martes, 28 de agosto de 2012

El Lugar de Sal Mineo


Sal Mineo fue invitado en dos ocasiones a "What's My Line?", programa emblemático de la televisión norteamericana. 
En su más glamourosa sección, los panelistas de "What's My Line?" se ponían un antifaz y debían averiguar la identidad de una misteriosa celebridad.
En los dos programas que participó Sal como secreto convidado, los panelistas nunca fueron capaces de acertar. ¿Es un galán? ¿Es un actor de reparto? ¿Cuál es el género cinematográfico de su especialidad? ¿Musical? ¿Drama? ¿Comedia?


Sal Mineo, como muchos actores de su generación, vistió su fama con lo inclasificable. 
Él dijo que nunca tuvo ningún plan artístico en sus primeros años de Hollywood. "Hice todo tipo de películas, buenas y malas. No quería construirme una imagen, sólo una vida que vivir".
Pero evitar la etiqueta, librarse de todo typecasting y ser irrastreable por cualquier cuestionario de "What's My Line?" se harían razón de ser.

En "The Gene Krupa Story"

Se le reconocía como extraordinariamente talentoso, sabía cantar además de actuar y fue vendido como teen idol, como exótico de Hollywood y como intérprete para todas las estaciones. 
Podía convencer como indio sioux, mexicano, judío o problemático chico italoamericano del Bronx.
Esta última había sido su verdadera identidad, mucho tiempo antes.
Tras estar involucrado en una banda callejera, Mineo, con sólo diez años de edad, tuvo dos opciones a elegir: ir al reformatorio o enrolarse en una escuela de Arte Dramático.


Hacia mediados de los cincuenta, lejos de los problemas de su niñez, grababa discos y aparecía en películas. 
En una época donde Hollywood quiso rejuvenecerse, Sal Mineo era una de esas caras frescas y cuerpos beefcake que pretendían cazar - y cazaron - a la acomodada juventud de los años cincuenta.
En ese mundo de riqueza y estabilidad, aparecía la fractura. Y para contarla, no hubo melodrama juvenil más brillante e incisivo que "Rebelde Sin Causa" .

Con James Dean en "Rebelde Sin Causa"

En su tercera película, Mineo interpretó a John Crawford, apodado Plato, el sensible jovencito que ve el reflejo de James Dean en el espejo de su taquilla; como le sucedió a toda la audiencia, el interés se convertía enseguida en amor platónico.
Plato ha hecho de Sal Mineo un inevitable icono gay, hasta cuando no se sabía lo que eso significaba. 
La homosexualidad del personaje - implícita, pero nunca negada - es parte decisiva de la emoción de la película de Nicholas Ray.
No es sólo la interpretacion más popular de Sal, sino también la mejor.

En "Rebelde Sin Causa"

"Rebelde Sin Causa" le reportó su primera nominación al Oscar y la apertura de su gran época, donde le llegaban tantas ofertas que debía rechazar la mitad. 

Fresquito

Sin embargo, la buena racha fue efímera y Sal se tropezó con una súbita sequía artística al llegar la década de los sesenta. 
Tras participar en la monumental "Éxodo" - segunda y última nominación al Oscar -, su carrera no levantaría cabeza.
Mineo se miró entonces al espejo, se vio mayor y entendió que Hollywood no lo había deseado tanto por su talento como por su juventud. 
Como resultado, sus apariciones, tanto cinematográficas como televisivas, fueron esporádicas durante los siguientes veinte años. 
Se hacía uno de los actores más flagrantemente desaprovechados por la gran maquinaria, esa que lo quiso hacer estrella y luego lo desechó.


Todavía hubo espacio para la polémica, cumplir con su interés por la dirección y demostrar que el pequeño Sal había crecido definitivamente. 
Sucedía cuando volvía al teatro, en esta ocasión para producir y dirigir la brutal "Fortune And Men's Eyes", obra centrada en la vida carcelaria, estrenada en 1969.
La escena más escandalosa ilustraba la sodomización de uno de los presos, interpretado éste por un jovencísimo Don Johnson.

"Fortune And Men's Eyes"

Pese al duro contenido, la obra fue un éxito, y la producción teatral se hacía la ocupación deseada por Mineo durante aquellos años.
El contenido homosexual de "Fortune And Men's Eyes" estuvo asociado con la propia imagen pública de Sal Mineo, quien, a finales de los sesenta, se convertía en una de las personalidades de Hollywood en declarar públicamente su orientación sexual.
Años antes, sólo se le había conocido una sweetheart femenina: la actriz británica Jill Haworth. 


La chismología hollywoodiense cuenta que la relación terminó cuando Jill lo sorprendió en la cama con otro caballerete.
En todo caso, él explicaría posteriormente que, durante mucho tiempo, ni siquiera sabía que dos hombres podían amarse.
En cierta entrevista, lamentaría no haber tenido una genuina oportunidad en ese sentido con su amigo James Dean.
Preguntado al respecto sobre si tuvo algún roce significativo con Rock Hudson, lo negó para luego que decir que sí con unas copas encima.


Como selecto miembro de la ebullente sociedad contestataria de finales de los años sesenta, Sal era inquieto, quería descubrir el mundo y no pedía perdón por ser bello y libre.
Al respecto, no dudó en posar desnudo para la cámara de Harold Stevenson.
Éste lo llamó "The New Adam" y la desnudez de Mineo todavía cuelga de las paredes del Guggenheim.


Una noche, camino de casa e ilusionado con nuevos proyectos teatrales, Sal Mineo encontró la muerte en una esquina de West Hollywood, con sólo 37 años.
Las leyendas sobre su muerte han sido floridas y ribeteadas de esa moralina y sordidez que, tradicionalmente, se ha dotado a la imagen de las personalidades homosexuales.
Una historia decía que Mineo se había enzarzado en una reyerta a navajazos con otros gays, con los celos como protagonistas. 
Otra leyenda contaba que el atacante era un chapero, a quien Sal había solicitado sus servicios.


La verdad es escalofriante por sencilla.
Cuando arrestaron al culpable, éste no sabía quién era Sal Mineo. El asesino era un delincuente común de 17 años, cuyo único interés era el dinero de los traseúntes. 
Mineo era sólo una víctima más, dentro de una serie de violentos atracos.
Sal estuvo en el lugar y momento menos indicado y se encontró con aquel en quien podía haberse convertido él mismo, si a los diez años no hubiese elegido la escuela de Arte Dramático.


Su muerte fue temprana y llorada, como lo había sido la de James Dean, como lo sería la de Natalie Wood, sus dos compañeros de "Rebelde Sin Causa".
Lo llamaron maldición, aunque fuese una simple sucesión de trágicas coincidencias.

 
Sal Mineo, todavía querido y deseado por muchos y muchas, se nos reaparece en las imágenes de esa gran "Rebelde Sin Causa" y de otras tantas películas, con su mirada brillante y cautivadora.
Por derecho propio y segura belleza, ostenta lo que se llamaría un merecido lugar en la Historia del Cine.

4 comentarios:

  1. Le tenemos a usted para seguir recordándonos quién fue Sal Mineo. Una pena que muriera tan joven y de esa manera.

    Gracias por el post.

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  2. No había visto jamás esa foto de Sal Mineo con BARBA. Bravo.

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  3. Una figura extraña y perturbadora, capaz de hacer sombra al propio Dean incluso en su trágico destino. Inquietante siempre.

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  4. Qué terriblemente guapo aparece en esa foto de la piscina.

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