martes, 26 de febrero de 2013

El Bueno de Jimmy


Una rareza devenida en clásico, James Stewart irrumpía en aquellos glamourosos escenarios de Hollywood y el público entendía que la vida cotidiana aparecía, por fin, en pantalla.
Identificarse con Jimmy era lo apropiado; un hombre desgarbado, tímido y humilde que la prensa terminaría por calificar como el héroe corriente, que hacía las cosas más sencillas sólo con una mirada.
La fuerza de James Stewart se contó precisamente a través de esa mirada. 
Con sus ojos, relató la alegría y la tristeza, la necesidad de justicia y la súplica por un mundo mejor, mientras se hacía el refugio que necesitaba la audiencia en tiempos desfavorables. 
Con el tiempo, fue el padre que muchos no tenían y que otros tantos no encontraban.


Y, cual rareza devenida en clásico, fue estrella sin ser ni estiloso ni sexy.
Era lindo y, cuando le caía el fleco, parecía hasta guapo. Pero James Stewart, con esa imagen tan limpia y decente, era un rotundo asexuado. 
Aunque no propiciara la lascivia como hacían Gary Cooper o Clark Gable, Stewart era experto en provocar otras sensaciones. 
Entre ellas, la verdad de que hay hombres por los que merece esperar, ya hayan de volver del trabajo, de la guerra o de la melancolía. 


En sus mejores interpretaciones, James Stewart representó muchas contradicciones de su país.
Fue la bondad y la americanía de pro, pero también la neurosis, la desesperación y la rotura del hombre tranquilo frente a la vileza del mundo. 
Jimmy lloraba mucho y lloraba muy bien. Y verlo sollozar era contemplar a papá con lágrimas en los ojos: rompía el corazón.
Sus manierismos se imitarían con cariño casi desde el primer día, especialmente el característico tartamudeo y el acento exagerado.
"A veces, me pregunto si yo también hago una imitación de Jimmy Stewart", diría para significar la esencia de estas estrellas, que vivían entre su imagen construida y el insondable secreto de sus intimidades.

 
James Stewart nació en un pueblo de Indiana, en el seno de una familia presbiteriana y laboriosa. Era un niño reservado, que pasaba mucho tiempo construyendo modelos de avión en el sótano de la casa.
Aunque destinado a heredar la droguería familiar, las múltiples aficiones de Jimmy lo condujeron a lo largo de muchos trabajos e inquietudes. Mientras crecía, bien se le podía encontrar cantando en el coro de su escuela o pintando las líneas blancas de una carretera.
Tocaba el acordeón y soñaba con clases de piano, pero sus padres terminarían por convencerlo para que estudiase Arquitectura en Princeton.
Sus ideas deslumbraron en la Universidad, pero la dramaturgia le conmovía más que los diseños arquitectónicos. Se enroló entonces en la compañía teatral local, donde conocería a Henry Fonda, amigo y aliado de por vida.
Junto a Henry, iniciaría su carrera, plagada de dureza ante la Depresión, pero finalmente salvada por sus primeros papeles en Broadway y una decisiva prueba para la Metro Goldwyn-Mayer.


A mediados de los años treinta, Stewart llegaba a Los Angeles con un billete pagado de su bolsillo. 
Por entonces, el estudio no le encontraba la gracia ni a la humildad ni a los manierismos que, más tarde, harían de Stewart una estrella.
Pero hubo quien lo apoyó y lo animó a ser tal cual era, a representar el papel que representaría toda su vida. 
La efímera, pero maravillosa, Margaret Sullavan se convertiría en su mentora y fue quien le abrió las puertas del castillo.

Con Margaret Sullavan en "The Shop Around The Corner"

Frank Capra lo señaló un buen día y dijo que, en Jimmy, había encontrado a su hombre, a su interlocutor válido.
En 1938, lo colocaba como el niño rico enamorado de Jean Arthur en "You Can't Take It With You" y, al año siguiente, como el protagonista absoluto de "Mr. Smith Goes to Washington".
En ésta, Stewart interpreta a un joven senador, de procedencia paleta, que observa anonadado la corrupción política que se vive, asiste y permite en la palaciega capital estadounidense. 
La cruzada de Mr. Smith para ventilar las fechorías vertebraría uno de los clásicos del señor Capra, mientras Stewart se lanzaba sin red.
Verlo sudado, lloroso y por los suelos, con todas las cartas de la infamia en las manos, sigue siendo tan fascinante como en su día.

