martes, 14 de mayo de 2013

Desafíos de Burt Lancaster


Desde el más alegre pirata hasta el príncipe más doloroso, Burt Lancaster se escribió en líneas de ambición para devolver imágenes de exuberancia.
Todo en él era grande, así se entendió, contemplado a sí mismo en el espejo de la testarudez. 
Lancaster se esculpió como una estrella nueva, arriesgada, involucrada en la definición de su propia personalidad, reacio a las etiquetas en plena década de los cincuenta. Esa época que, más que nunca, necesitaba de la irrupción de un hombre tan imprevisible como Burt.
Un caballero de cine irrepetible, si hay algo más impresionante que el físico y la sonrisa de este temible burlón, es todo lo que consiguió. 


Dudo que haya existido un actor con semejante fortuna en la Historia, a juzgar por la enorme variedad de papeles que acaparó y la cantidad de grandes películas en las que participó. En todas, siempre era el mismo gorgeous Lancaster, que riera o llorara, se zampaba la escena.
Burt Lancaster firmaba con la misma energía con la que andaba, enseñaba los dientes en señal de simpatía o como anuncio de peligro, y fraseaba arrastrando las palabras, con esa dicción característica, que lo hizo reconocible y parodiable al mismo tiempo. 
Como los grandes divos del cine, la mirada fue la clave, esa donde la virilidad arrolladora se besaba con el destello del vulnerable, allá donde asomaban la honestidad y el riesgo.
Nunca tuvo suficiente y necesitó trabajar hasta el último día. Porque Burt Lancaster era incansable.


Siempre lo había sido, desde que lo conocían como Burton Stephen Lancaster y trotaba por las calles de Nueva York, buscando jaleo y ganándose reputación de gran atleta.
Burt hacía cabriolas con la misma destreza que encestaba canastas en Manhattan. 
Por entonces, era hijo de una familia obrera de origen irlandés, y todas las apuestas para el joven Lancaster se encaminaban a la beca deportiva que le ofertó una Universidad.
Dejó el campus a los pocos meses para enrolarse en el circo, donde conocería a Nick Cravat, acrobáta y amigo de por vida. 

Con Nick Cravat

Burt y Nick formaron un dúo de trapecistas bajo carpas prometedoras, pero una lesión apartó a Lancaster de mejores mañanas en el circo.
Con el corazón destrozado, llegaba la Segunda Guerra Mundial, donde cumplió, sobrevivió y regresó dubitativo ante el futuro.
Las suertes se sucedían. Un casting lo pusó en Broadway, y allí, fue cuando lo señalaron con el dedo como el chico perfecto para "The Killers".

"The Killers"

En "The Killers", interpretó al boxeador atormentado convertido en víctima de un juego fatal, con una mujer seductora como bello cebo.
Fue el debut de Lancaster y también la primera película de relevancia para Ava Gardner. Era 1946 y se necesitaron ventiladores ante el encuentro de esos titanes de belleza.
Aunque lo otearon como el ideal chico All-American, al que torturar en el cine negro y mimar en la comedia, Burt Lancaster se hizo pronto con la corona de rey.
Todavía se lo reconoce como uno de los emblemas del poder masculino en Hollywood, tanto por su durabilidad como por la posibilidad de conseguir papeles de desafío, saltar a la producción y manifestar opiniones políticas a través de sus películas. 
Y ser capaz de sobrevivir a todo.

"The Crimson Pirate"

El público no pudo amarlo más cuando fue "The Crimson Pirate", por entonces la mejor definición de maromez.
A la película, enroló a su viejo amigo Nick Cravat, y ambos sorprendieron al mundo con sus acrobacias, mientras la película se ganaba el nombre de clásico de la aventura.
Porque Lancaster se decía lleno de aventuras, y así apareció en "His Majesty O'Keefe" o "El Halcón y La Flecha".
Las cosas se aceleraron para su ansia de dramones de verdad con "De Aquí a La Eternidad", un hito en la explicitud del cine norteamericano y entendido como el primer film adulto de Hollywood. 
En ella, su físico de hombretón genuino fue puesto al giro de un tórrido adulterio. 

Con Deborah Kerr en "De Aquí A La Eternidad"

En una de las secuencias más divulgadas de la Historia del Cine, besaba a Deborah Kerr en plena playa. De nuevo, fue necesario agarrar abanico.
Diera la réplica a las actrices más variopintas, se llamaran Anna Magnani, Shirley Booth o Audrey Hepburn, Burt promovía esa especie de búsqueda de algo más, de una imagen diferente para los galanes masculinos de Hollywood. 

Con Anna Magnani en "La Rosa Tatuada"

En esa búsqueda, quizá solo estuvo acompañado por Kirk Douglas, rival y compañero en tantos títulos.
Dicen que Lancaster temía, admiraba y envidiaba a los actores jóvenes, y especialmente se sintió retado por Montgomery Clift y Marlon Brando, los nenes de la vulnerabilidad y la atmósfera. 
Muchas decisiones artísticas de Burt Lancaster estuvieron motivadas por intentar igualarlos, por enmascarar que no era tan revolucionario como ellos. 
Burt siempre se contó más talentoso de lo que realmente era, y tras el empeño, con su fuerza característica, bajo su proverbial valor, consiguió ser uno de los más aclamados actores de su época.

