viernes, 23 de noviembre de 2012

"Eduardo Manostijeras"


Con tijeras en lugar de manos, se construyó un personaje más grande que la vida, dentro de una película que ya puede ser considerada folklore cinematográfico. 
"Eduardo Manostijeras" todavía es recordada por su creador como su obra más personal; sin duda, continúa siendo uno de los mejores títulos de Tim Burton, equilibrando su gusto por el decorativismo con una historia contada con tanta delicadeza como rigor. 

Dianne Wiest

Situada en el tiempo inconcreto que sólo puede marcar el incólume barrio residencial, "Eduardo Manostijeras" comienza con los pasos de Peg, una eternamente optimista vendedora de Avon, que toca en la puerta de un incongruente castillo gótico. 
Allí descubre a Edward, misterioso niño de extremidades cortantes.

Johnny Depp

Peg lo lleva a la civilización, y el forastero supondrá una bomba a su llegada a esa tediosa, falsamente feliz, existencia del suburb norteamericano. 
Los vecinos verán a Edward como la novedad que estaban esperando.
Entre el temor y la excitación, lo ponen de moda y lo convierten en su sex symbol, en su empresa personal, en su nueva mascota.


Pero terminarán por desecharlo, porque todo lo raro es expulsado cuando deja de ser de utilidad. La estabilidad se reajustará a sí misma desde el momento en que el forastero se dé la vuelta y vuelva a su solitario castillo.
Edward es el hombre de Thoreau, un inocente chico salvaje, incapaz de entender la crueldad de la sociedad y condenado a vivir en sus márgenes. 
No sin antes conocer las dos cosas que le ha de ofrecer el mundo: la violencia y el amor. 
Irrumpe la bruja del cuento, que, en este caso, es un chico capullo llamado Jim. 
El final de Jim - muy discutido en su momento - está en armonía con la astucia de la historia, esa que termina por convertir al ángel puro en un ángel vengador. 
Las tijeras sirven para cortar el pelo o podar el jardín, pero también para matar.

Winona Ryder y Anthony Michael Hall

En el terreno sentimental, y como el extraterrestre spielbergiano, Edward será ese extraño pasajero que llega un día, se marchará al siguiente y cambiará la vida de un personaje en particular, que lo recordará siempre como lo más importante que le sucedió mientras crecía. 
Para Kim, Edward es el primer amor que rememorar desde sus noches de vejez.
La relación de Edward y Kim se expresa imposible, y Tim Burton potencia esa idea en dos secuencias: cuando él se enamora de ella a través de una foto y cuando se declara por televisión. 
La distancia de ambos no está en ninguna tijera, sino en la imposibilidad de comunicarse dentro de una sociedad protocolaria y ruidosa, que no escucha ni encuentra un momento de respiro.
Edward y Kim conseguirán abrazarse en el instante que asumen su despedida.
"Eduardo Manostijeras" decide así resolverse como un cuento de hadas de final triste y emocional resonancia.


Como gran película de miradas, "Eduardo Manostijeras" opta por un protagonista que habla poco y se confía a los ojos de Johnny Depp, en una de sus actuaciones emblemáticas.
La interpretación de Depp debe mucho a los cómicos del cine mudo, mientras se beneficia de la química del actor con Winona Ryder, pareja por entonces.
También supuso la primerísima colaboración con Tim Burton. El director hallaba su válido alter-ego en Depp, precisamente con el personaje que está más cerca del verdadero Burton. 


Johnny es el alma de "Eduardo Manostijeras", una película impensable sin su presencia, pero no es el único aspecto deslumbrante de una obra llena de momentos que rompen y calientan el corazón al mismo tiempo. 

Vincent Price, en su última aparición cinematográfica

Entre ellas, Edward tomando suavemente de la mano a Peg para cortarle el pelo, el Inventor con el corazón de galleta, las manos destrozadas en el suelo del castillo o el baile de Kim al caer de la nieve.
"Eduardo Manostijeras" se vive entre la sonrisa de deleite y la sensación de angustia, para terminar en contundente llorera. 
Como resultado, una película tan cruel como encantadora, tan refinada como popular, confeccionada para conquistar todos los corazones en su estreno en 1990 y reafirmada a lo largo de los años como una cuestión sentimental, de cuyo poder es imposible sustraerse. 


"Eduardo Manostijeras" se inspira en esa necesidad que tenemos de conectar con los demás y aspirar a ser comprendidos. 
Es una historia de amor y tolerancia, donde aquello que perdimos por el camino se recuerda como lo más valioso de nuestras vidas.

1 comentario:

  1. Me han entrado ganas de que la echen por la tele a una hora en la que me pille delante del trasto. Qué grande.

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