En "Mr. Smith Goes to Washington"

Fue la película que lo haría tan famoso entre el público como indispensable para la constelación fílmica. 
Al año siguiente, aparecía en "Historias de Filadelfia", incorporando al escritor idealista escondido tras un reportero de cotilleos, que se emborracha y mimosea con Katharine Hepburn. 

Con Katharine Hepburn en "Historias de Filadelfia"

Aunque fuera una interpretación menos espectacular que su Mr. Smith, la Academia le daría el Oscar en 1940.
Por entonces, James Stewart decía rechazar el boato de las estrellas y no quería coches caros ni vestidos lujosos. Sin embargo, se granjeó cierta reputación de playboy rompecorazones.
Entre los alargados brazos de Jimmy, hubo espacio para Ginger Rogers, Marlene Dietrich y, de modo muy tumultuoso y comentado, Norma Shearer.


Alarmado por las noticias que llegaban de Hollywood, el padre de James Stewart todavía lo telefoneaba para que recapacitase, volviese a Indiana y recuperase una vida decente. 
James prefirió enviarle el Oscar, y su padre, entre la resignación y el orgullo, exhibiría la estatuilla de su hijo en el escaparate de la droguería familiar durante décadas.
Tras "Historias de Filadelfia", la carrera de James encontró un momento de inflexión, con películas poco lucidas, cumplidas dentro de su estricto contrato con la Metro. 
Cuando su país entraba en guerra, faltó tiempo para ver a James Stewart en uniforme. Honrando la tradición militar de su familia y cumpliendo con su declarado patriotismo, se unió a la aviación. 
Jimmy llegaría a participar activamente en batallas y misiones, recibiendo todo tipo de honores y condecoraciones.


Terminada la guerra y de vuelta a Hollywood, Stewart decidía no renovar con la Metro e incluso pensó en abandonar su carrera, imbuido de su proverbial interés por los aviones.
Su primera película tras cumplir en el frente fue "Qué Bello Es Vivir". Aunque no fue un gran éxito en 1946, terminaría por ser su título emblemático, ese que resume a James Stewart.
Repetía a las órdenes de Frank Capra y la optimista fábula navideña se mostraba más incisiva y desoladora de lo esperado. 
En "Qué Bello es Vivir", se cuenta la soledad del hombre común como en casi ninguna otra película de entonces. 
Y, también la ironía de que, aunque vivamos la más perra de las existencias, no desearíamos anularla, ni perderla verdaderamente. 

En "Qué Bello Es Vivir"

James lo interpretó como él sabía: conmoviendo al más recio. "Yo no actuó, reacciono", diría, para explicar la potencia expresiva de sus héroes.
Éxitos como "Flecha Rota" o "Harvey" lo ponían de nuevo en juego y mejor que nunca. Era un Jimmy sin Metro, más libre.
Se pondría a merced de dos directores que lo embarcaron en sus más sugerentes aventuras. Hablamos, por supuesto, de Anthony Mann y Alfred Hitchcock.
Con Anthony Mann, James se haría astro del western durante los años cincuenta y, en sus ocho colaboraciones, llegó a explorarse el lado oscuro del all-American boy
Aparecería, más que nunca, en "The Naked Spur", donde interpretaba a un cazafortunas amargado, dolido y egoísta.

En "The Naked Spur"

Mientras, Hitchcock lo elegía como protagonista de "La Soga", "Rear Window" y "El Hombre Que Sabía Demasiado". 
La sencillez de James quedaba dramáticamente contrastada con las insanas atmósferas de crimen, vouyerismo y perversión.

