"No puede estar muerta.
¡Misery Chastain NO PUEDE
estar muerta!"
Kathy Bates en "Misery"
El devorador de sagas es insaciable, bien lo sabía Stephen King cuando ideó esa historia inmortal llamada "Misery", donde una loca secuestra a su escritor favorito.
La pesadilla del autor es la fantasía de la fan, que lo tendrá bajo su merced y le contará de la intensa frustración que vive cualquier consumidor de relatos seriados, epopeyas literarias o productos televisivos: el enorme grado de decepción que otorgan.
Kathy Bates en "Misery" |
¿Por qué decepcionan tanto?
Entre ellos, su propia naturaleza de productos, sometidos a los avatares de una producción a lo largo del tiempo, manufacturados con más apariencia que profundidad, poseídos de acumulación de excesos antes que digestión adecuada de elementos dramáticos.
Las sagas y las series vienen a epatar, a enganchar, a sorprender hoy y a olvidar lo pendiente mañana. El espectador se queda siempre con esa irrealización - la falta de closure - e, inconscientemente, con la sensación de haber oído una historia que no tenía mayor intención que contarse a sí misma.
Confesaba también Annie Wilkes, la loca de "Misery", su indignación ante los seriales que veía de niña.
El héroe quedaba atrapado en un coche, que caía por un precipicio - cliffhanger - y ahí terminaba el episodio, para emplazar a la semana que viene.
En el siguiente capítulo, el héroe escapaba del coche a tiempo, ante el aplauso del público, pero la exigente Annie se indignaba. ¡Es imposible que hubiese podido salir de un coche así!
Es una trampa, es un truco barato de una ficción esencialmente fraudulenta.
Masi Oka en "Héroes" |
La tradición folletinesca bebe de esos trucos, a veces indignantes, que han podido sentenciar a muchas series.
Si son intensamente devorables en un principio, pronto propician una desconfianza integral en los espectadores, entre la desorientación y el olor a bodrio.
En los ochenta, se vivió todo un laboratorio de qué se puede hacer y qué no, al respecto.
Elaborados cliffhangers como la Masacre de Moldavia en "Dinastía" o la vuelta a la vida de Bobby en "Dallas" suscitaron la mayor atención sobre esas series y, durante el descanso estival, hasta escritores de renombre - entre ellos, el mismo Stephen King - dieron sus teorías sobre quiénes sobrevivirían a una matanza terrorista o cómo era posible que un personaje muerto reapareciese en la ducha.
A la vuelta de las vacaciones, la resolución jugaba a aquello que indignaba a Annie Wilkes.
La sensación de fraude en la audiencia fue brutal y ambas series perdieron considerable seguimiento.
Rose Byrne y la mancha de sangre del final de "Damages" |
El problema de la espectacularidad reside en la búsqueda de una resolución a la altura y, cualquiera que haya intentado escribir una historia con suspense, sabe que es muy difícil.
Ese "ya te lo contaré mañana" es la clave de la anticipación, el poso de la expectación. Cuanto más se tarde en ventilarlo, cuanto más se dilate la sorpresa, más decepcionante será, especialmente si no estaba planteada de antemano por el escritor.
Sucede en la televisión actual, refrendada por la moda impuesta por "Lost" y "Mujeres Desesperadas", ambas series secretistas, cuyo estreno en 2004 las hizo curioseables. Qué pasa en esa isla, qué le sucedió a esa ama de casa suicida.
Son las preguntas enigma, tan queridas por las series, que sirven para lanzarlas y popularizarlas, desde quién disparó a JR hasta quién mató a Laura Palmer.
Brenda Strong en "Mujeres Desesperadas" |
Ante las preguntas enigma, pueden suceder dos cosas.
En primer lugar, que la serie se deshinche tras resolver la incógnita.
Tanto "Twin Peaks" como las primeras temporadas de "Mujeres Desesperadas" y "Damages" se resolvieron de manera competente, porque estaban bien pensadas, desgranaron sus secretos con sabiduría y el quid del enigma estaba astutamente colocado en las primerísimas secuencias. Sin embargo, una vez se supieron asesinos y motivos, la excitación por ellas decayó, sin remisión.
En segundo lugar, aspirar a resolverlo al final de la serie, corriendo el peligro de que el tiempo incremente la expectación y, con ello, la decepción.
O se puede ir más allá y entrar en el terreno de "Lost", la saga imposible.
Hablamos de una serie de proporciones biblicas, con la curiosa intención de plantearse como un misterio continuo, acrecentado, raíz de su éxito, pero sin resolución.
