martes, 15 de enero de 2013

Noches de Claudette Colbert

 

Su estilo nació del feliz encuentro entre un óptimo maquillaje y la naturalidad de una chica de ciudad. Su sofisticación se contó desde aquella mirada exquisita, tierna y cómplice, que vivía tranquila en un mundo de visones, joyas y art-decó.
La década de los treinta fue su reino y ella se preciaba en convencer en los más variopintos papeles. Fuera zorra bíblica, madre superiora o heredera enamorada, Claudette Colbert era siempre primera clase.
El público la quería a rabiar.


Puso de moda a las mujeres que no se arredraban. 
Las heroínas de la Colbert eran como ellas: decididas, dinámicas, siempre hacia adelante, pese a los errores, con la sonrisa en los labios, sin un ápice de cursilería, preparadas para el amor. Porque el amor se contaba en Hollywood con los brillantes ojos de Claudette.
Lo único que se le resistió a Claudette Colbert fue el paso del tiempo. Para una mujer mordaz y optimista, que se entregaba a la comedia loca, que bebía champán entre risas, que sacaba el pulgar para pedir transporte; para una mujer así, dejar paso y hacer papeles de madre se le reveló como un trago indigesto.
Sin embargo, siempre le quedó el cariño profundo de la audiencia, quien la convirtiera en una de las estrellas más rotundas de la época fundacional del Hollywood sonoro. 
Con ella, hubo muchas más burbujas.


Nacida en Francia, Emilie Claudette Chauchoin conservó el joie de vivre, pero se hizo criatura neoyorquina desde muy pronto. 
Perfiló su nombre artístico y su flequillo, mientras paseaba sin fortuna ni preparación teatral, con la decisión de ser actriz en un momento donde todos los cines cerraban ante la quiebra económica.
Su única película muda fue un fracaso y lo siguiente se hacía un tanto irregular, pero pronto cazó la atención de los críticos y los espectadores. 
Su golpe de suerte le vino de la mano de Ernst Lubitsch. En "The Smiling Lieutenant", le robaba la película a Maurice Chevalier y Miriam Hopkins.

Con Maurice Chevalier en "The Smiling Lieutenant"

Por entonces, Claudette estaba casada con el también actor Norman Foster. Nunca vivieron juntos, y la versión oficial fue que la madre de Claudette no podía ver a su yerno. El extraño matrimonio terminaría en el mismo momento que Claudette ponía a Hollywood a sus pies.
Sus dos colaboraciones con Cecil B. DeMille inauguraban el furor por la Colbert, que nunca aparecería tan sexy como incorporando a dos legendarias pecadoras.

"El Signo de la Cruz"

En "El Signo de la Cruz", era la viciosa romana Popea y, en una viciosa escena, la patricia se bañaba desnuda. 
Fue una imagen sólo posible antes de la implantación del código de censura Hays, y muchas veces se ha señalado como un clásico del erotismo cinematográfico. 
Sin ir más lejos, se le ven los pezones.

Wardrobe malfunction

Cecil B. DeMille la volvería a llamar para que fuera su "Cleopatra".
Una de las películas más deslumbrantes del pionero director, Claudette fue reina del Nilo, tal y como sería emperatriz de aquel decisivo 1934.

Una "Cleopatra" art-decó

Fue su año de gloria. Además de "Cleopatra", el mundo quiso llorar con ella en la primera versión de "Imitación A La Vida". 
Claudette era la madre viuda que se convierte en empresaria de los pancakes, gracias a la receta de su amiga y criada afroamericana; de los harapos a la riqueza, y, en el camino, la vida.

Con Louise Beavers en "Imitación A La Vida"

Pero si "Cleopatra" e "Imitación A La Vida" venían con el sello del éxito, Claudette no lo tuvo tan claro cuando se sintió apresada en "Sucedió Una Noche", comedia que no quería hacer.
"Acabo de intervenir en la peor película", comentó a una de sus amigas. 
Oh, mujer de poca fe. De la noche a la mañana, "Sucedió Una Noche" se hizo la comedia romántica que mata a todas las comedias románticas, contada y sentida a través de la América de la Depresión, esa de donde había llegado y triunfado la propia Claudette. 
La culpa la tenía Frank Capra.

Con Clark Gable en "Sucedió Una Noche"

Es su interpretación emblemática y, de manera imprevista, le dio el Oscar. 
Pensando que no iba a ganar, ni siquiera acudió a la ceremonia. La atraparon en una estación de tren, Travis Banton le improvisó un traje y la llevaron hasta la gala de la Academia para recoger su premio.