En "Rear Window"

A este respecto, no hubo aventura más inclasificable que "Vértigo". 
El acrofóbico policía devenido en Tristán castigador para una Isolda de intercambiable color de pelo es, sin duda, la interpretación más offbeat de Jimmy. 
Sus ojos azules nunca habían estado tan desorbitados ni tan inyectados de romántico sadismo.
Por entonces, "Vértigo" no fue tan calurosamente recibida como la reputación que hoy se gasta y, de hecho, Hitchcock culparía a la edad de James del relativo fracaso de la película. 
No volverían a trabajar juntos.

En "Vértigo"

Al año siguiente, Stewart todavía encontraba tiempo para ofrecer la que quizá sea su más refinada interpretación, síntoma de su profesionalidad: el abogado de "Anatomía de un Asesinato". 
El público de 1959 bien podía sonrojarse con película tan osada y cargada, porque el bueno de Jimmy había dicho la palabra "bragas".
Los tiempos ya eran otros.

En "Anatomía de un Asesinato"

Quedó instante para subirse al mundo de John Ford, participando así en los cada vez más lacónicos westerns del maestro. 
El mejor en el que intervino Stewart se llamó "El Hombre Que Mató a Liberty Valance", donde coincidía con el otro súperpadre de Hollywood: John Wayne.
En esa película, quedó claro: el bueno de Jimmy ya era el viejo Jimmy. 


En 1949, se había casado con Gloria, la que fuera su mujer para toda la vida y con quien formó el hogar que se esperaba de un hombre así.
Férreo republicano, anticomunista paranoico y defensor a ultranza de un modo de entender su país, James permaneció activo para el ejército en posteriores conflictos bélicos. 
Sobrevoló Vietnam y, en 1969, su hijo Ronald moriría en combate. Él no cejó y aseguró que su hijo no había muerto en vano.
Hombres como James Stewart pasaban de moda, se ponían en entredicho e incluso tanta pureza suscitaba desconfianza en las nuevas generaciones, que demandaron nuevos héroes y los tuvieron.
Aún así, Stewart encontró su público natural en la televisión, que acudía a él en busca del calor de aquel padre que ahora era, más bien, el abuelito. 
Se haría interminente a medida que transcurrían los años y, al final, dejaba paso y se retiraba. 
Con Henry Fonda en "The Cheyenne Social Club"
 
Cuando murió su esposa Gloria en 1994, su tristeza fue un remate más a su deteriorada salud. Entre las afecciones del abuelo Stewart, se encontraba un inoperable cáncer de piel.
Una embolia pulmonar se lo llevaba a los 89 años.
Era 1997 y sus últimas palabras fueron: "Ahora podré volver a estar con Gloria".


Considerado y recordado como amigo y compañero por todos los que compartieron escena y cartel, James Stewart fue una cuestión sentimental.
Se podrá decir que este hombre es cosa de otros tiempos y quizá sea la verdad. Pero era un actorazo de los pies a la cabeza y aún hay que verlo para creerlo. 


Hay que verlo para creerlo por los suelos del Capitolio, sollozando en el nevado puente, atrapando a lazo el cadáver de Robert Ryan o agarrando la muñeca de Kim Novak para subir, una vez más, las escaleras del campanario. 
Y cuando devolvía esa mirada de desconcierto ante los horrores del mundo y protagonizaba ese momento emocionante donde los sensibles se hacen fuertes, donde los educados se descubren apasionados y donde los tímidos se proclaman los jefes y conquistan el mundo, a fuerza de fe y valentía.


Hoy y ayer, el bueno de Jimmy siempre fue un lujo.

3 comentarios:

  1. Jimmy fue un lujo y un lujo es leer post como éste. Muchísimas gracias.

    ResponderEliminar
  2. No se si un lujo, pero haces que Jimmy parezca un fuera de serie...lo llenas de personalidad.

    ResponderEliminar
  3. Acabo de ver " Que bello es vivir "y como otras veces me he sentido emocionada y al borde de las lágrimas.Una película que vivirá por siempre gracias a la magia de la Televisión.
    INMEJORABLE es la descripción que Ud. hace. Gracias.

    ResponderEliminar