Vivimos una buena época para la belleza masculina. Está en todas partes, vive libre en el Google Imágenes, ya besa la publicidad, porque, oh, por fin se han dado cuenta, vende, vende mucho, captura la atención, complace a la imaginación, imita a la vida.
No podría contar la cantidad de tíos macizos que veo al día, quiera o no quiera, aparezcan por orden del mando de distancia o por la caprichosa verbigracia de las redes sociales.
Curioso que me chifle aquello que también apura o acompleja, arma de doble filo esto del maromismo.
Quiero ver tíos buenos, pero, a la vez, me recuerda que debo hacer más abdominales. Cuánto estrés.
Y en estos tiempos no sólo hay muchos macizos, sino cada vez están más macizos. Compare usted los maromos de los años treinta con los de ahora; parecen de distintas especies, después de la evolución del fitness, las dietas y los espartanos procedimientos para conseguir cuerpos así.
Algo se ha perdido por el camino a la perfección, sí, y lo llaman naturalidad.
Y en estos tiempos no sólo hay muchos macizos, sino cada vez están más macizos. Compare usted los maromos de los años treinta con los de ahora; parecen de distintas especies, después de la evolución del fitness, las dietas y los espartanos procedimientos para conseguir cuerpos así.
Algo se ha perdido por el camino a la perfección, sí, y lo llaman naturalidad.
Entre los ídolos magros que se encuentran por la red, mi debilidad es Todd Sanfield.
No suelo tener gran aprecio por los modelos de calzoncillos, esa especie de tierra media entre los actores porno y los chicos del cine. No son ni una cosa ni la otra y están un poco demodé. Pertenecen a otra época, esa donde se consumía erotismo soterrado cuando acceder a la pornografía se decía más complicado.
No suelo tener gran aprecio por los modelos de calzoncillos, esa especie de tierra media entre los actores porno y los chicos del cine. No son ni una cosa ni la otra y están un poco demodé. Pertenecen a otra época, esa donde se consumía erotismo soterrado cuando acceder a la pornografía se decía más complicado.
Pero Todd es mucho Todd y, sin tener ningún tipo de historia relevante detrás de su impecable cuerpo, me pone muchísimo. Proporciona lo que muchos otros modelos quieren y no pueden: sexualidad.
Él sabe que está bueno y se le nota en esas miradas y poses. "No quiero sonar chulo, pero sí, pienso que soy jodidamente sexy", asegura en una entrevista.
Para ello, no duda en hacernos llegar cumplidas fotos desde el gimnasio y así contarnos de la estabilidad rocosa de sus carnes.
Todd Sanfield vive en el mundo del selfie y la publicación instántanea.
Para ello, no duda en hacernos llegar cumplidas fotos desde el gimnasio y así contarnos de la estabilidad rocosa de sus carnes.
Todd Sanfield vive en el mundo del selfie y la publicación instántanea.
Los cazadores de estos monumentos conocen a Todd desde 2007 cuando acaparó un par de portadas.
Por entonces, se dejaba crecer el pelo y ya estaba bueno, pero no tanto como ahora. Ha sido multiplicarse con el tiempo, mientras el seguimiento se ha cantado exponencial en función de más portadas y el milagro facebookero.
Por entonces, se dejaba crecer el pelo y ya estaba bueno, pero no tanto como ahora. Ha sido multiplicarse con el tiempo, mientras el seguimiento se ha cantado exponencial en función de más portadas y el milagro facebookero.
También ha sido instrumental la inevitable empresarialización de su propia imagen. Todd Sanfield ha diseñado una línea de calzoncillos que lleva su nombre y ahí los luce, bien apretados, promotor, modelo, sexualizador de lo que vende. Un chico listo y un buen hijo de su país.
Afirma que nació en Michigan, aunque jamás ha querido revelar ni edad ni orientación sexual. La edad, quizá, porque ya pasa de los treinta y le dirían mayor para dedicarse a modelar.
Y, con toda probabilidad, la orientación sexual la guarda para desplegar esa ambigüedad y misterio que gusta a tantos y tantas.
Y, con toda probabilidad, la orientación sexual la guarda para desplegar esa ambigüedad y misterio que gusta a tantos y tantas.
Aunque, como me dijo nuestra amiga Deprofundis el otro día, "si posa de esa manera, muy hetero no debe ser".
Quién sabe. Convencer de cualquier cosa es fácil, y más cuando hay un fotógrafo muerto por tus huesos en la ecuación.
Precisamente ha sido un fotógrafo, de nombre Kevin McDermott, quien ha llevado la imagen de Todd a nuevas fotografías, aún más sensuales, donde se le ve ese culo perfecto y, en ocasiones, una polla nada despreciable.
La primera ocasión se llamó "Hotel Room" y ahí se puso Sanfield en todas las posturas habidas y por haber, asegurando un éxito de ventas.
Ahora fotógrafo y modelo se han ido a las Islas Vírgenes y el Paraíso nunca pareció tan Paraíso.
La primera ocasión se llamó "Hotel Room" y ahí se puso Sanfield en todas las posturas habidas y por haber, asegurando un éxito de ventas.
Ahora fotógrafo y modelo se han ido a las Islas Vírgenes y el Paraíso nunca pareció tan Paraíso.
Decía McDermott que sus fotos aspiraban a captar el alma y el corazón del buenorro, aunque yo sólo veo músculos y caritas de golfo. No me voy a quejar de lo último, pero pretensiones, las justas, por favor.
En todo caso, sea alma, corazón o el saldo de buenas flexiones, las preventas del nuevo libro de fotografías, llamado "Virgin Island", han sido inmejorables, según informa Todd en su imprescindible página de admiradores en Facebook.
Es allí donde Todd Sanfield se cuenta más que sus estrictas dietas y rigurosos ejercicios. Su presentación en la página recuerda que "gente bella hay en todas partes, pero una educación te distingue". Qué chico iluminado, qué genio. Y no quiere sonar chulo con lo de gente bella, no.
A propósito de la educación, Todd nos ha relatado sus estudios para convertirse en farmaceútico y se ha doctorado hace unos días.
Además de verlo en calzoncillos en la playa, hemos podido cazarlo frente a sus apuntes y con el birrete puesto. Y, sí, está casi tan mono vestido como desnudo.
Además de verlo en calzoncillos en la playa, hemos podido cazarlo frente a sus apuntes y con el birrete puesto. Y, sí, está casi tan mono vestido como desnudo.
Además del eterno encanto de los chicos con todo en su sitio, cual estatuas de mármol que se pasean para delirio y deleite del resto de los mortales, este pequeño dios también reivindica el poder de las cabezas afeitadas.
Era imponente cuando tenía el pelo más crecido, pero raparse ha sido el hallazgo de los hallazgos.
Para rematar, ha cambiado el pelo de arriba por un poco de vello pectoral, que ahora vuelve a estar de moda - por fin - en las fotografías de este tipo.
Si hay que contemplar fotos de chicos guapos, día sí, día también, que sean como Todd Sanfield, más que nunca en verano, donde apetece quitarse la ropa, bajar a la playa y, quién sabe, encontrarse una sonrisa así para animar el día, la semana y la estación entera.
Que los dioses guarden por siempre las cordilleras y los macizos centrales.
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