lunes, 22 de abril de 2013

Malick, Extraño Malick


El amor es extraño, piensa Terrence Malick. Pero el mayor enigma siempre ha sido el propio Malick, quizá hasta para sí mismo. 
Como primer y último misterio, ahí se encuentra el cambio de rumbo de su carrera. 
Para entendernos o hacer la debida presentación a quien no lo conozca, este director estadounidense se hizo gran favorito de la crítica en los setenta con dos poéticas películas, de nombre "Malas Tierras" y "Días del Cielo".
Su legendaria timidez, sus problemas personales y su excéntrico perfeccionismo lo mantuvieron alejado de las cámaras durante muchísimo tiempo, y entre sus múltiples apologetas, hubo quien quiso llamarlo el Salinger del cine.

Terrence Malick
 
Hasta el otro día, la tónica de producción del caballero fue ofrecer película por década, y sus puntuales regresos lo confirmaban como un paria entre parias: un director muy norteamericano en los temas que abordaba, aunque absolutamente nada hollywoodiense en su estilo.
La paulatina abstracción de sus películas, cada vez más secretas, cada vez más silentes, han propiciado el desconcierto y la incomodidad. 
La piedra de toque, para bien y para mal, fue "El Árbol de la Vida", estrenada hace dos años. Había espectadores que no superaban los veinte minutos, mientras otros, como servidor, levitábamos de placer cinematográfico.
Detrás de cualquier consideración, "El Árbol de La Vida" suponía el inicio de una racha creativa insólita para el director.
Mientras propone "To The Wonder", ahora en cines, Terrence Malick tiene la friolera de tres películas en posproducción y dos proyectos firmados sobre la mesa. Raro, raro, raro. 

Javier Bardem

Hay cosas más extrañas en Malick, decididamente más forasteras en este guardián del centeno. 
Porque, sí, es el último romántico y también el último religioso. 
Desde hace años, ningún cineasta se subleva al amor total hacia el mundo y la vida como él, ni ningún otro director occidental busca a Dios y se pregunta por su silencio. 
En las películas de Malick parece haber algo antiguo. ¿Podría ser lo que lo hace tan atractivo para unos y tan repulsivo para otros?
No hay duda de que está como una cabra y lo demuestra sobradamente, entre la exigencia de que no le hagan ninguna foto o ese descubrimiento del trascendentalismo que plasma sin complejos en su última línea creativa.


Pero la mayor ironía es su poder de convicción. Malick presenta en sus películas cosas que, bajo otras miradas, aborrezco de pleno. 
Entre ellas, el intimismo entendido como gente rozándose las manos, la Naturaleza vista como una sobredosis de paisaje y, en general, la espiritualidad venida directamente de la secta o Iglesia a la que se adscriba en ese momento el creador de turno.
Pero Terrence es extraño y, como extrañeza, cuenta tan bien toda esa mierda que hasta termino por creérmela. Sería un cura fantástico, sin duda.
Sus imágenes y sonidos se dotan de una épica de la tristeza, y las películas son desgarradoras desde que empiezan, bajo esa mirada entomológica, como si un marciano contemplara la vida en la Tierra con fascinación.
Malick es un adicto al bellezón y un señor triste, aunque de una tristeza esplendorosa, atribuido de un estilo que no deja indiferente. Quizá, porque es un gran cineasta y un auténtico poeta. Al menos, en mi humilde opinión.
Cuando veo una película de este señor, sé que estoy viendo cine.


La más reciente, "To The Wonder", supone un paso más dentro de la dicotomía de opiniones en torno a sus títulos. 
Cada film es más controvertido que el anterior y, cuando terminan sus exhibiciones en festivales, los silbidos resuenan a la par que los aplausos como una costumbre diríase ritualista.
Con "To The Wonder", hasta grandes defensores del cine malickiano han alegado que es un resbalón en una filmografía hasta ahora quasimpecable.

Ben Affleck y Rachel McAdams

Sin duda, "To The Wonder" cuenta con la alargada sombra de las previas películas y, sobre todo, de "El Árbol de la Vida". 
Ésta era el atributo de lo total; viéndola, no se sabía si estábamos dentro del más exuberante museo, en la más inspiradora misa, ante el mejor documental de Naturaleza o atestiguando el melodrama familiar más doloroso.
"To The Wonder"  hereda muchos temas recurrentes del autor, pero, en esta ocasión, viene con menos intenciones de obra maestra y el paisaje es menos espectacular. 
Sin duda, porque es la primera película de Terrence donde los personajes son seres acomodados, de apreciable clase media, y no los pobres diablos perseguidos por Dios y los elementos de los otros films. 
Digamos que "To The Wonder" es más pija. 

Olga Kurylenko y Ben Affleck

También es la primera obra de Malick donde todo transcurre en la actualidad; anteriormente, sólo "El Árbol de la Vida" centraba alguno de sus pasajes en tiempo presente.
En su última aventura, no hay viaje a través del tiempo.
Aún así, hay mucho Malick en "To The Wonder". 
La inmersión en el Medio Oeste norteamericano mantiene la esperada cautividad y la proverbial inquietud de quien mira y comunica.
Ahí está el director y sus seres, que se miran, se evitan, se tocan. A veces no se entienden, pero siempre se sienten. 
Lo de Malick sigue siendo una sinfonía rara y polivalente, donde, como dijo Pauline Kael a propósito de "Días del Cielo", puedes colocar la más tonta de tus metáforas y funcionará.


"To The Wonder" no es ni tan mala como dicen sus atacantes, ni tan buena como dictan sus defensores. Quizá, no resulta tan memorable que las anteriores y tiende a quedarse menos sobre la piel, pero no hay nada pernicioso ni decadente en ella. 
Ni tampoco menos malickiano. 
Incluso el argumento, aunque críptico y antisintáctico, es más asequible y rastreable que aquel desquicio narrativo de "El Árbol de la Vida".
"To The Wonder" es una historia de amor, de indecisión, dotada de una luminosa sencillez, donde la intimidad y el sexo irrumpen como esas respuestas asumidas como infalibles, que, en realidad, no significan más que sí mismas. 
Mientras los protagonistas buscan la reconciliación divina y humana, se cuenta la película más Antonioni que ha firmado Terrence. Sus personajes callan, caminan y se miran con sus angustias existenciales como si andaran por "La Aventura".
Y, para que quede bien claro quién es el desvergonzado detrás de la cámara, esos seres también dan gracias al amor y claman a Dios entre los cielos.
Firma de la casa.


Un extraño este Malick, pero, como todo loco genial y sus visionarias chifladuras, del Cielo bajan. 
Y, si sucede al ritmo de este inesperado torrente de inspiración y películas, yo seré el primero en salir a la calle, brazos abiertos, a recibirlas.

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