lunes, 26 de noviembre de 2012

El Imperio de La Expectativa


Sabe el chef que su plato estrella podrá tener los mejores ingredientes, el más claro oficio detrás de su elaboración y la más bella de las presentaciones, pero si se olvida de echarle la sal, no habrá mayor fracaso que aquel nacido al calor de la expectativa.
Entre expectativas, nació y se desarrolla la vida de "Boardwalk Empire", la saga retrogangsteril de la HBO, ahora en la recta final de su tercera temporada.
Creada por Terence Winter - quien fuera una de las fuerzas vivas detrás de "Los Soprano" -, el drama transporta a la época de la Ley Seca, para indagar en los orígenes del crimen organizado bajo el signo de la desmitificación histórica. 
"Boardwalk Empire" es una historia de violencia y la entiende como cultural, arraigada en el alma de los pueblos y el destino de las ciudades, abrazada y asimilada dentro del capitalismo.
Como producción de la HBO, la serie se anuncia como plato de excepción, lleno de ingredientes dramáticos para conquistar y una apariencia tan deslumbrante que, más de una vez, propicia un genuino síndrome de Stendhal.

Kelly MacDonald

Desde sus primeros episodios, "Boardwalk Empire" recibió un aplauso más o menos general, si bien siempre ha sido una cuestión gélida para muchos críticos y la mayoría de la audiencia. ¿Le faltaba la sal desde su principio? Decía un comentarista a propósito: "La serie me gusta. No me encanta". 
"Boardwalk Empire" ha navegado recelosa entre esa condición de éxito moderado y sus pretensiones de clásico televisivo. Y, como hemos dicho, atiborrada de expectativas, las mismas que han propiciado sensaciones dispares entre los televidentes.
Los que esperaban algo más, se impacientaron con "Boardwalk Empire", comparándola negativamente con "Los Soprano".
Los que acudimos a ella como un deber, la encontramos sorprendente, una serie vívida y terriblemente hermosa, que podía sublimar hasta el miscasting de Steve Buscemi como macho alfa del gangsterismo de Atlantic City. 
Tan sublimado el miscasting que Buscemi se convertía en lo mejor de la función y la clave de su dinamismo. De hecho, ahora que la serie resbala, la mirada de Buscemi sigue siendo tabla de salvación.

Steve Buscemi y Meg Chambers Steedle

Atendiendo a la decepcionante tercera temporada en la que ha concurrido "Boardwalk Empire", me atenaza la pregunta: ¿acaso la hemos sobrevalorado? 
Como ha sucedido con "True Blood" este mismo año, los defectos inherentes han empezado a desbordar la pantalla desde el momento en que la serie ha perdido la capacidad de convicción.
La sensación desabrida es irónicamente mayor cuando "Boardwalk Empire" todavía presenta secuencias exquisitas, diálogos maravillosos e ideas geniales. Todos los ingredientes, pero, en esta temporada más que en ninguna otra, la sal brilla por su ausencia.
A falta de un capítulo para cerrarse hasta el año que viene, puede decirse que el tercer curso de "Boardwalk Empire" ha sido un tedio. 
No tanto por el proceder premioso - seña de una casa que suele sacar el plato en el último momento -, sino por la estructura deslavazada de cada episodio y de la temporada en general. 
Es una serie que pierde el tiempo a espuertas, dando protagonismo a personajes que no sirven, pero también cuando se detiene en lo compuesto de sus secuencias, confundiendo puntilla con detalle y reforzando la sensación de artificialidad.


En "Boardwalk Empire", tiende a notarse el guionista listillo que hay detrás, ese que se detiene para subrayar la tesis, el mismo que se impone sobre los personajes y se luce antes que comprometerse con el ritmo de lo que está contando. 
Otro ejemplo del pedante desajuste aparece en esos seres de "Boardwalk Empire" que se comportan de manera bastante animal para luego soltar unas frases que sólo podría pronunciar el más poeta.


Pero el clamoroso paso en falso de esta temporada ha sido la incorporación de ese inefable villano llamado Gyp Rosetti, un brutal cambio de tono, una brocha gorda en una serie que presume de pintar con finos pinceles. 
Importar a un psicópata para animar el asunto es una concesión a lo barato; darle una explicación freudiana a su comportamiento ha sido tan gracioso como holgazán.