Shirley Temple le entrega el Oscar

La corona de Hollywood le sentaba bien a Claudette Colbert que, aunque siempre versátil, fue mucha más Claudette en el género de la screwball comedy
Se cuenta que no era comedianta de las físicas, sino de las que observan, se ríen y sueltan el comentario preciso. 
En cualquier caso, Claudette parecía decir sus líneas como si hubiese sido construida en la fragua de la ironía.

Con Joel McCrea en "The Palm Beach Story"

Apreciada generalmente por sus compañeros y acomodada en la constelación hollywoodiense, Claudette triunfó por su impecabilidad y venció a pesar de sus manías. Su perfeccionismo estaba en sintonía con su éxito, aunque se contradijese muchas veces.
Acomplejada por un bulto del lado derecho de su cara, pedía expresamente a todos los cámaras que sólo registrasen el lado izquierdo. 
Se hizo una demanda tan brutal, que hasta hubo que remodelar decorados para cumplir con ella. 


La iluminación era tal condena para Claudette que, en palabras de Myrna Loy, llegó a saber más del tema que los directores de fotografía.
Así, no extrañó que su primera película en color, "Drums Along the Mohawk", a las órdenes de John Ford, fuera un infierno por los nervios de la Colbert.
Claudette también fue popular por sus astronómicas peticiones salariales, algunas negociadas fuertemente por su hermano Charles. Como han dicho muchos, Claudette era cara y exigente, precisamente porque lo valía.
Como las mujeres trabajadoras de otro tiempo, su vida privada fue el precio. Sólo su matrimonio con el cirujano Joel Pressman tuvo garantía de durabilidad. Tener hijos y abrazar la tranquilidad jamás estuvieron en los planes de la Colbert.


Llegó la edad y volvió la guerra. Claudette Colbert perdía las ganas de marcha, esas que había desplegado en clásicos para Lubitsch o Sturges, y se entregaba a los papeles de mujer honrada y honrosa, cálidas señoras del hogareño frente.
El mayor ejemplo y su papel más aclamado fue la (im)paciente esposa de "Desde Que Te Fuiste", inacabable melodrama, hinchado por David O. Selznick, que recogía las experiencias de las mujeres que se quedan en casa, mientras los hombres batallan en la Segunda Guerra Mundial.
La grandilocuencia de Selznick no pudo con la autenticidad de Claudette, que se ganó de nuevo a su audiencia, jamás tan identificada con ella.

Con Jennifer Jones y Shirley Temple en "Desde Que Te Fuiste"

Los años cincuenta empezaron con mal pie. Perdió una oportunidad dorada cuando se rompió la espalda y no pudo interpretar a Margo Channing en "All About Eve", siendo sustituida por Bette Davis.
Salvo el éxito de "The Egg and I", los siguientes años asistieron a un declive en la excitación por Claudette Colbert.
Se hizo esporádica y se sintió fuera de lugar. Aparecía con frecuencia en televisión y, tras interpretar a la madre de Troy Donahue en "Parrish", le dijo a su agente que no quería más cine, porque sentía que no había nada más para ella.


Se apartó de sus temidas cámaras, aunque pisó con frecuencia los teatros de Broadway y Londres. Su última aparición fue televisiva, ochentera y aclamada, cortesía de "The Two Mrs. Grenvilles".
Con la sensación del deber cumplido, Claudette se retiró a Barbados. Piropeada por todos los amantes del cine clásico, recibió homenajes y dio las gracias, entregando su mirada tranquila y exquisita, inasequible al tiempo.
El corazón de esta gran impecable fue quien fallaría demasiadas veces. En 1996, Claudette moría a la edad de 92 años.


Con su cara de Betty Boop, su flequillo y su halo de señora antigua, Claudette Colbert sugiere hoy la imagen de una época, un icono de glamour y una fiesta de disfraces en sí misma. 
Pero recuperarla es también encontrarse con una actriz curiosamente moderna en su estilo de interpretación riguroso y sin afectación.
"Siempre pensé que actuar es un instinto. O lo tienes o no lo tienes", diría para explicarse. 


Encantadora de tiempos difíciles, sinónimo de elegancias rotundas, Claudette Colbert fue experta en despertar sonrisas. 
Todavía no hay comisura que se resista a ella.

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