martes, 12 de febrero de 2013

A Solas con Greta Garbo

 

La mujer mistificada por el cine, la estrella para todas las estrellas, la personificación del divismo old-style, adornado de belleza, sensibilidad y misterio, mucho misterio, Greta Garbo fue también aquella niña pobre de Estocolmo que acabaría interpretando a la reina Cristina de Suecia. 
Su leyenda se contó desde que la cámara registró aquella sombría melancolía, cómplice con el público que, como ella y sus heroínas, prefería llorar por amor. Lo de Greta fue un furor de los que duran para siempre.
La llamada "esfinge sueca" tenía todo aquello que el glamouroso Hollywood buscaba: la ambigüedad, la huella de la vieja Europa, la mujer de siempre, la chica de los años veinte, la aventurera, la romántica.
Era reina, esfinge e intocable, pero sus millones de seguidores jamás se sintieron tan conmovidos por ningún rostro como cuando vieron a la Garbo en la plateada pantalla.
Como la definió Bette Davis, Greta era pura brujería.


Muchos años antes del éxito, la pobreza de solemnidad dominaba la infancia y pubertad de Greta Lovisa Gustafsson, que nació y creció en el peor barrio de Estocolmo.
Ella misma recordaría sus primeros años como miserables, tristes y silenciosos. Allí nació su necesidad de soledad, pero también su mundo propio, su desbocada imaginación, su aplomo y sus infinitas ganas de ser actriz.
El padre de Greta sucumbió a la gripe española cuando ella apenas tenía catorce años, por lo que los sueños se toparon con la realidad del trabajo duro y prematuro.
Tras la desgracia, llegaban golpes sucesivos de suerte. 
Su trabajo en unos grandes almacenes le permitió iniciarse como modelo y, casi sin darse cuenta, aparecía delante de la cámara en sus primeras y breves intervenciones cinematográficas.


Decidía enrolarse en la escuela de Arte Dramático de Estocolmo y ya era protagonista en "La Saga de Gösta Berlings". 
La película tuvo la suficiente resonancia internacional para que llegara a los ojos de Louis B. Mayer, que quedó impresionado por la joven Garbo. Aún sin refinar, la mirada lo decía todo.
Mayer fue a por Greta y no paró hasta que se la llevó a Estados Unidos.
Sin idea de inglés, esperando una llamada de la Metro, adelgazando a marchas forzadas, con la dentadura preparada para ser arreglada, Greta llegaba a Los Ángeles con intenciones de quedarse. 
El impasse parecía fatal, pero, finalmente, arreciaban las películas, la mayoría de ellas con el sello de la prosperidad, todas producidas por la Metro Goldwyn-Mayer, que la contrató en exclusiva.
El deslumbrante melodrama "El Demonio y La Carne" fue decisivo. 
La Garbo, ya bellísima, interpretaba a la malvada Felicitas. Su sensualidad - cómo miraba, cómo besaba el cáliz, cómo devoraba a los dos hombres de la película - fue un antes y después en la historia erótica del cinematógrafo.

Con John Gilbert en "El Demonio y La Carne"

No se podía prescindir de Greta, pensó Hollywood, pensó el mundo. Garbo era ya la respuesta femenina a Valentino: una faz de cuyo influjo nadie podía sustraerse.
La transición al sonoro de Greta Garbo parecía problemática. Su acento era demasiado fuerte, su voz, característicamente grave. 
"Anna Christie" se promocionó como "Garbo habla" y fue como tirar una moneda al aire. ¿Gustaría al público la voz de la diva?.

"Anna Christie"

La respuesta fue avasalladoramente positiva, y la carrera de Greta se decía fulgurante para los años treinta, aquellos donde ofreció sus más hermosas, inmarchitables interpretaciones: Anna Karenina, la Reina Cristina de Suecia y, sobre todo, Margarita Gautier, la Dama de las Camelias.

"Camille"

Melodramas, historias de amor y tragedias europeas componían el estilo de los dramas de Garbo, dentro del eterno intento de Hollywood de buscar refinamiento. Greta era la estrella de prestigio, la sensación de qualité.
Y, ante todo, despertaba culto. Su estilo interpretativo era oscuro, intuitivo, casi introvertido. Sus ojos eran mesméricos y la minimización de sus gestos obraba el prodigio. Cuanto más serena parecía, más poder escénico desprendía. 
La cámara se entregó a ella desde el primer día, y allí estuvo el director de fotografía William H. Daniels para poner el foco y crear el aura de Greta Garbo.
Y, en sus mejores películas, la tristeza de la historia quedaba contrapuesta con cierto sentido del humor, una inasequible ironía que, como todo en Garbo, se emplazó al misterio.

