lunes, 20 de mayo de 2013

Scott, Gatsby, Baz, Hollywood


Se piensa en Scott Fitzgerald como un maestro de la melancolía, por aquello de que sus historias son cuentos de tristeza.
Pero también son novelas llenas de brillo, de sentido del humor, de hombres y mujeres que beben licor y se suben a las mesas, entre el desenfreno de una época de exceso y disipación.
El hallazgo del gran escritor fue encontrar romanticismo, amargura y fatalidad bajo la desmedida década de los años veinte. 
Scott Fitzgerald, además de ese exuberante melancólico, fue un visionario y un vitalista.
En la mente y pluma del escritor, había espacio para fascinarse por el detalle sentimental, por la gran valla publicitaria, por la magna fiesta y también por Hollywood.

Francis Scott Fitzgerald

De manera tradicional, casi repetida como una oración, se indica que la prosa de Scott es difícil de trasladar a la pantalla. 
Bien lo supo él de primera mano cuando intentó reconvertirse en guionista de cine, para iniciar rápidamente una relación de amor y odio con la incipiente Tinseltown.
Ahí estuvo Mankiewicz, cuando le devolvió el guión de "Tres Camaradas" lleno de correcciones y le dijo que no sabía dialogar.
Scott, como los grandes novelistas de antes, tenía graves problemas para pensar historias en acciones e imágenes. El lenguaje apabullante, estrictamente literario, por el cual sus personajes se relacionaban era imposible de digerir en una pantalla plateada.
Aún así, fue demandado en muchas ocasiones; entre otras, se le pidió un borrador previo para nada menos que "Lo Que El Viento Se Llevó".
Y esa "Tres Camaradas", pese a las ingerencias de Mankiewicz, puede ser la película más Scott Fitzgerald jamás realizada.

Margaret Sullavan en "Tres Camaradas"

Su muerte a los cuarenta y cuatro años, tras la inconsolable pena de perder a su esposa Zelda por la locura y después de pagar las cuentas de su devastador alcoholismo, dejó incompleta la llamada a ser su novela definitiva: "El Último Magnate", ambientada, cómo no, en Hollywood.
Scott moriría también sin saber que "El Gran Gatsby" iba a ser su obra emblemática.
De hecho, de todas las que vio publicadas, fue la menos exitosa. "El Gran Gatsby" vio la luz en 1925, ante una tibia reacción general.
Sólo durante la Segunda Guerra Mundial la historia del misterioso hombre y sus opulentas fiestas se consagraría como esa novela a leer por todo norteamericano.
Queda por debatir si es la mejor pero, en todo caso, ha sido la más incluida en las lecturas recomendadas en las escuelas secundarias.


Jay Gatsby representa el lado brillante y oscuro del sueño americano: el hombre de dudoso origen, que encuentra en la ciudad la posibilidad de reinventarse a sí mismo, para despertar a la realidad de que el dinero no puede comprar la clase, el amor, el pasado, la vida.
La poderosa simbología de "El Gran Gatsby", el modo enigmático en que está narrada, la elección de un gángster como héroe trágico y cómo intuyó el crack tras el esplendor son las llaves de su reputación literaria y de su condición de intocable.
Entre tantos mitos, otro a desmentir sería que la obra de Scott haya tenido mala suerte en el cine.
"El Último Magnate" sería versionada muy estimablemente por Elia Kazan, y aunque no ha habido muchas adaptaciones oficiales, los temas y las historias de Scott han tenido una presencia incalculable en el cine y la literatura.
El Gatsby está en "Imitación A La Vida", el Gatsby está en "Érase una Vez en América".

Elizabeth McGovern y Robert De Niro en "Érase Una Vez En América"

La intentona más ambiciosa hasta la llegada de Luhrmann se vivió en 1974, dentro de una moda retrófila similar a la que hoy plaga la ficción audiovisual.
Sería "El Gran Gatsby" de Jack Clayton. Una película visualmente exquisita, que, sin embargo, tiene el problema de ser demasiado reverencial con Scott, de entenderlo sólo como un romántico de flu, de rebajar el vitalismo, el desenfreno, el exceso.
Ese Gatsby es una película tediosa e impersonal, donde los firmantes no ponen nada de sí mismos.
Aunque funcionó bien en taquilla,  fue la prueba de que a Scott Fitzgerald había que ir con los machos bien preparados.

Mia Farrow y Robert Redford en "El Gran Gatsby" (1974)

De ese modo, muchos cineastas han soñado con volver al Gatsby, pero se lo han pensado dos veces. 
Al fin y al cabo, es más fácil andar con un guión propio o una novela barata, que embullirse en esa gran obra americana, que puede que no traiga un Oscar, sino un coloso ruinoso y además el abucheo de la crítica, que dirá por seguro aquello tan manido de que "no se ha captado la esencia del autor".

Baz Luhrmann

Sólo ese prestidigitador de la desvergüenza, ese maestro de ceremonias de lo spectacular, spectacular como Baz Luhrmann ha tenido la osadía de aventurarse en la saga del excéntrico millonario, su Daisy, su Louisville y su necesidad de repetir el pasado.
Y el resultado, como era de esperar, divide, indigna y apasiona. Como no era de esperar, se ha llevado una taquilla deliciosa.


