que me admiran, más allá de la devoción.
Pero es cierto que, últimamente, me cuesta encontrar interés en las cosas que dicen y viven los otros.
Tal vez, esto sea como el alcohol; cuestión de tiempo. ¿Es la egolatría un camino con parada última en Narciso trastornado? ¿En qué lugar de ese trayecto estoy?


Podría decir en mi defensa que ha habido muchos espejos listos para mi reflejo durante estos años, e Internet ha sido el mayor. 
Une tanto, y, a la vez, separa de todo. Es el embriagante espejo de vanidad donde me veo - y me ven - bellísimo y victorioso sin hacer grandes esfuerzos.
Tal vez, otro mecanismo de los narcisistas es echar la culpa a las nuevas tecnologías, a los padres, al ambiente, a los famosos, a la época, para evitar mirarnos finalmente en el espejo convencional, limpio, sin armaduras ni barreras ni distorsiones. 
¡Maldito freudianismo!
Ahora que lo pienso, querido doctor, en mi infancia debió existir cierto charco de lluvia donde me miré, donde me condené.
Quizá, volvía a casa. Quizá, alguien me había despreciado. Quizá, sólo estaba solo.
La lluvia hacía nacer charcos a lo largo del empinado camino. Y allí me vi, en uno de ellos, y entonces supe que había nacido una historia de amor horrible y maravillosa.
Me agaché y, sin percatarme del olor nauseabundo del lodo, igual al que desprenden los narcisos, mis labios besaron el agua. 
Volví a casa enamorado.


Siempre he creído que, ese día de lluvia, cuando mis labios tocaron su propio reflejo, me libraba de la locura de la soledad.
Pero, por lo que he leído en la Wikipedia, doctor, creo que tendré que venir a verlo un día más a la semana.
¿Por qué yo? ¿Por qué a mí?

2 comentarios:

  1. Hombre, aparte de que no te gusten nuestros blogs, (jejejeje) no eres más narcisista que cualquiera, todos tenemos, por defecto, un poquito de Narciso, un poquito de Cenicienta y unos cuantos poquitos más, incluidos Edipo y Electra. Y que conste que YO TENGO RAZON SIEMPRE (jejejeje)
    Encantadora entrada
    Un abrazo

    ResponderEliminar