Podrá usted hablar de series buenas, de edades de oro de la televisión o de madurez catódica, pero no hay mejor ejemplo como "Revenge" para expresar que el público sigue siendo el mismo: ese animal ávido de exceso.
Todas las ficciones televisivas que están triunfando en estos momentos saben del exceso, algunas del disparate, todas de la bella muerte y, en el caso de "Revenge", del soberano desmadre.
"Revenge" comenzaba la temporada pasada, pretendiendo vestir al culebrón con una métafora de los tiempos críticos. Una emoción oscura como la venganza arremetía contra los ricos y disipados; ese aquelarre que conforman los que gastan, roban y se van de rositas ante la debacle financiera internacional.
La saga de Emily Thorne en unos noirizados The Hamptons venía a saciar las ganas generales de que, por una vez, paguen pecadores por justos.
Los Grayson al completo |
Pero en todas las series, hasta las más aclamadas, corre fuerte su condición de producto, por encima de símbolos y nobles intenciones. Y no hay mayor producto que "Revenge", fabricación melodramática para una ABC en horas bajas.
Esta segunda temporada, iniciada en septiembre, aprieta tuercas y desata camisas de fuerza: los personajes son peones en un juego sin reglas, a veces indescifrable, donde unos ruedan por escaleras, otros caen abatidos por disparos precisos y todos se odian por no poder amarse.
La serie se ha vuelto completamente loca, pero la incoherencia general no parece importar a la audiencia, que se mantiene sana y fiel. Ni a nosotros, que somos más público que el mismo público.
¿Vuelve el culebrón?, preguntóme inquieto ante la nueva temporada de "Revenge". Hasta la ABC sabe la verdadera pregunta: ¿acaso se había ido alguna vez?
Leanne Hunley y Gordon Scott en "Dinastía" |
La característica retahíla de excesos sentimentales, arrebatos femeninos, violencias familiares y pugnas por el poder nace de la tradición folletinesca, que, a su vez, sería reciclada y enaltecida por Hollywood.
Éste armó con esas historias el género del melodrama cinematográfico, donde no faltaban grandes divas, altas escaleras y sentimentalismo a chorro.
La llegada de los años cincuenta lanzó el morbo como aditivo imprescindible al melodrama, cuyo futuro ya se decidía: potenciar su sensacionalismo. A mayor exceso, mejor efecto.
Rock Hudson y Jane Wyman en "Sólo el Cielo lo Sabe" |
Como ninguna década sabe de esa valoración del "cuanto más, mejor" como los años ochenta, éstos fueron el lugar feliz del culebrón, que se aposentó decidido en las noches televisivas.
En comparación con la telenovela diaria, el culebrón nocturno se anunciaba como su prima rica: una apuesta por el lujo, cuando, en realidad, era una hipoteca total al kitsch.
Estrellas del ayer, malos actores jóvenes, grandes panorámicas, muchas joyas, vestidos fastuosos y una metralleta de argumentos de derribo, servidos con psicología pop, moralina y cosas pendientes que resolver en el siguiente episodio.
Jane Wyman en "Falcon Crest" |
Títulos como "Dallas", "Dinastía" y "Falcon Crest" representan todo un capítulo bastante infravalorado dentro de la Historia de la televisión.
Además de lo entrañables que resultan en retrospectiva, esas series fueron todo un laboratorio del qué se puede hacer y qué no se puede hacer en Catodia.
Que muchas pagaran caro su exceso, ahuyentando al espectador y asegurando su final, podría ser una lección que coronara cualquier proyecto de serie en ciernes.
Que muchas pagaran caro su exceso, ahuyentando al espectador y asegurando su final, podría ser una lección que coronara cualquier proyecto de serie en ciernes.
La "Masacre de Moldavia": famoso y ruinoso cliffhanger de "Dinastía" |
Pero está claro que muchos no han aprendido mayor lección de esas series que la más evidente: torna apretada, público devoto.
Así lo pensó Aaron Spelling cuando intensificó el tono de "Melrose Place"; de ser una mediocre dramedia de veintitantos, "Melrose Place" se convirtió en el culebrón emblemático de los noventa, época que decía detestar series del estilo, pero las continuó viendo.
"Melrose Place" cargó las tintas hasta tal punto que las intenciones paródicas aparecieron claras. Se la veía asumiendo su condición de despropósito, al ritmo de las explosiones, los desdoblamientos de personalidad y la caída en la vileza de todos los personajes.
Un legado de "Melrose Place" en las series de hoy es esa necesidad de incrementar la dureza del producto, diríase su condición canalla, a través del odio mutuo, a veces inexplicado, de su dramatis personae.
"Revenge" lo cumple a rajatabla, pero, ojo, también "Boardwalk Empire".
Laura Leighton en "Melrose Place" |
La condición de placer culpable de los culebrones televisivos ha tenido una especie de refrendo culto en los creadores de series de la última década, parecido al que viviría el melodrama de Hollywood por los directores posmodernos.