En primer lugar, me cuesta comprender los ataques al estilo posmoderno de la película. Se sorprenden de que incluya música moderna en la banda sonora, de que juegue a la anacronía, de que la película sea una ópera personal.
Si no me equivoco, a estas alturas de la Historia del Cine, ya hemos pasado por "Excalibur", por el "Drácula" coppoliano, por "María Antonieta", por "Malditos Bastardos". Y por el mismo Luhrmann.
Lo curioso es que "El Gran Gatsby" se encuentra entre sus entregas más comedidas. No es la transgresión total de "Moulin Rouge"; por ejemplo, las canciones anacrónicas son oídas sólo por el espectador, no por los personajes.


Y, pese a la operización personal de Luhrmann, su película es muy fiel al argumento de la novela; tal vez, demasiado en ocasiones, lo que compromete su ritmo.
¿Le gustaría a Scott?, se preguntan unos. ¿Se está revolviendo en su tumba?, dicen otros. Yo creo que le gustaría, porque esta es una película que se sube a la mesa y baila. Pero esa no es la cuestión.

Joel Edgerton como Tom Buchanan

Luhrmann podría haberse pasado la novela por el arco del triunfo, hacer de su capa aún más carnaval y no tendría ni que pedir perdón. Está haciendo una película, su película, no rezando.
Es curioso el asunto de la fidelidad al original literario, algo que antes Hollywood no sabía ni lo que era, y ahora saltársela y/o aligerar es un pecado mortal.
A los escritores no les suelen gustar las adaptaciones cinematográficas. De hecho, ni deberían, porque las películas son versiones, préstamos, recreaciones, teatralizaciones, para el entretenimiento del público o para la demostración de poder de un cineasta. En el caso de este Gatsby, para ambas cosas.

Tobey Maguire y Elizabeth Debicki como Nick y Jordan

Con todo, la devoción a Scott sigue ahí, en líneas trasladadas literalmente, en actores que son las caras más ideales para los personajes y en la irrupción de los temas básicos, ya sea en el entretejido dramático de la película como en su condición de producto.
Por ejemplo, aquello de que el pasado no se puede repetir. Expresado vulgarmente: vamos hacia adelante, creyendo que volvemos atrás. Una película retro como ésta es la mejor representación de esa contradictoria dirección.
Estoy de acuerdo con lo que han apuntado ciertos cronistas de que este "Gran Gatsby" apasionaría, ante todo, al mismo Jay Gatsby.
De la misma manera que "Romeo + Juliet" encanta a dos amantes adolescentes y "Moulin Rouge" es lo más parecido al febril sueño de una cortesana moribunda, "El Gran Gatsby" luhrmanniano es la historia de un nuevo rico como si estuviera contada por él mismo, en colores, en sonidos, en fondos artificiales, en emociones mayestáticas, en disparos que resuenan como truenos. En una auténtica épica kitsch.

Callan McAuliffe como James Gatz

"El Gran Gatsby" de 2013 es una gran película. Como todo Luhrmann, convence o no, y los primeros minutos son los decisivos para enganchar o espantar.
En mi opinión, es la obra de Baz que más ha logrado un equilibrio entre todas sus bazas, donde se observa, más que nunca, su maestría con la imagen, el sonido, el decorado y las ocurrencias de puesta en escena.
Veo a Luhrmann y lo veo maduro, sin perder esa garra que atrapa con la sensibilidad plástica y emocional más básica y milagrosa, a lo Walt Disney, a lo Cecil B. De Mille, a lo David O. Selznick. Hasta la imagen plagio de "Sunset Boulevard" me parece oportuna.
Es una película cinemática, enorme, preciosa, al estilo Hollywood de siempre, firmada por un director valeroso, que toma riesgos y, cuando le preguntan por ella, dice que miren las cifras de recaudación.
Peliculón, oh, sí, peliculón.

2 comentarios:

  1. Baz Luhrmann es sin duda uno de esos directores que rompen con los esquemas de lo tradicional y que, todo hay que decirlo, tiene narices para arriesgarse con aquello en lo que nadie se arriesga y por suerte sin salir mal parado. "Romeo & Julieta" fue mi primer acercamiento a su cine, y aunque ese Leo y esa Claire estaban exquisitos como los dos jóvenes amantes destinados a un trágico final, la versión de Zeffirelli sigue conquistando más mi corazoncito. Ya luego vino ese monstruoso y hermosísimo musical que es "Moulin Rouge" y donde me enamoré por completo de Ewan McGregor, de sus "Come what May" y de esa puesta en escena tan diferente, y a la par, tan brillante que solo él podía hacer. "Australia" ha sido de momento la película que menos me ha convencido de su filmografía y deseando estoy de ver esta nueva versión de "El Gran Gatsby". Dadas las grandes críticas que está cosechando, la tuya entre ellas, estoy segura de que no nos podrá decepcionar ;)

    Un saludo Josito!

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  2. La crítica me parece redonda, pero un director que me pide mirar la taquilla nunca será "un" director para mi...y yo disfruto con Cecil B. y con Bergman, pero a una isla desierta si me obligan a escoger me llevo las de Bergman...

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