"Queen Christina"

Como figura pública, rechazó boatos, entrevistas, galas y fotos. Jamás acudió a ninguna fiesta importante ni a ninguna ceremonia de premios, y las veces que contestó a los reporteros podrían contarse con los dedos de una mano.
En "Grand Hotel", su personaje decía una frase que se haría emblemática: "Quiero estar sola". La prensa lo entendió como una declaración de intenciones.

Con John Barrymore en "Grand Hotel"

Tan seria era la esfinge sueca que sumergirla en una comedia como "Ninotchka" se vivió como todo un hito. Ahora la publicidad aseguraba que "Garbo ríe". 
En "Ninotchka", la Garbo interpretaba a una impertérrita agente soviética, que sucumbe a los encantos de París, dentro de una burbujeante farsa firmada por el corrosivo genio de Ernst Lubitsch. 
El experimento de hacer graciosa a Greta no sólo cuajó, sino que "Ninotchka" se convertiría en el mayor éxito de su carrera.

Con Melvyn Douglas en "Ninotchka"

Tardaría dos años en intervenir en otra película.
"La Mujer de las Dos Caras" era otro intento de proveer para ella una imagen más desenfadada de la habitual. El resultado estuvo cercano al desastre, especialmente entre la crítica que atacó con dureza.
Ella se sintió humillada y entró en una apatía profesional. Pero, por entonces, ni ella ni el mundo sabía que "La Mujer de las Dos Caras" sería su última película.
Prometió regresar tras el final de la Segunda Guerra Mundial, y lo prometería en muchas ocasiones. Hubo directores que la tentaron con proyectos, hubo proyectos que no llegaron a más, hubo rodajes que nunca empezaron.
Y ella, simplemente, abandonó Hollywood. "No me gusta mi trabajo", afirmó. Se nacionalizó estadounidense y se compró un apartamento en Nueva York, donde pasaría el resto de su vida.
Excéntrica, extraña, personalísima, Greta existía llena de inquietudes, estrictamente alejada de todas las cámaras.
"Yo nunca dije "Quiero estar sola". Sólo dije: "Quiero que me dejen en paz". Es una gran diferencia".


Mientras el cine norteamericano buscaba una cara que suscitara la misma onda expansiva que la añorada Greta, ésta reaparecía en encuentros exclusivos de la jet-set o bien prefería pasar largas estadías en casa.
Entre sus cambios de humor, sus rarezas y sus períodos depresivos, muchos han sabido leer entre líneas que Greta Garbo quizá padecía de un trastorno bipolar.
Jamás se casó ni tuvo hijos. 
Fue también secreta para sus amores. El más conocido sucedió en la cresta de su popularidad y se llamó John Gilbert, galán indispensable en varias de sus películas. 
Muchos han señalado y relatado romances y aventuras de la Garbo, tanto hombres como mujeres.


En las calles de Nueva York, podía vérsela en muchas ocasiones. 
Dando largos paseos, vestida deportivamente, con gafas de sol, doméstica Greta Garbo entre los turistas y los transeúntes, que no reconocían al mito andando entre ellos.


Al final, su retiro fue el cimiento de la leyenda, su película definitiva, su más magnética interpretación. La mujer que decía tanto sobre sí misma cuando callaba, la diva solitaria, la reina que, un buen día, renunció a su corona para vivir su propia vida.
Cuando murió en 1990, a los 84 años por causas naturales, cinco décadas habían transcurrido desde su última aparición cinematográfica. 
Pero la esfinge proyectaba sus ojos en las reposiciones televisivas y aún invadía los sentidos de la audiencia con ese irrepetible encuentro entre el estilo, la fuerza y el corazón.
Las nuevas generaciones experimentamos entonces el mismo escalofrío que sintieron nuestros abuelos al conocerla.


Porque Greta Garbo fue y sigue siendo una maldita diosa.

3 comentarios:

  1. Es una de las mejores descripciones que he leído sobre esta "maldita diosa" como tú la llamas cariñosamente. Sinceramente me ha sorprendido la manera tan sincera, encantadora, elegante e irónica en la que has descrito la carrera de esta gran mujer, una de las pocas leyendas del Hollywood dorado que siguen despertando tal admiración entre el público joven de todas las generaciones. Excelente trabajo ;)

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  2. Me gusto la manera de expresarte a esta preciosisima Diosa de carne y hueso.
    Greta Garbo sigue encantando a las nuevas generaciones como a la de nuestros Bisabuelos.

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