El interés cayó y creció a la vez que se predecía esa magna estafa, donde la dificultad se confundía con profundidad y lo críptico con lo fascinante.
La apañada y lacrimógena calle del medio con la que concluyó suscitó división de opiniones entre el público, ese que debió sentir desde el principio que todo era un juego delicuescente, con pretensiones y filosofía Reader's Digest.
Independientemente de lo que se piense de "Lost", no debió satisfacer a nadie en realidad, porque las ficciones que se han hecho siguiendo la estela han fracasado de manera estrepitosa.
Saber que no vas a saber, mal asunto.
Terry O'Quinn en "Lost" |
En cualquier caso, cuando algo se destapaba en "Lost" quedaba claro que era más estimulante cuando vivía bajo la incógnita.
Es la ironía inherente. Las series tienen, en el fondo, tan pocas cosas novedosas que contar que, a veces, es mejor que se callen.
Por ejemplo, Kalinda, el personaje misterioso de "The Good Wife", es más seductor sumergido en el silencio que cuando sus secretos salen a flote.
Todos son decepcionantes, entre la dilatación excesiva de las revelaciones y el "no es para tanto" postrero.
El marido en la sombra, lejano, vigilante, peligroso era mejor que el marido que, finalmente, apareció.
Archie Panjabi en "The Good Wife" |
El "no es para tanto" viene asociado directamente con el "tantos años para esto". Una serie muy popular y querida por todos nosotros ha desvelado, ocho años después, el gimmick con el que se operó como producto televisivo.
Es decir, "Cómo Conocí a Vuestra Madre".
En la season finale que precede a su temporada de despedida, aparece la cara de la propietaria del paraguas amarillo, la futura señora de Ted Mosby.
De nuevo, la dilatación excesiva.
Los fans de la serie han pasado años buscando pistas en la misma serie, proponiendo nombres de actrices famosas e investigando si se trataba de un juego entre la realidad y la apariencia, al estilo de "Mujeres Desesperadas" o "Damages".
El resultado: los productores han contratado a una actriz. Sencillamente. Además, la han presentado de una manera paupérrima y antisintáctica, saltándose el punto de vista.
Tantos años para ver una cara que bien podía ser cualquier otra. No había ningún as en la manga en el planteamiento del truco de la serie.
"Cómo Conocí a Vuestra Madre" |
El meh general ante la mother no ha sido nada en comparación con la que suscitó la revelación de la cara en la página de seguidores de la serie en Facebook, sin haber pasado las veinticuatro horas de rigor tras emitido el capítulo.
Es el llamado "spoilerismo".
Spoil, que significa molestar, mimar en exceso o arruinar, viene a usarse como ese temor ante la revelación de las sorpresas de una saga. Es decir, ¡¡no me lo cuentes!!
Ese temor contemporáneo últimamente te puede costar una bronca. Pero, como bien predicaba Hitchcock, el sufrimiento es el doble si la sorpresa está anunciada. Si esa bomba no sólo explota, sino que el espectador la ve colocar y la observa debajo del asiento, mientras los minutos pasan, los héroes no se enteran y el público suda la gota gorda.
Aún así, las sorpresas de las series no se presentan de esa manera sofisticada, o no suelen hacerlo. Son simplemente bombas que explotan.
Al respecto, atrévete a contar lo que pasará en el próximo episodio de "Game Of Thrones".
He aquí otra saga de proporciones imposibles de digerir, estructurada a base de estallidos impredecibles y con un final emplazado ¡hasta la próxima década!.
Ahora usted podrá tener fe y pensar que el señor George RR Martin tiene todos los ases en la manga desde que empezó a escribir las primeras líneas para que el final sea el final que los pacientes seguidores merecen.
Jum, no lo tengo claro. Mejor secuéstralo.
Kit Harington en "Game Of Thrones" |
Aún así, las sorpresas, aunque baratas y precursoras de inmediata decepción, son la esencia del seguimiento de una serie.
El público las espera y son especialmente saludadas en sagas inertes o de dudoso rumbo, donde las revelaciones, los accidentes y las muertes son esos sucesos que disparan el relato.
Es cuando las series resumen su excitación, se ponen en pie y enganchan más que nunca. Las sorpresas seriéfilas y la revelación de sus secretos son el
componente adictivo dentro de esa potente droga que conforman las ficciones catódicas.
Como toda excitación artificial, estimulada tan fácilmente, llegará la resaca. Pero, parafraseando a Renton en "Trainspotting", después de todo, es un buen viaje.
Yo disfruté mucho con "Lost", ya lo sabe usted.
ResponderEliminarEn cuanto a Martin, no lo secuestro porque es capaz de arruinarme a base de comer.