Bobby Cannavale como Gyp Rosetti

Sea Rosetti u otro antagonista más plausible, cada temporada se está revelando como un "Protagonista vs. enemigos de turno", esquema general de muchos productos televisivos. 
Y, por tanto, la serie naufraga en sus ampulosas pretensiones desde el momento en que no es más que muchas otras y usa similares costurones para durar y durar.


¿Estaba ese costurón desde antes? Quizá.
Aclamamos la temporada anterior, pero es muy responsable del descalabro de ésta. 
El final del año pasado se nos presentó muy espectacular, valiente, suntuosamente dirigido. Ahora, en retrospectiva, parece una equivocación, dado que eliminar personajes valiosos tiende a desequilibrar dramas tan alambicados.
Mutarles la personalidad también.


Es éste el caso de Margaret. 
Terence Winter impuso evolucionarla hasta una versión twenties de Carmela Soprano, igual que pretendiera originalmente que su serie sirviera como respuesta vintage a la saga de Tony y compañía. 
Sin embargo, Margaret Thompson se revela como un personaje más caótico que ricamente contradictorio. Es una mujer que piensa y se comporta como una señora de su época en unas ocasiones y como una chica de la actualidad en otras. 
Entregarse al adulterio podría ser tan habitual entonces como ahora, pero la complejidad y las dudas de esa decisión para una mujer como Margaret, para un tiempo como la década de los veinte y para un lugar puritano como los Estados Unidos, no aparecen por ninguna parte. 
Margaret no sólo le dijo que sí a Owen, sino que dio el primer paso con una abierta sonrisa y una ligereza netamente 2012.
Y todo pensado y conducido para que el final de esa trama sea, por supuesto, lleno de desencanto, muerte y soledad, como todas estas series que, de regodearse tanto en el pesimismo, terminan por resultar previsibles y curiosamente moralistas. 
Ya es cuestión de echarles un ojo para saber que la cosa va a acabar mal.


Si los personajes de "Boardwalk Empire" se estructuraban en una escalera, en función de sus niveles de moralidad y corrupción, ahora todos aparecen en un mismo nivel de cinismo irredento y paralítico.
En "Boardwalk Empire", casi todas las discusiones terminan en humillación, paliza y/o asesinato. Y, cada vez, de una manera más caprichosa, gratuita, concedida al exceso. 
Es el lugar donde todo bar acoge una pelea, donde se dispara a un adolescente cuando menos te lo esperas o se procede a reventar un cráneo del modo más pérfido que se le ocurra al guionista/artificialista de turno.
No es una buena historia de violencia cuando, al final, es un relato de mamporros. Terrence Winter ha olvidado la notable diferencia.


Al final,  uno termina por preguntarse donde está la gente normal, esa que no entierra cadáveres en el jardín ni acomete incestos ni odia a todo el que ve.
Y, por ello, como retrato histórico, "Boardwalk Empire" es una mirada tan interesada como deficiente. Si sesgado es contar únicamente las glorias del pasado, sesgado es centrarse sólo en sus miserias. No es desmitificación, es sadismo y delicuescencia.
Los personajes de "Boardwalk Empire" se visten de 1923, pero su actitud es pura posmodernidad: desconfiados, desesperanzados, fastidiados, quejosos, sin aplomo ni temor de Dios.
Terence Winter ignora la suprema ingenuidad y el tremendo pudor que reinaban en una época como la que está retratando, enfrascado en sus sombras y, finalmente, caído a la retrofilia, la violencia explotativa y la melancolía de diseño. 

Michael Shannon

No sólo falta la sal, sino que este plato está muy hecho por un lado y demasiado crudo por el otro. 
De resultas, ¿es "Boardwalk Empire" un drama histórico, una versión catódicamente aligerada de "El Padrino", un cómic de gángsters o la apuesta de la HBO para ese Emmy a la mejor serie dramática que nunca conseguirá?


Como santo y seña de este 2012, "Boardwalk Empire" es un vistoso pastiche sin rumbo conocido.
Pero, en realidad, sólo necesitaría cambiar sus pretensiones por diversión para que nada de lo anterior importara.

1 comentario:

  1. Yo también creo que esta serie es visualmente hermosa y creo que tiene todo en producción y un gran director, igual los personajes como Nelson o Nucky tienen muchas cosas realistas como que se contradicen a sí mismos o tienen sus crisis de moral, a mí me gusta mucho.

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