"Elmer Gantry"

El Oscar se lo dieron por uno de sus papeles más codiciados: el predicador de "Elmer Gantry", mientras sus apariciones a finales de la década sucedían casi íntegramente en películas que él coproducía.
Su nombre aparece como productor para papeles memorables como "Sweet Smell of Success", películas aclamadas como "Mesas Separadas" o la popular "Trapecio", donde volvió a vestir mallas bajo carpa.

"Trapecio"

Westerns, intrigas, taquillazos, dramas punteros, Lancaster podía vivir bajo John Huston o según John Cassavetes, convencía como Wyatt Earp o como el mayor criminal de guerra nazi.

"Judgment At Nuremberg"

Batalló para dar el salto al cine europeo y aquel chico duro de Manhattan conseguía ser nada menos que el Príncipe Fabrizio de Salina.
Era, por supuesto, a razón de "El Gatopardo". 
Si hay un pico en la carrera de Lancaster, ese fue la apoteósica superproducción de Luchino Visconti, que lo vistió de aristocráta decadente en pleno Resorgimiento. 
Representación simbólica de la belleza y la ruina de un mundo perdido, nunca brillaron los ojos de Lancaster con tanta emoción como en ese relumbror cinematográfico.

"El Gatopardo"

Con todo ganado, Lancaster no dejó de jugar jamás.
Se reconocía arrogante, luchador, amigo de sus amigos y poco querido por la mayoría, tal era su carácter, bien labrado en las calles, nunca perdido en la jungla hollywoodiense.
Liberal, democráta, involucrado en causas raciales, defensor de los derechos de los homosexuales, Lancaster fue un hombre de razón y fe, y gran parte de sus comentarios sobre las miserias de su país pueden ser rastreadas en algunas de sus películas. 
Al respecto, Nixon no dudó en incluirlo en su lista de enemigos.

"The Birdman of Alcatraz"

Con la llegada de los setenta, decidía elegir con sumo cuidado. Sin duda, motivado por su participación en "Aeropuerto", que no dudaría en calificar de basura.
Volvería a Visconti y al cine italiano con "Confidencias", pero su papel de madurez más genial lo dio en "Atlantic City".
Era el viejo arruinado como la ciudad donde vive, que contempla la desnudez de Susan Sarandon con la misma mirada con la que corta la cocaína bajo la esperanza de invitarla a almorzar.
Fue broche de oro en la carrera de un hombre resplandeciente en todos los sentidos.

Con Susan Sarandon en "Atlantic City"

Semejante portento de la Naturaleza fue deseado largamente por ellos y por ellas en sus años de gloria. Aunque muy celoso de su vida privada, se ganó reputación como un mujeriego terrible en Hollywood, y sus escapadas motivaron la crónica del anunciado divorcio de Norma Anderson, segunda esposa y madre de sus hijos.
Los rumores sobre la bisexualidad de Burt Lancaster se cernieron sobre su carrera en más de una ocasión y él jamás contestó. 

Con Helmut Berger en "Confidencias"

Hay quien ha visto como prueba del secreto a voces ese interés de Burt por papeles de homosexuales; de hecho, Lancaster quiso protagonizar "Muerte en Venecia" y "El Beso de La Mujer Araña".
Como sucede en estos hombres de otros tiempos, sombras, nada más, y afortunados y afortunadas los que pudieron. Muchos y muchas, porque Burt era devorador.
Tanto devoró este insaciable, que todavía quería volver al cine cuando las aseguradoras ya no podían permitirsélo. 
Su última película: "Campo de Sueños"

En sus últimos años, las complicaciones cardiacas fueron en aumento, y se decía 1994 cuando llegó el infarto decisivo.
En su apartamento de Los Angeles, a los 80 años, Burt Lancaster murió como los mejores: de tanto vivir.
No quiso funerales ni entierros. El gran exuberante sólo pidió silencio el último día.


El incierto término medio entre la humildad y la soberbia es esa pluma con la que se escriben historias de Hollywood tan redondas como la de Burt Lancaster, el inasequible a los pronósticos y los conformismos, listo para el éxito, listo para todo.
Burt Lancaster fue inesperado, sorprendente, una estrellaza genial, un huracán hecho hombre, con el cine en las venas y la sonrisa perfecta para comerse el mundo.
De aquí a la eternidad con él.

3 comentarios:

  1. Fantástico post, me encanta cómo recuperas a todas estas estrellas del cine clásico. En realidad son tan actuales... :)

    Frasaza del post: "En una de las secuencias más divulgadas de la Historia del Cine, besaba a Deborah Kerr en plena playa. De nuevo, fue necesario agarrar abanico."

    ResponderEliminar
  2. Ya era un gran Burt para mi, pero al final acaba por ser todo un Lancaster...una especie de rey de los cuatrocientos reinos...nunca entendí como podía ser aristócrata y pandillero con tanta naturalidad al mismo tiempo...evidentemente lo llevaba dentro!

    ResponderEliminar
  3. cuando rompe una botella por defender a sinatra esa escena fue buenisima

    ResponderEliminar