sábado, 13 de septiembre de 2014

Breve Historia del Bloqueo

  

La tarde del martes, me senté frente a este ordenador y hete ahí que la sola idea de escribir me producía dolor. Y hablo de dolor físico.
Durante los últimos cinco días, he sufrido un bloqueo. Un bloqueo de los buenos, de los astutos, de los inexplicables.
¿Y qué es el bloqueo?, se preguntarán ustedes. 
Sucede de manera invariable. El bloqueo y sus variantes han atosigado a gran número de creadores, artistas y aspirantes a ambos.
Algunos bloqueos duran una tarde; otros, una temporada; los más trágicos, toda la vida. Hay grandes escritores que jamás superaron la fama, otros que no pudieron tolerar la incomprensión ajena o la mayoría se vieron enfrentados a la realidad: esto de revelarse es doloroso, a veces, imposible. Hay quien elige la vida antes que este sufrimiento. Y hace bien, coño.
¿Por qué me he bloqueado?, me pregunto para superarlo. Dicen que lo mejor para salir del bloqueo es escribir sobre él. Así que escribiré hoy. Pondré una palabra detrás de la otra. He llegado hasta aquí. Bien. He escrito más de dos líneas seguidas. Hasta hace unas horas se decía hazaña. Espero que continúe el flujo, que no se pare. Me moriría si lo hiciera.


¿Por qué el bloqueo? ¿Será acaso la inseguridad, serán las dudas, será el estrés? Qué será, será. 
Más inseguro, más dudoso y más estresado he estado en otras ocasiones y he escrito.
¿Será el nuevo horario? Despertar antes, tener tareas que hacer, más sitios a los que acudir. Escribir es ahora una cosa más, no lo único. ¿Será que no le puedo dedicar el pensamiento necesario? Esa infinita concentración. Oh, sí, la concentración. ¿Quién la guarda? Que alguien me proporcione la receta. Menos concentrado he estado en otros tiempos, más lleno de pájaros en la cabeza y, a pesar de ello, he escrito.
¿Será el cambio de rumbo del blog?, ¿La ruptura de su estructura en secciones? ¿SAfecta a la inspiración? Pues no, porque esta semana tenía los artículos, las temáticas, las ganas. Iba a escribir sobre la locura, sobre los divos del Hollywood clásico, sobre Bette Davis y Errol Flynn, sobre Podemos, sobre el suicidio de Robin Williams, 
He sido incapaz de pasar de la primera línea del primer post. Rezaba, irónicamente, "me estoy volviendo loco".
Ahí me quedé. Hice las maletas cerebrales y me fui de este lugar, a otro muy lejos, al Este del Edén. Allí donde olvidara que alguna vez escribí. Entré en el bloqueo, mientras la esperanza musitó, inaudible, que algún día lo superaría.


Leí sobre bloqueos creativos. Me dijeron que tal vez era una súplica de tiempo ocioso o que quizá debía salir a la calle y conocer cosas nuevas para escribir sobre ellas. No es bueno escribir sobre lo mismo, sobre lo conocido, sobre lo fastidiado. 
Me dijeron que les pasa a los mejores y a los peores. Afirman que influye el miedo a la crítica, la necesidad de repetir el aplauso o la convicción de que no hay nada más que aportar.
Seguí sin entenderlo. He estado peor en todos esos sentidos en otras ocasiones, insisto, y escribía. Escribía y no paraba.
¿Será que ya no lo necesito?, pensé. De un modo sutil, mi vida está cambiando. Me permito ser un poco más feliz de lo que he sido antes, donde esto era lo que me mantenía a flote. ¿Será que ahora no tengo por qué escribir?
Me invadía la tristeza en el bloqueo, porque tenía todo el ánimo, todo el empuje y todo el tiempo para escribir. Ahora era libre para escribir lo que quisiera y, de repente, una de las posibles explicaciones al bloqueo era no necesitarlo.
¿Ese era el bloqueo? ¿Un fin que llegó sin avisar, paradójico como él solo? 


Así vivía en el bloqueo, así vivo en él. Quién lo supera. Cuídate de Dashiell Hammett, me decían las tres brujas. 
Cuando Hammett leyó lo que pensaban los críticos de sus novelas negras, le dio tal apuro por repetir la excelencia alabada que sólo le quedaron vasos de whisky y un retiro inapelable.
Yo ya me veía por la senda de la desesperación y, si me preguntaran qué hice durante la larga crisis, diría: "Yo tuve un blog en Blogger, hasta que decidí tener una granja en África".
Oh, el bloqueo, Quién lo teme. ¿Se ha terminado ya? Hoy he escrito más que ayer, pero menos que mañana. ¿Seguiré escribiendo? Claro que sí. Echo de menos estas líneas hasta cuando las escribo. Parece como si se desapareciesen para mí, una vez que están escritas. Será como parir. Sí, es tu hijo, pero, nena, ya lo has echado al mundo. Menos tuyo es.
¿Por qué me bloqueé, dioses míos? ¿Por pereza? Más dormido he estado antes, menos lo estaré mañana. 
¿Ha sido por la necesidad de subir más alto? Esto de escribir es una escalera inmisericorde. Te engañas a ti mismo si bajas un par de escalones, si tomas atajos, si escribes un poco peor para salir del paso. Quedarse en el mismo escalón es igual de pernicioso.
Debo seguir subiendo, incluso aunque no esté del todo confiado, aunque tambalee y las frases lo noten. Escribir es frustrante, ¡pues acostúmbrate!, leí en un meme. Es cuestión de fuerza. Es cuestión de entender que nadie escribirá por mí, ni nadie me dirá cómo regresar del bloqueo. Eso lo sabía. Sólo quedaba volver al teclado, frotar las manos, apoyar las yemas, tocar. Una letra tras otra, poco a poco, no hay dolor.
Ese era el miedo. Bajar un escalón cuando había subido tres. 
Y, como diría Fellini en "Ocho y Medio" por boca de Mastroianni, "no tengo nada que contar y quiero contarlo todo".
He ahí la única película que nace de un soberano bloqueo creativo. Fellini no tenía nada que decir después de "La Dolce Vita", lo sabía y expresó esa desesperación. De algún modo, siguió adelante, a trompicones, todavía con alguna que otra obra maestra en la recámara. Aún con alguna otra cosa que contar.


Hoy salgo del bloqueo. ¿Es verdad o es un espejismo? Soñaba con los posts, mientras pasaban las horas muertas y este ordenador me lanzaba una mirada de evidencia que yo no podía devolverle. Aquí estaba, paciente. Volvería o no volvería. 
Ya vendrá la musa, diría el otro. Nunca he creído en la musa. O escribes o no escribes. Es trabajo, es pensar las cosas, es tiempo para poder discurrirlas, es seguridad para saber que eres capaz de expresarlas, es habilidad para darle la vuelta a todo mientras escribes.
La mejor escritura es la que está muy pensada, pero se tropieza con la pura improvisación mientras es mecanografiada.
Como bailar. Una técnica que requiere de cierta gracia y una sonrisa sincera. Así se gana.


He vencido al bloqueo. No sólo he escrito hoy, sino que no me importa enormemente cómo lo he hecho. Ahí está. Ea, al mundo, 
Mañana será otro día y mañana escribiré otra vez. 

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