Así, Alan Ball, Ryan Murphy y Marc Cherry se han confesado admiradores del camp de las viejas series, introduciendo sus argumentos y sus modelos conductuales.
En títulos como "Nip/Tuck", "True Blood", "American Horror Story" o "Mujeres Desesperadas", está asumida la condición paródica de las estrategias culebronescas; más que vueltas estrictas al culebrón, han sido reinterpretaciones.
Por ejemplo, la condición reprimida y moralista de los antiguos culebrones desaparece en estas relecturas, que vienen firmadas por autores abiertamente gays.
Además, el sexo y la violencia no tienen las restricciones de antaño y se deslizan discursos críticos sobre la sociedad.
En general, estos neoculebrones lucen como grandes collages de todo tipo de referencias de la cultura popular, integradas en un drama fuertemente híbrido.
El espectador que se busca es otro.
El espectador que se busca es otro.
Kelly Carlson en "Nip/Tuck" |
En cambio, "Revenge" se salta esta última conquista y da un paso atrás, colocándose más cerca de Aaron Spelling que de Ryan Murphy.
"Revenge" no se presenta como lo hizo "Nip/Tuck": agresivamente melodramática, consciente de ello y promocionándolo como sello de identidad y faro estilístico.
Esta "Revenge" se queda en un enigmático término medio. La apariencia es de serie importante y seria en primera instancia, con la susurrante voz de la protagonista inaugurando los episodios y dando una postiza solemnidad a lo que va a venir a continuación: un desordenado torrente de secuencias que desafían la lógica e hipnotizan con sus disparates.
"Revenge" parece querer funcionar a dos niveles: como una serie que engancha a la abuela y, a la vez, despierta una sonrisa perversa en el nieto.
"Revenge" parece querer funcionar a dos niveles: como una serie que engancha a la abuela y, a la vez, despierta una sonrisa perversa en el nieto.
Abuela y nieto no pueden apartar la vista de la pantalla, porque todo artificio es hipnótico, sea convincente, majadero o ambas cosas.
Una entrevista con Mike Kelley, el creador de esta serie, se me hace necesaria. Es obvio que no se la está tomando en serio, pero ¿hacia dónde se dirige exactamente? ¿O simplemente se deja llevar?
Una entrevista con Mike Kelley, el creador de esta serie, se me hace necesaria. Es obvio que no se la está tomando en serio, pero ¿hacia dónde se dirige exactamente? ¿O simplemente se deja llevar?
Madeleine Stowe como Victoria Grayson |
¿Hasta dónde puede llegar esta "Revenge"?, podría ser el nuevo tagline.
En uno de sus últimos capítulos, los guionistas no dudaron en tirar a una embarazada de ocho meses por una balconada, tras enzarzarla en una discusión risiblemente mal actuada.
Ya lo vimos en "Dinastía", sí, pero tan avanzada preñez por los aires ha sido la novedad, el paso más allá.
Ya lo vimos en "Dinastía", sí, pero tan avanzada preñez por los aires ha sido la novedad, el paso más allá.
Está claro que el culebrón no se distancia mucho del género de acción: el mamporro va primero.
Cuando se dice aquello de "edad de oro de la televisión", suelo levantar la ceja como lo haría Victoria Grayson, sobre todo teniendo en cuenta que una serie tan inefable como "Revenge" está entre lo más salvable que vio la luz el año pasado.
Pero también dilucidando que, a pesar de su calidad, de sus hallazgos y de su popularidad, Catodia sigue siendo una cara B para el show-business norteamericano.
Jennifer Jason Leigh como Kara Wallace Clarke |
La llegada de Jennifer Jason Leigh lo atestigua. Una actriz otrora escrupulosa para todo lo que tocaba aterriza ahora a una serie que ni hubiese olido hace veinte años, justo cuando coincidía con Madeleine Stowe en "Short Cuts".
Como lo era para los actores de otros tiempos, la televisión sigue siendo esa oficina de empleo eterna. Sea la serie buena, mala o regular, todos acaban allí, especialmente las mujeres cuando llegan a cierta edad.
Solemos decir que los actores alcanzan buenos guiones u oportunidades de lucimiento en la pequeña pantalla, pero también habría que subrayar que ese éxodo expresa tanto la decadencia de Hollywood como su crueldad, expulsando de los proyectos cinematográficos a todo aquel y aquella que no suene a novedad.
En "Revenge", escasean las novedades y cunden las ironías.
Nos venía a contar la crisis con su argumento prestado de "El Conde de Montecristo".
Al final, convertida en la distancia intermedia entre "Kill Bill" y "Manuela", acaba expresando nuestros tiempos por lo que significa como producto: un billete al caos, un delirante todo vale.
Melrose Place! Cuántos recuerdos! Os dejo el post que le dediqué el otro día en mi blog, por si tenéis curiosidad ;)
ResponderEliminarhttp://seriesanatomy.blogspot.com.es/2014/10/el-seriatrico-melrose-place.html
Saludos!